por Mauricio Vallejo Márquez
El mundo que habitamos parece encontrarse dentro de un ciclón. Sólo imaginen el impetuoso tornado que nos arrebata del suelo para llevarnos a distintos confines que de inmediato vuelven a cambiar sin dejar uno fijo. Cambian gobiernos, formas de manejar un estado, la economía se vuelve inestable, el arte y la cultura cambia de discurso, usamos mascarillas para poder acceder a un almacén o restaurante (aunque nos la quitemos al sentarnos a comer). Así es la vida, una cadena de cambios que con el tiempo se vuelven más volátiles.
Las actividades presenciales van en decadencia. Ahora lo recomendable es lo virtual. Sin excepción nos volvemos parte de este aspecto tecnológico y si nos resistimos en breve estaremos fuera de la economía, la cultura y la socialización. Aunque volverse ermitaños no sería una mala idea, porque la vida sería más apacible (es un ideal, pero no una realidad) enfrentaríamos el reto de ganarnos la vida, tener un lugar estable para vivir, entre muchas cosas más que la civilización y el tiempo moderno nos han impuesto.
El detalle es que la vida podría ser una tormenta o una brisa apacible; sin embargo, lo importante es la decisión con la que encaramos la vida. Los movimientos políticos pueden afectar severamente a una sociedad, esclavizar y aplastar a los opositores; pero es el individuo el que decide cómo afronta dichas injusticias. Recuerdo al psicólogo Viktor Frankl que decidió como afrontar su tiempo en un campo de concentración nazi, dando una lección de cómo debemos enfrentarnos a las adversidades. Cualquiera hubiera comprendido que se sumiera en la depresión y se terminara convirtiendo en una cifra de las ejecuciones y muertes de judíos, sin embargo decidió otra forma de ver la vida. Y tuvo razón, su decisión le dio vida y le ha ayudado a millones de personas a darse cuenta que la vida no es como es, sino como la vemos.
Cuando salgo rumbo al trabajo veo el cielo y al poniente donde se yergue nuestro volcán de San Salvador. La claridad y la distancia me motivan a emprender el camino y a dar paso firme al día. A veces extraño el tiempo que dedicaba sin regulación a la lectura y al arte, pero la decisión de aprender de la vida y tener paciencia para esperar, me da una palmada en el hombro, y tras un suspiro tomo valor y comienzo el día.
Al llegar a la casa comprendo al obrero, al empleado que llega a su casa y lo único que desea es arrojarse sobre un sillón y dejar que el día se escurra mientras ve la televisión o revisa su celular. Lo entiendo bien, porque así me pasa. Me arrojo en el sillón y dejo que mi mente la dirijan los que diseñaron YouTube o Facebook. Pero, yo decido si así quiero. Termino leyendo el Tiempo entre costuras de María Dueñas y enmendando alguna línea torcida de mi casa. En fin, el mundo cambia y engulle todo lo que tenga enfrente, pero yo decido cómo respondo. Al final de cuentas, las cosas son efímeras.