Luis Arnoldo Colato Hernández
De la XXVI Cumbre Iberoamericana podemos rescatar múltiples anécdotas, entre las que destacan las autocomplacientes declaraciones de la mayoría de delegados que describen como verdaderos paraísos a sus respectivas naciones, en las que el progreso, la democracia y la prosperidad se han establecido; para el caso el ejecutivo mejicano, quien sin referirse a la fiesta del narco en su natal México, la corrupción generalizada, la ineficacia institucional, etcétera, lo reseña como un verdadero ejemplo para Latinoamérica; o el caso brasileño, varado en el limbo institucional crudamente decantado a favorecer el atraso, la corrupción y el conservadurismo, que en la persona de su recién electo ejecutivo, se constituye en vergonzoso ejemplo de suicidio del soberano, que se dejó conducir de la demagogia pastoral reaccionaria y protestante, conformado como principal fundamento del movimiento antisistema alentado desde los medios. O las declaraciones colombo-peruanas, que dedicaron buena parte de su intervención a llamar descarnadamente a intervenir a Venezuela, según estos, para restablecer la democracia y la institucionalidad.
El caso hondureño es de particular interés para la reflexión, puesto que el país en pleno se ha sumido en el más oscuro de sus episodios, derivado del golpe que no supera y que hace de esa nación la más violenta del istmo -una genuina república bananera-, con una absoluta inexistencia institucional que hace de Honduras un estado fallido (el fenómeno de las caravanas migrantes que atestiguamos, surgidas en aquel país, devela sin dejar duda alguna, lo fracasado del esquema).
El populismo es, digámoslo con claridad, la comparsa que dicta los discursos escuchados, pues el momento pendular del subcontinente marca al continuismo como norte electoral, lo que es consecuente con el hastío de los pueblos latinoamericanos, que agotaron su paciencia luego de aguardar al progreso que no cuajó, pues ha caído en la trampa del “institucionalismo democrático” criollo, y sus afines judiciales.
Entonces, luego de 26 años de reuniones anuales, con su perorata discursiva triunfalista y vacía, de progresos que gozan solo las élites, de riquezas construidas laboriosamente con el sacrificio de los pueblos latinoamericanos y que solo alimentan a estas [pues apenas el 17 % generado por los trabajadores, lo mínimo para la sobrevivencia, constituye sus salarios] (Carlos Carcach, Economista, UCA, PNUD), mientras que el restante 83 % aunado a la indefectible política regresiva impositiva, reproduce y perpetúa una riqueza asfixiante, solo para el 1 % de la población latinoamericana, determinando ello lo falso del canto propuesto desde su sede en Guatemala, hasta donde viajó el rey español, invitado especial del evento, para contemplar desde su podio, reflexionando en la colonia sin duda, con indiferencia lo insustancial del evento.
Luego, ¿cuál es el propósito ulterior de esta mascarada?, el de simplemente asegurar que las cosas seguirán como hasta ahora, desmontando al Estado, privatizando aquello que aún no se privatizó, erosionando las instituciones, negando cualquier forma de progresismo, impidiendo la industrialización y reduciendo a la región a la entrega de su soberanía, recursos, identidad y sobre todo, negando su futuro.
Porque, llanamente, los pueblos cosechan lo que siembran.
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