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Del Vigésimo Quinto Aniversario de la Paz

El Salvador, acompañado de visitantes distinguidos de otras partes del Orbe, celebra hoy el vigésimo quinto aniversario de la firma de la paz.

Para los pesimistas de siempre, por la realidad actual de violencia delincuencial, los salvadoreños no deberíamos celebrar nada, mientras que para los optimistas, y sobre todo, los que reconocemos los procesos históricos y  la memoria histórica, estamos convencidos que es necesaria la celebración.

Y es que celebrar la firma del Acuerdo de paz (16 de enero de 1992) nos obliga a recordar el país que tuvimos durante la dictadura militar y oligárquica, el cierre de espacios políticos y la violación de los derechos humanos que distinguió ese periodo oscuro de la realidad del país, que obligó a todo un pueblo a tomar las armas.

La guerra civil de los 12 años (1980-1992) fue la síntesis y el salto cualitativo de la histórica lucha popular y social por procurar democracia y justicia social.

En el siglo pasado, hubo dos levantamientos populares, el de 1932, que llevó a casi el exterminio de la comunidad indígena, y la de los años 80. En esta segunda, el pueblo organizado logró conformar un poderoso ejército popular, que puso en jaque  a las fuerzas gubernamentales que no solo contaba con la ayuda económica para combatir a la guerrilla, sino con la asistencia militar diaria, tanto con asesores militares como con los pertrechos de guerra.

Nos obliga también a recordar que los avances políticos, democráticos e institucionales de los que goza la población salvadoreña actualmente se deben al Acuerdo de Paz.

El Salvador cuenta hoy con una Policía Civil profesional y con filosofía comunitaria, que sustituyó a los represivos cuerpos de seguridad de la dictadura militar (Policía Nacional, Guardia Nacional y Policía de Hacienda). Muy temidos por la población por violadores a los derechos humanos.

Gracias al Acuerdo de Paz tenemos una Fuerza Armada, formados con una nueva doctrina, y cuyo rol es defender la soberanía nacional, y, ocasionalmente realizar labores de seguridad pública como lo hace en la actual coyuntura.

Gracias al acuerdo de paz, el salvadoreño puede profesar cualquier ideología política, y por eso es criticable la persecución que desde la Sala de lo Constitucional se hace a los partidos políticos.

Gracias al Acuerdo de Paz se modificó sustancialmente la Constitución de 1983, y se crearon valiosas y permanentes instituciones como la Procuraduría de los Derechos Humanos, la ANSP y el Consejo Nacional de la Judicatura.

Hoy, además, hay libertad de expresión.

Es decir, El Salvador de hoy es producto de un Acuerdo de Paz que hizo posible el surgimiento de una nueva institucionalidad que hay que remozarla o perfeccionarla constantemente, y que este es el reto de las nuevas generaciones.

Y si bien es cierto El Salvador vive problemas serios en cuanto a la seguridad, producto de la delincuencia, esto no debe achacársele al Acuerdo de Paz,  sino no a la falta de políticas de Estado que permitan un país más tolerante y tranquilo. Este es el nuevo reto para los salvadoreños, teniendo como antecedente la firma del Acuerdo de paz de 1992, que calló los fusiles y demostró que juntos podemos construir un mejor país.

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