Sokcho / AFP
Sunghee Hwang
Embargados por la emoción, decenas de surcoreanos se reunieron el domingo, en la víspera de su viaje al Norte para ver a seres queridos de los que llevan separados desde la Guerra de Corea (1950-1953).
Esta nueva tanda de reuniones de familias divididas desde la contienda bélica, la primera en tres años, es posible por la distensión registrada en la península desde el comienzo del año.
Los primeros encuentros serán este lunes en la localidad turística del Monte Kumgang.
La Guerra de Corea separó a millones de personas. Lee Keum-seom, de 92 años, es una de ellas y desde entonces no ha visto a su hijo, de ahora 71 años.
Durante la huida perdió a su marido y a su hijo de cuatro años. Partió en un ferry al Sur con su hija, quien la acompañará el lunes para verlo. Al parecer él acudirá con su nuera.
«No sé qué siento, si es positivo o negativo», dice Lee. «No sé si es real o un sueño».
En el Sur ella se volvió a casar y crió a siete niños, pero nunca dejó de preocuparse por aquel hijo. «¿Dónde vivió? ¿Con quién? ¿Quién lo educó? Sólo tenía cuatro años».
La Guerra de Corea terminó con un armisticio, sin la firma de un tratado de paz, por lo que Norte y Sur se encuentran todavía técnicamente en estado de guerra y las comunicaciones civiles están prohibidas.
Desde 2000, los dos países organizaron 20 series de reuniones de familias divididas, generalmente gracias a la mejora de las relaciones bilaterales. Tienen el tiempo contado por la edad de los supervivientes.
Un total de 130.000 surcoreanos se habían presentado como candidatos a estas reuniones. La inmensa mayoría ha muerto y muchos tienen más de 80 años, uno de ellos incluso 101.
– «Adiós» –
En el último momento algunos anularon el viaje por motivos de salud. El domingo eran 89, acompañados de familiares en Sokcho, en el noreste de Corea del Sur, donde pasarán la noche antes de viajar al Norte.
Lee Keum-seom es una de los pocos que verán a hijos.
Algunos surcoreanos elegidos al azar para la reunión de este año renunciaron al enterarse de que su padre, madre, hermano o hermana del otro lado de la frontera había fallecido y sólo conocerían a parientes lejanos.
Lee Kwan-joo, de 93 años, es una excepción. Quiere conocer a sobrinos para hacerse una idea de la vida que tuvieron sus padres y sus seis hermanos en el Norte antes de morir. En 1945 a Lee lo enviaron a una escuela en el Sur y la guerra selló para siempre la separación.
«Me alegró enterarme de que podría conocer a mi sobrino y a mi sobrina, aunque ni siquiera he visto sus caras», declara. Sólo quiero preguntarles cómo murieron mis hermanos, hermanas y padres».
Del lunes al miércoles, los participantes pasarán unas 11 horas con sus familiares del Norte, bajo supervisión de agentes norcoreanos.
El miércoles se separarán de nuevo.