Carlos Girón S.
Arlington, Dallas, Viendo lo que ha sucedido en Brasil, donde se ha descabezado la democracia y se ha agredido de muerte al pueblo brasileño al pisotearle su voluntad soberana, expresada libremente cuando eligió como Presidente de la República a Dilma Rousseff; y viendo la conspiración que también se tiene montada contra el presidente Nicolás Maduro, en Venezuela, habría que preguntarse si el presidente Salvador Sánchez Cerén haría bien en poner su barba en remojo. ¿Por qué? Porque él está en la línea y forma de trabajo, como gobernante, de aquellos dos gobernantes: dedicados a servir a sus pueblos. Y eso es un pecado, un crimen ante los ojos de los enemigos de la democracia y de los pobres y humildes, que se aterran ante la idea de que gobernantes como ellos, que no abundan en el mundo, por cierto, puedan despojarlos de sus bienes para dárselos a éstos. Y no es así. En Brasil, la presidente Rousseff se dedicó a hacer recortes superfluos y suntuosos en el Estado para usar esos fondos en programas sociales en beneficio de las grandes mayorías de menores recursos. En Venezuela, desde los días de Hugo Chávez –quien nacionalizó los pozos petroleros que estaban en manos de transnacionales–, esta riqueza fue y es destinada ahora con Nicolás Maduro a propósitos similares de asistencia al pueblo.
Contra él y su gobierno los enemigos del pueblo han puesto también la maquinaria de la conspiración, con el “golpe de Estado suave”, para mandarlo a su casa, si es que también a la mafia conspiradora no se le ocurre enviarlo al banquillo por “delitos” como los que le inventaron a Dilma.
Es tal la diligencia de los conspiradores, que han logrado captar 3 millones de votos del populacho (aquí sí cabe ese vocablo peyorativo) que apoyan el “revocatorio” para acortarle a Maduro el período de su mandato. Esto es igual a lo de Brasil: decapitar la democracia, pues ambos gobernantes han sido elevados dignamente al solio presidencial por la voluntad soberana del pueblo.
Aquí, en nuestro país, con el voto soberano y democrático, también Sánchez Cerén fue electo Presidente de la República, como lo fuera igualmente Mauricio Funes, quien se ha visto obligado a poner su barba en remojo, yéndose, triste, ingrata e injustamente al exilio voluntario para proteger su vida y la de su familia. Su caso sí es el de un perseguido político, pues ha sido acosado con la invención de delitos con los que lo han querido sentar en el banquillo, en desquite y venganza porque él hizo esto con el extinto Paco Flores, uno de los ex presidentes campeones de la corrupción, a quien sí le comprobaron los delitos de malversación de los millonarios fondos de ayuda taiwanesa destinados para el pueblo salvadoreño. Como parte del acoso a Funes está la investigación que se está llevando a cabo de propiedades que se vinculan con él. Andan buscando hasta bajo las piedras para ver si hallan algo que amerite un pretendido enjuiciamiento. Hay que ver qué más sigue en esa persecución.
Con el refugio de Funes y su familia en Nicaragua, es probable que mucha gente se esté preguntando qué pasará, qué destino correrá el múltiple y noble proyecto de CIUDAD MUJER, cuyo motor y pivote es la benefactora Dra. Vanda Pignato. ¿Podrá darle un seguimiento efectivo desde el exterior, a control remoto? Es probable que sí. Sin duda mantiene personas adecuadamente entrenadas y preparadas para ello, probablemente también tomando en cuenta cualquier eventualidad como la ocurrida.
A Sánchez Cerén, sus opositores no lo dejan hacer su trabajo en paz; le hacen la vida imposible de mil maneras, bloqueándole principalmente el acceso a las fuentes de recursos económicos, como tanto se ha señalado, para seguir cubriendo sus programas sociales en beneficio de las grandes mayorías del pueblo.
Por esta su dedicación a los necesitados –como Dilma y Maduro—es la inquina que se le tiene, no de ahora, sino desde mucho antes. ¿Recuerdan las voces de protesta en su contra que se instigaron, llegando incluso a pedir su destitución? Fueron conatos, vientos de un “golpe suave” o “técnico” en su contra. Y los peligros no han pasado. La tirria hacia él se mantiene. Pero, con todo eso y viéndolo bien, es mejor que no se apresure Sánchez Cerén a remojar la barba (y es posible que a él ni siquiera le haya pasado por la mente semejante idea). Mejor confiemos en que logrará, o mejor dicho, lo dejarán terminar feliz y exitosamente su período de gobierno.