Los Angeles/Estados Unidos/AFP
El argentino Juan Martín del Potro estaba llamado a disputar el dominio del tenis mundial hace menos de una década. Lo tenía todo. Pero entonces, las lesiones le cortaron las alas. Pero su determinación le devolvió el domingo al lugar al que siempre perteneció entre los mejores jugadores del planeta.
El de Tandil tenía apenas 20 años cuando tocó el cielo por primera vez. En 2009, ante el suizo Roger Federer, Del Potro levantaba la copa del Abierto de Estados Unidos. Con cara de niño, el pelo descuidado y lágrimas en los ojos, se aupaba al cuarto puesto del ranking de la ATP y llamaba a la puerta de los más grandes.
Cerca de diez años y cuatro operaciones en sus muñecas después, en el mismo país, el argentino recuperó su sitio.
La Torre de Tandil ganó el domingo en Indian Wells su vigésimo segundo título ATP y este lunes escaló del octavo al sexto puesto en el ránking mundial.
“No lo sé, me sorprendo conmigo mismo cada día. Y no me gusta comparar estos momentos con los de años atrás. Simplemente estoy disfrutando cada día. Es una vida sorprendente para mí y eso me hace tan feliz”, expresó el tenista argentino.
Con la madurez que solo dan los años y las malas experiencias, Del Potro llegaba feliz a la conferencia de prensa posterior a la final de Indian Wells. De nuevo, Federer. Otra vez tocando la gloria.
El albiceleste acababa de ganar el primer Masters 1000 de su carrera en el desierto californiano. Con 29 años, como si el tiempo se hubiera plegado y lo hubiera transportado tras despertarse de un mal sueño, el tandilense irradiaba un entusiasmo contagioso.
Después del último punto ante el mejor tenista del planeta, con la victoria ya en su bolsa de raquetas, Del Potro se paró, abrió los brazos y miró al cielo. Con los ojos cerrados intentó detener los relojes para saborear la gloria.
“Se te vienen muchas cosas a la mente. Toda la gente que me ayuda para que yo consiga estas cosas. La gente que estuvo a mi lado, sufriendo conmigo cuando yo estaba muy triste y esa gente que nunca dejó que yo baje los brazos porque ellos creían mucho más en mí que yo mismo en ese momento. Lo comparto solamente con ellos y con la gente de Argentina”, le dijo a la AFP.
El movimiento de sus manos, encima de la mesa, en conferencia de prensa, dibujaba un mapa de sus sensaciones: emoción, nervios, alegría y contención.
“Valió la pena. Jamás imaginé todo esto que estoy viviendo y las cosas que estoy consiguiendo”, añadió, tras reconocer por enésima vez durante el torneo que estuvo “a punto” de abandonar el deporte tras sus operaciones de muñeca.
El tenista humilde
Por ello, su mantra ya no es la búsqueda del éxito, ni de la fama ni del reconocimiento. Él solo quiere estar sano para hacer lo que más le “Ya no tengo nada que perder en el tenis, por eso lo estoy disfrutando tanto”, subrayó luego de pasar a la semifinal.
Y aconseja a las generaciones futuras: “Lo primero es intentar ser feliz haciendo lo que quieres. Luego, trabajar duro. Esforzarse por conseguir lo que quieres. Y estudiar. Debes estudiar al mismo tiempo que juegas al tenis porque es muy importante para tu vida. Yo lo hice siendo joven. Gracias a mi madre, el día que acabe mi carrera, haré lo que quiera”.
La prensa destaca su humildad por encima de su talento, algo que derrocha en cada una de sus intervenciones.
“Lo aprendí de mis padres. Cuando era joven, mis padres me enseñaron mucho acerca de la vida y el esfuerzo que tienes que hacer para conseguir las cosas que quieres”, explicó el jugador
De 2009 a 2018, con una pesadilla entre medias y un final feliz. El mismo protagonista: el renacido Juan Martín del Potro, “el tenista humilde”, el campeón de Indian Wells.