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Dejando El Adviento

Everardo Mejía
@DiarioCoLatino

Hemos salido del período de advenimiento del solsticio de invierno, que ocurre el 21 de diciembre y hemos entrado en el retorno de la elevación del recorrido del sol, que ocurre a partir del 24 de diciembre, como resultado de la órbita terrestre alrededor del sol.

Dentro de nuestros genes debe estar el conocimiento, que en el período de adviento, cuando el sol hace su recorrido cada vez más hacia el sur, intuimos que todo podría acabar, incluso nosotros mismos. Cuando el sol detiene su avance hacia el sur e inicia su retorno, haciendo su recorrido cada día más hacia el norte, iniciamos una nueva época de planes anuales, con el conocimiento que el sol no desaparecerá, renovando toda nuestra casa que llamamos tierra, rumbo al equinoccio de primavera, el 21 de marzo. Los pájaros se verán iniciando su ciclo reproductivo, igual que los árboles con sus flores y frutos.

Estos sucesos naturales afectan nuestra conducta, también natural, expresiones de este cambio conductual, en la época de adviento, son las demostraciones del desapego a las posesiones materiales, el deseo de compartir y los regalos de Navidad. Rumbo a la primavera, con el conocimiento que nuestro mundo no se acabó, si se acabaron las demostraciones de desapego. Sin embargo podemos implementar nuestra parte racional, en el entendimiento que vivimos en una sociedad capitalista, donde somos menos que humanos, solo seres que consumen y que compiten para satisfacer sus insaciables (in)necesidades, azuzados por la inmisericorde publicidad.

Lograr entendimiento y conocimiento de nuestra bondad básica, de esa semilla de gente cooperativa y altruista que llevamos escondida, nos capacitará racionalmente para darle continuidad al sentimiento de desapego, a lo largo del año.

Con el objetivo de blindarnos de la falsa e inadecuada educación publicitaria, podemos parafrasear lo expresado por el gran libertador Simón Bolívar, de esta manera: “Los medios de comunicación parecen destinados por la Divina Providencia, a sembrar de miseria a Latinoamérica, en nombre de la libertad de expresión”.

Estos conceptos son para digerirlos despacio y con frecuente meditación. En ellos podemos atisbar, por ejemplo, la diferencia conductual de los ciudadanos salvadoreños con los cubanos. Quien ha tenido la dicha de visitar Cuba sabrá por su propia convicción que allá no existen maras, no se percibe algún nivel de violencia y se siente una armonía en la conducta del ciudadano, enfocada al bien común. Basta con observar a las personas que se encuentran en nuestro camino, allá las personas van alegres y con la mirada altiva, aquí las personas van con un acicate o puya en carrera, con la mirada de desconfianza y miedo.

Parece que aquí, motivados por el lucro personal, el libre mercado, el consumismo y el libertinaje en las comunicaciones, nos enfrascamos en una lucha salvaje entre hermanos, potenciada por la educación en competitividad, sin atisbo de cooperación, ni formación en valores y principios de convivencia social. El fin justifica los medios. El criterio es que, me hará falta, todo lo que te corresponde como mi hermano, te lo quito; mi prójimo soy yo mismo. Por lo tanto, estamos culturalmente, como sociedad, en la prehistoria, cargando colectivamente el karma de estar desconectados con el Dios inmanente. Como homo sapiens sapiens, capaces de analizar nuestros propios pensamientos podemos entender que el socialismo está estrechamente ligado y completamente de acuerdo a la teología cristiana y a los enfoques místicos de las religiones del mundo.

¿Será que hemos avanzado al grado de perder el miedo, de reconocer que el más grande líder comunista fue Jesucristo? ¿Estaremos listos para ser pragmáticos con lo requerido por Isaías en el siglo VII A.C., expresado así: “Ya oigo la voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor; enderezad en la soledad las sendas de nuestro Dios; todo valle ha de ser alzado, y todo monte y cerro abatido; y los caminos torcidos se harán rectos, y los ásperos llanos. (Is. 40,3-4).

A todos les deseamos un feliz camino rumbo al equinoccio de primavera y que El Cristo permanezca en sus corazones, a fin de alcanzar una vida digna y con justicia social.

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