El gobierno del presidente Nayib Bukele a quien las encuestas le favorecen con el 90 % de aceptación, ha logrado cambiar la percepción ciudadana sobre el tema de la violencia en el país, lo que por supuesto es bueno; pero no por ello dejar de seguir enfocando el combate frontal, sobre todo, en la parte estructural que originó e hizo crecer el endémico problema.
De acuerdo con la información oficial, que por cierto hoy es más restringida que en gobiernos anteriores, el mes de agosto terminó con 131 homicidios, siendo el mes con menos asesinatos, y solo comparado al mes de febrero del año 2002, que presentó 135 homicidio.
El resto de meses y años posteriores, el comportamiento de los homicidios era hacia el alza.
Durante varios años los homicidios superaron las dos cifras, llegando incluso algunos días hasta con casi medio centenar de asesinados.
No nos equivocamos si afirmamos que las alzas en los muertos diarias, en su mayoría ocasionados por las pandillas, aunque no los únicos; se inició cuando en dos gobiernos consecutivos pusieron en marcha los planes “mano dura” y “súper mano dura”. Y que estos planes operativos se convirtieron en una simulada “guerra” con los grupos pandilleriles, los que los llevó a armarse hasta con fusiles para enfrentar a las fuerzas del orden.
Con Mauricio Funes en el gobierno se puso en marcha una nueva política, la llamada “tregua”, que tuvo efectos positivos en 2012 en la disminución de homicidios en ese año, hasta el 50 % con respecto al año anterior. Si tomamos en cuenta que el promedio de homicidios rondaba los seis mil asesinatos, en el periodo de la tregua se redujeron a tres mil aproximadamente.
La “tregua” entre las pandillas, hay que decirlo, tuvo apoyo no solo del gobierno, que se convirtió en “facilitador”, sino de organismos internacionales, por tanto con toda la seriedad que ello supone. Entre estos organismos estaba la misma OEA y la Iglesia católica, representada por la nunciatura apostólica, dado que uno de los facilitadores de la tregua fue el obispo castrense Fabio Colindres.
También fue apoyada por otras instancias, como embajadas europeas. El tema de la “tregua” fue discutido en foros internacionales para llevarla, haciendo las especificaciones locales, a otros países con problemas de pandillas.
Pero mientras internacionalmente la tregua se mostraba como una salida al tema de pandillas, internamente, es decir, en El Salvador toda la sociedad desde la sociedad política hasta la sociedad civil, como dividía Gramsci la Superestructura, luchaban en contra para socavarla.
Y mientras la sociedad política y civil salvadoreña ponía todo su esfuerzo para que la tregua fracasara, los actores principales, es decir, las pandillas hacían también lo suyo no solo para traicionar la buena fe del gobierno y de los intermediarios de la misma; pues si bien no cometían asesinatos abiertamente en los territorios, comenzaron a desaparecer personas, y con ello aumentar los cementerios clandestinos.
Probablemente el fracaso de la tregua se originó por la forma en que fue concebida, y por la secretividad que se le imprimió al principio; seguramente por haber puesto al frente a un militar del Ministerio de Justicia y Seguridad y de la tregua.
Luego llegó el profesor Salvador Sánchez Cerén al gobierno, con su estrategia de “mano firme” y “mano amiga”, en tanto que abarcaba la represión en primer lugar, sin abandonar la parte preventiva.
Sánchez Cerén para no cometer el error del gobierno anterior con la tregua, creó el Consejo de Seguridad Nacional y Convivencia, en el que participaron originalmente cerca de una centena de personas provenientes de los diversos sectores productivos, políticos y sociales del país.
El Consejo un año después entregó a Sánchez Cerén y a la sociedad el Plan El Salvador Seguro, que contenía cinco ejes estratégicos, los dos primeros la represión y el otro la prevención. Para financiar ese plan, Sánchez Cerén creó el impuesto a la telefonía, que fue rechazado por la sociedad en general, pero que está vigente y le sirve mucho al actual gobierno.
Los planes de seguridad y los planes operativos dejaron resultados importantes; pues por un lado se identificaron los municipios más violentos -50 en total- pero se priorizaron diez en una primera fase, y allí se dedicaron todos los esfuerzos, tanto represivos, es decir, de intervención policial, y para la prevención.
Con el Plan El Salvador Seguro, los planes operativos de la PNC y Fuerza Armada, más la prevención que encabezaron los gobiernos locales y la comunidad internacional, los homicidios se redujeron al 50 %, con ello se bajó a un dígito.
En el último mes del gobierno de Sánchez Cerén, mayo de 2019, el promedio de homicidios rondó los 9.2 diarios, es decir, los logros que ha alcanzado en los primeros cien días del gobierno del presidente Nayib Bukele, en el tema de la seguridad pública es porque no ha partido de cero; hay todo un esfuerzo de los últimos diez años, sino es que más que tienen a la base los resultados actuales,
Lo anterior por supuesto no pretende desconocer lo hecho por el Gobierno actual, todo lo contrario, es digno de reconocerlo, hay que aplaudirlo; pero lo más importante es estar atentos a que lo que se ha logrado sea permanente, y principalmente las causas que generaron el tema de la violencia en el país, que son estructurales, deben ser combatidas y eso con otro tipo de acciones y políticas valientes.