Renán Alcides Orellana
Dicen los estudiosos de la Teoría del Conocimiento que, viagra según el criterio estricto de la verdad, no basta que los hechos sean reales, es necesario tener la certeza de que lo son. Esta frase, viene muy a propósito hoy, precisamente cuando, en medio de la vorágine socio-política que abate al país, las rimbombantes propuestas de algunos partidos -y de su políticos en particular- han sido -siguen siendo- expresiones de demagogia, propaganda partidaria y promesas sin cumplimiento.
Es preciso tener la certeza de que las promesas y los hechos son reales; sólo así se estará frente a la verdad. Raya hasta el cansancio -y la ira- la incoherencia ante las cámaras de algunos políticos, preocupados hoy por la corrupción y la impunidad -con ofertas de purificación administrativa- como tirando velo al pasado tenebroso de los robos y malos manejos de la cosa pública -dinero del pueblo- causados por sus líderes partidarios, que han sido -son- cuestionados por escándalos, iguales o peores que los de la hermana República de Guatemala. Sólo que allá, de los rumores se pasó a la acción y resplandeció la verdad, cuando se confirmó que los hechos eras ciertos… en cambio aquí, aunque los hechos sean de apariencia y certeza real, todo ha sido -son- intentos de otorgar impunidad definitiva. Y algo peor, sin querer ver al pasado, o tratando de ocultarlo, el mayor partido de “oposición” (Arena), sus correligionarios y gente afín a él, promueven una marcha de denuncia y protesta contra la corrupción/impunidad (¿?)…
¿Cómo puede creer el pueblo que hay verdad/sinceridad en el caso Flores/Taiwán , cuando las diligencias y las “pruebas” contundentes, más le llevan a la certeza de que, por “falta de la verdad”, el hecho quedará impune? En este y muchos otros casos más, se debe prometer que se actuará con justicia, dando señales, claras y precisas, de que, con toda certeza, se acabará con la impunidad. Así como en todas partes se cuecen habas, en todos los partidos políticos hay mucha tela que cortar, en esto de la corrupción seguida de impunidad… Valgan, como siempre, las escasas excepciones…
La declaratoria por la unidad, suscrita hace unos días en Ataco, Ahuachapán, por todos los partidos políticos, puede ser, además de un paso positivo en la lucha contra la criminalidad, la oportunidad de observar si los políticos, individual y colectivamente, dan muestras de sinceridad e interés para cumplir su compromiso con el país, antes que seguir beneficiándose con privilegios y prebendas, en lo personal y como grupo. Hasta hoy -y con muy pocas excepciones- ha sido evidente el poco aprecio y lealtad de los políticos hacia la población en general, aún hasta con el sector de sus mismos electores.
También, buena señal hacia la transparencia es ir descubriendo certeza en hechos que antes eran tabú o secretos muy escondidos; por ejemplo, gracias a la Sección de Probidad de la Corte Suprema de Justicia -y su amplia divulgación en las redes sociales- se conoce que algunos ex presidentes de la República y diputados, encabezando una larga lista que irá apareciendo, muestran en su declaración que su patrimonio se ha elevado en millones de dólares (10 millones uno, 1.2 millones otro y así…). ¿Será por su “eficiente y desinteresado” servicio a la Patria, durante sus períodos? ¿O por su capacidad de gestión/captación de millonarios donativos? En todo caso, y por el conocimiento que se tuvo sobre su realidad patrimonial al asumir el cargo, las cifras hoy resultan ofensivamente astronómicas, estrambóticas ¡Increíble! ¿Y sus correligionarios/electores? Están bien, gracias…
También, la declaratoria de unidad partidaria firmada en Ataco, puede ayudar a la coherencia, personal y de partido, logrando que cese la actitud, o hábito perverso, de algunos políticos de descalificar por descalificar, y hasta con insulto, al contrario, en vez de hacer propuestas para bien del país. Un ex alcalde y varios diputados son ejemplo claro de eso. Ignoran que al descalificar al otro, demuestran inseguridad personal y partidaria y que, mientras ellos descalifican a uno, a ellos los están descalificando tres.
En el caso particular de cuestionamientos al Gobierno, está bien la crítica de todos los partidos. Son los pesos y contrapesos de la democracia, toda vez de que exista razón y mesura. Pero no se podrá avanzar, mientras haya animadversión y recelos caprichosos; es decir, la oferta de unir ideas y acciones, pero descalificando acremente al adversario. Si se ha firmado “voluntariamente” la declaratoria de unidad, no se valen entonces expresiones de sí a la unidad, pero cargadas de acusaciones e insultos. No se puede lograr unidad armónica, ni diálogo positivo, si se descalifica al otro. Desde luego, no significa perder la identidad, invalidar su criterio, no criticar o someterse a la opinión contraria. Nada de eso. ¡Se trata de ser y actuar como estadista, o por lo menos intentarlo!