Bruno Ferrero
Tomado de Boletín Salesiano Feb- 2015
Palabras que hieren, ed pronunciadas sin control. Tensiones sobre el mantenimiento de la casa, cialis sale discusiones en el carro, reproches al marido demasiado absorbido por su trabajo: “¡No escuchas nunca lo que te digo” !Diversidad de caracteres, insastifacción ante la mediocridad del otro. Amor manifestado de modo insuficiente, silencios. Discusiones diversas, para probarse a sí mismos, demostrar el amor, defender el propio espacio, expresar las propias desiluciones. Pequeñas disputas debidas al cansancio, al nerviosismo, etc. Es dificil olvidar.
Pero es posible aprender el raro arte del perdón.
He aqui 10 pequeños pasos.
1. Aceptar que es diferente. La familia se construye sobre la alteridad y la diferencia. Fácilmente el otro reaccionará de modo diverso, verá las cosas de modo diferente.
Hay que estar incensantemente a la escucha de la temperatura del corazón del otro y decirle: “Si te amo mal, si te piso los pies, dímelo para que cambie; si te amo como se debe, dímelo igualmente para que siga así”.
2. Poner como base de la familia un “contrato”. Nosotros nunca nos haremos sufrir voluntariamente”.
3.Considerar los aspectos positivos. Con demasiada frecuencia los pequeños litigios ocultan los aspectos maravillosos de la vida de familia.
Es importante no dar a los pequeños problemas más importancia de la que tienen.
4. El amor crece a través de pequeños perdones. Cuanto más se acostumbre a perdonar las pequeñas cosas, más se perdonarán las grandes. Del mismo modo, cuanto antes se haga, será mejor.
5. Hablar, explicarse. Perdonar es más fácil cuando hay comunicación.
Es necesario pedir perdón. Sencillamente, sinceramente, humildemente. No dudar en dar el primer paso.
La palabra hace milagros cuando su tono es justo y no se emiten juicios.
Para perdonar y ser perdonado tenemos necesidad de oir estas palabras: “Te pido perdón”. “Te he dado un disgusto”. “Me puse nervioso”. Me equivoqué”. Son palabras que tocan el corazón y suscitan un diálogo lleno de humildad y sinceridad, que de otro modo no habría tenido lograr.
6. Reconocer la herida que se ha causado. El que ha sido herido necesita saber que su herida ha sido tenida en consideración. Hay que manifestar al otro que se es consciente del sufrimiento que ha tenido, de su intensidad… Es muy natural justificarse encontrando excusas en el propio pasado, sobre todo recordando golpes de los otros (los propios padres) o fuera de las pareja (los suegros). Es importante comprometerse en un proceso de verdades para descubrir los propios errores personales y reconocerlos humildemente.
7. Dar tiempo al tiempo. Hay que aceptar que no nos llegue inmediatemente una palabra de perdón.
Cuando se está dominado por la cólera, se requieren tiempos de calma, de reflexión y también de oración para adquirir la capacidad de pedir perdón. Es un proceso largo y complejo y hay que esperar que el tiempo haga su obra. Algunos olvidan enseguida la ofensa, sobre todo cuando se trata de ofensas leves. Otros tienen a rumiarlas. Aunque dicen: “Se acabo”, sus ojos siguen demostrando que el hecho no se ha digerido todavía.
8. Aprender a negociar. Significa buscar una solución media, que tenga en cuenta los dos puntos de vista. En un primer momento, trate lealmente, con empatía, de ponerse en el lugar del otro, de comprender su modo de ver el problema.
9. Reconciliarse. Aunque la reconciliación es indispensable para el perdón, el perdón es completo cuando florece con el establecimiento de las relaciones. El perdón no es todavía la reconciliación , pero es su camino. El perdón es un catalizador que crea el clima necesario para un nuevo comienzo. Perdonar es volver a dar confianza. Es volver a estar “como antes”. Significa reparar y cambiar.
La marca de la sinceridad al pedir perdón es el esfuerzo que nos compromete a hacer lo posible para no caer en los mismos errores.
10. Un perdón total es una cosa divina, que aprendemos solo de Dios. El cristiano no dice: “Yo creo en el pecado”, sino “en la remisión de los pecados”. Y cuando el sacerdote dice “yo te absuelvo”, dice mucho más que “se te perdona”.
Absolver significa restituir la libertad al que estaba atado, romper sus cadenas. Cuando el perdón nos parece imposible, miremos a Cristo en la cruz. En el mismo momento en que muere con un sufrimiento indecible, tiene el valor de olvidarse de sí mismo para perdonar sus verdugos.
Lo del perdón es la gracia más grande. La oración familiar de la noche es una ocasión maravillosa para intecambiarse el perdón. Amar es ser capaz de rezar juntos el Padre Nuestro. Ningún vínculo conyugal resiste sin perdón.
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