Licenciada Norma Guevara de Ramirios
Después de un tiempo de ausencia, por razones de salud, regreso con mi columna semanal al espacio que generosamente me brindan el Diario Co Latino y el diario Verdad Digital, para expresar mi particular punto de vista sobre lo que acontece en nuestra sociedad.
Con frecuencia afirmamos que comprendemos el valor de las cosas cuando las hemos perdido, y hoy estamos perdiendo lo que por años creímos era algo que estaría para siempre; el Estado de Derecho, la institucionalidad creada con los Acuerdos de Paz y los desarrollos que en esa joven democracia fuimos ganando en el reconocimiento o reafirmación de derechos.
Ganamos la paz, si. La ganamos con lucha popular, con concertación entre fuerzas distintas y opuestas, bajo la permanente demanda de las organizaciones sociales, religiosas y políticas y el acompañamiento de la solidaridad de los pueblos y gobiernos en distintas latitudes del mundo.
Ganamos el derecho a pensar con libertad, a optar por las ideas políticas y propuestas diferentes, a disputar el apoyo de la ciudadanía en elecciones para impulsar desde las diferentes instancias de gobiernos, las políticas que creemos apropiadas, ganamos la libertad de criticar, de demandar, de organizarnos.
Ganamos el derecho a exigir información de las entidades públicas, a exigir cuentas, ganamos el derecho de las mujeres a no ser violentadas ni física, ni sicológicamente, reafirmamos derechos para que personas ciegas puedan participar en elecciones, para que las mujeres sean parte de las contiendas en las que participan los partidos políticos.
Desde esos espacios de gobierno, se impulsaron políticas y desarrollaron instituciones, se dispuso gradualmente de recursos para que los jóvenes, adolescentes y niños tengan garantizada su asistencia a la escuela, para que no se pague por una consulta o medicina que se recibe en los establecimientos de salud, y tantas otras cosas que las generaciones de jóvenes pueden ver como naturales pero fueron gradualmente establecidas siempre teniendo como antecedente lucha de muchos o de pocos, pero lucha.
Nada cayó como magia, ni el FODES, ni las cuotas, ni los subsidios, ni las pensiones de veteranos; para citar algunos logros.
En elecciones el pueblo optó por un presidente como el que tenemos, pero este presidente no prometió lo que está haciendo, arrebatar la institucionalidad democrática, finalizar programas sociales y nunca prometió la dictadura que hoy está queriendo legalizar.
Es eso lo que busca con su campaña de odio y violencia, con todos los atropellos y mal uso de los recursos públicos en contra de la ley, como ha hecho sacrificando a los 262 municipios sin entregar el FODES, y con el uso para fines partidistas de los recursos multimillonarios que la Asamblea Legislativa le aprobó en el marco de la pandemia por el COVID-19; recursos que ningún gobierno en la historia manejó en un tiempo tan corto y tan al margen de las leyes.
Legalizar la dictadura es lo que busca desnaturalizando la Fuerza Armada de su rol constitucional y poniendo a la Policía Nacional Civil como si fuera su cuerpo privado de matones que terminan como lo hicieron el 31 de enero, asesinando a militantes del FMLN.
La toma de la Asamblea con despliegue de fuerza y llamado a la insurrección y linchamiento de las y los diputados el 9 de febrero del año recién pasado, es solo uno de los actos en la ruta de imponer en el país un gobierno dictatorial. Sus llamados ilegales contrarios a lo que la constitución le ordena de promover la armonía, son saltos de un mismo libreto para hacerse del control total de las instituciones, sin contrapesos, ni controles.
Para evitar que se consolide ese esquema, o para resistirlo y enfrentarlo si llegara a consolidarse, las personas, las organizaciones sociales y políticas, religiosas, requieren situar los mínimos en que se coincida, y ese mínimo sin lugar a dudas es el derecho a vivir en paz, con democracia, donde las instituciones cumplan sus roles, sin ser aplastados por un régimen autoritario y dictatorial.
Hay que dar el paso a la concertación, el presidente ha tenido la habilidad de “designar” con un simple calificativo a fuerzas realmente distintas, para enfrentarlas al llamarles “los mismos de siempre”, “el 3 %” y otros. Eso no borra las diferencias, pero lo que urge es que a pesar de las diferencias, luchemos juntos, concertemos las batallas para recuperar la democracia y salvar a nuestra sociedad de una nueva dictadura en pleno siglo XXI.