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DECISIÓN 2019: seguir, o detenerse

Francisco Herrera

La nota anterior la cerrábamos con las palabras “redes sociales”

Le decía, pues, que – en general – el mentiroso le apuesta a que el otro (el que lo escucha o lee) o es ignorante, o es ingénuo, o no está informado de lo que se trata en una situación concreta que de manera inmediata o mediata le concierna. Note sin embargo: basta que la víctima (el mentido) no acepte lo que el victimario (el mentiroso) le dice y ya no hay mentira. O más exactamente: sí hay mentira, pero el mentido, o rechaza de tajo los decires del mentiroso y éste se traga la lengua; o finge, y el mentiroso, esta vez sin percatarse… se traga la lengua. Esto significa que es difícil que la mentira funcione y sea eficiente cuando la población de un país es equilibradamente informada. 

Sabemos, una elección tiene tope. Ese “tope”, en nuestra República tiene nombre: conciencia del ciudadano votante; la cual, ahora, está indiscutiblemente resguardada bajo llave. Esa “llave” tiene nombre: Tribunal Supremo Electoral. Por eso, en rigor, antes del “tope” toda encuesta es suputación, nada más. (Una “foto”, se estila decir en los medios). 

Por eso, en rigor, toda campaña debería ser lisa información de propuestas, es decir respeto absoluto al derecho de escoger: o ésta, o aquélla, o la otra. O… ninguna. Observamos que no lo es. Y no lo es porque aún no tenemos una ley que imperativamente mande a un candidato (so pena de sanción, la que fuere) a presentarle al ciudadano, en tiempo determinado, sus propuestas. Quizá por eso estos días los candidatos de ARENA y de GANA creen, inconscientemente o deliberadamente, que hacer campaña es, como en el circo, un juego de trampas.

Veamos un ejemplo. El candidato de ARENA aparece en todos los canales de televisión, hasta en los televisores de los buses, diciendo que él no tiene nada que ver con ARENA. “No me juzgués por los errores de los otros”, repite. 

Quizá cree que el ciudadano (a quien él trata de vos como si fuera su empleado) ha olvidado que los camarógrafos de los medios filman y fotografían todo lo que les parece que podría interesar a los lectores o televidentes. Es así como en múltiples ocasiones este candidato ha aparecido, aun antes del inicio oficial de la campaña, vistiendo el chaleco de ARENA junto a directivos locales de ese partido, estos igualmente vestidos con su chaleco; podríamos decir sin temor a equivocarnos que a ninguno de esos directivos se le ocurre hoy declarar o dar a entender que ARENA no es su partido. 

En efecto, francamente, si yo fuera arenero, esa frase me provocaría repudio, pues el sentido de “otros” ¿cuál es? Y si esos “otros” no son sus “hermanos” (como se interpelan entre ellos los jefes areneros) ¿a quiénes se refiere?

En otras escenas aparece cantando la marcha de ARENA y con el dedo pulgar hacia el suelo, él y todos los que cantan esa macabra marcha. Él sabe que no hay salvadoreño que ignore lo que ese gesto significa. Más aún, podemos decir sin temor a equivocarnos que, por ejemplo, todos los habitantes de El Mozote de hoy nunca olvidarán lo que esa “señal” significó para sus antepasados. 

Es cierto, tiene usted razón, solo que estos últimos días ese candidato ha estado saliendo solo de camisita blanca … 

¿Creerá quizá ese señor que al decir “otros” (y que son esos “otros” los que cometieron “errores” –los millones de Taiwan, por ejemplo); o cuando hace unas semanas se presentó a la Asamblea Legislativa a acompañar a diputadas de ARENA que quieren privatizar el agua –y ahí en un pasillo de la Asamblea hacía declaraciones diciendo que esa privatización es buena para el país ¿creerá quizá que la gente no tiene memoria? 

Bueno, ¿y a qué le está apostando entonces? Pues, mi estimado amigo, ya se lo decía, le apuesta a que, según él, el salvadoreño es un desmemoriado; a que si antes de la campaña el votante ignoraba todo de él, hoy mediante un juego de espejos, este le va a creer que él iba pasando, solo iba pasando por ahí y que en eso los jefes areneros lo llamaron ssh vos… hey vos vení…, fijate que andamos buscando candidato entrá.

O sea, este señor cree que a golpe de anuncios el votante va a olvidar lo que ha sido ARENA en la historia del país; y que llegado el día 3 de febrero acuda al centro de votación, y que sin meditar sobre el valor de su voto marque una equis sobre la bandera de ARENA, y lo haga ganar a él, no a la bandera, porque es en él, solo en él que el votante debe confiar y no en el símbolo oficial de su partido; ello a pesar de que según la ley es su partido que lo postula. 

“Confiá en mi visión”, dice –¿cuál visión, sobre qué? “Confiá en mi trabajo” –¿cuál trabajo? [Sería bueno, a propósito, que este dueño de la cadena de distribución de comida y enseres más extendida en el país, nos dijera cuánto gana por día, él, no su familia]. 

Oiga, ¿pero todo eso de querer hacerle jugarretas al votante es un poco bobo, no? 

Sí, es bobo, sobre todo si tenemos en cuenta que si bien no tenemos (los salvadoreños como pueblo) estudios rigurosos sobre la evolución de mentalidades en nuestro país – desde los Acuerdos hasta hoy, por ejemplo –; si tenemos en cuenta que aspirar a la más alta responsabilidad del Estado por voluntad directa del pueblo exige ahora (en este segundo decenio del siglo) no solo responder de manera escueta a requisitos constitucionales (ser salvadoreño etcétera) sino al más calificado barómetro de valores republicanos, contenidos justamente en el cuerpo entero de nuestra Constitución, más allá del propio artículo sobre esos requisitos.

Estoy de acuerdo. Yo se lo pongo así, dígame si le he captado bien lo que me acaba de exponer: votar es entregar poder. Sí, ¡eso!, como un contrato entre iguales (aquí vos, aquí yo); y en el caso de la presidencia, máxima entrega para máximo poder. No es (o no es solamente) aquello de la representatividad, o aquello de delegar…; pero, si le parece, quedémonos aquí, ni yo ni usted somos juristas…

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