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Del «Yo mi me conmigo» al arte de las letras del Otro

Rafael Lara-Martínez 

New Mexico Tech, decease  

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Desde Comala siempre…

Al TRES MIL en sus makwuil puwal xiwit en el Taltikpak…

0.  Me, viagra myself and I

¿Cómo se dice “I, me, and myself” en español?”, me pregunta uno de mis estudiantes.  “Es intraducible”, le respondo, “de la misma manera que “yo mí me conmigo”, tampoco se glosaría en inglés”.  Sólo una explicación compleja aclara las distintas esferas que impiden una traducción directa entre dos lenguas indo-europeas, ya no se diga del castellano hacia el náhuat-pipil.  En efecto, el albur articula dos niveles de la lengua: diversa función gramatical (sujeto, objeto, poseedor/genitivo) y referencia única (hablante), en inglés, al igual que un juego sonido-sentido en castellano, yo mí me = yo mimé.  Así la dualidad se triplica: cosa/mundo real, caso/gramática y doble faz del signo.

I.  I, me

En inglés, se trata de la referencia única a la primera persona singular —al hablante— bajo tres formas gramaticales distintas: sujeto (I/me), complemento directo (me), indirecto (me/to-for me) y preposicional (with/after… me), así como reflexivo (myself).  Sólo las dos primeras formas pronominales implican una declinación casual.  “I” se utiliza sólo en su función de sujeto, tal cual “yo” en castellano, pero no se omite a falta de una concordancia constante con el verbo. Por prestigio cultural, los calcos publicitarios —“I love NY”— imponen fórmulas ajenas: presencia obligada del sujeto ante un glifo en corazón que reemplaza el verbo sin terminación.  En cambio, “me” califica por su indistinción entre el complemento directo e indirecto —el “me” castellano— al igual que por ser el objeto de una preposición, “a/para mí”, y la excepción anómala del “conmigo”.  Además, para rompecabezas de los puristas, “me” se utiliza también como sujeto —en vez de “I” en el habla popular— pese a los regaños de cualquier gramática refinada.

Se concluye con las fórmulas siguientes que invalidan toda traducción directa: I/me = yo + me = me, mí, conmigo (forma castellana defectiva).  Estas fórmulas se simplificarían de ejemplificar la segunda persona, la cual en inglés prescriptivo no distingue entre el singular y el plural, “you” —salvo en el uso coloquial “you-guys/all”— ni tampoco diferencia entre el sujeto, el complemento y el objeto de una preposición.  “Tú ti te contigo/Uds. se les… = you”…  Si entre dos lenguas indo-europeas no existe equivalencia unívoca, menos aún se presentaría entre el castellano y el náhuat-pipil.

II.  Myself

En seguida, el reflexivo “myself” no sólo carece de toda función gramatical —“me, yo mismo, mí mismo”— sino utiliza un adjetivo posesivo, inexistente en el pronombre castellano —mi ego/yo/persona— el cual complicaría el albur inicial (véase la fórmula lacaniana: “moi, mon je et mon ego”, sin mención de “me”, por el enfoque hacia el Otro borgeano que se liga conmigo).  Aún más, los reflexivos castellanos no se traducen como tales en inglés, que prefiere expresar el movimiento de los objetos en el espacio (in/out/up/down…).  La equivalencia gramatical de una rúbrica —reflexivo— no implica una semejanza en la sintaxis de ambas lenguas.  Sólo la interferencia creativa de un Spanglish invertido —ingleñol— diría “(I) sit myself” o “(I) bath myself” como se expresa “te llamo pa’trás” en calco de “I call you back”.  La sanción purista por violar la ley gramatical no invalida el hecho, en una discusión perpetua entre el ser y el deber-ser de lo real, así como entre el hecho y su reflejo o representación, a veces especular e invertida.

III.  Yo mí me conmigo

Para continuar, si el refrán inglés acentúa el enlace entre el triple pronombre del hablante y su referencia única, el dicho castellano juega con el sentido “I cuddle/pamper with myself/me”.  El ingenio de la lengua destaca el más clásico triángulo semiótico según el cual el sonido (“mí me”) remite al sentido (“mimé”) para arraigarse en lo real (“ego/yo”), sea una realidad objetiva o imaginada: sonido-sentido-referente/hecho.   No habría referencia —arraigo en lo real— sin un sentido, sea cultural, político, religioso u otro.

La referencia más simple —la mención directa del hablante— no existe sin un albur.  Su significación contingente no sólo evoca el regodeo narcisista de la razón, mimándose al conocer y al reconocerse en el acto de habla.  También recuerda que, sin ese goce sublime del Yo/Self, la relación con el mundo factual —el trecho del dicho al hecho— quedaría truncada.

 

En resumen, si no existe una transferencia directa del pronombre del hablante —la primera persona singular— del inglés al castellano, viceversa, con mayor razón el idioma nacional salvadoreño discreparía con la lengua indígena más importante, el náhuat-pipil, la cual pertenece a la familia yuto-azteca/nahua extendida desde el oeste de EEUU, Utah y California, hasta Nicaragua.

IV.  Del Otro en su tekhne

En náhuat-pipil, “naja, ni-, nech-, nu-“ glosaría acaso el “yo mí me conmigo” y el “I, me, and myself “ (nehuatl/ne, ni-, nech-, no-, en náhuatl-mexicano).  De inmediato, se anota la discrepancia de un pronombre independiente, naja, y tres prefijos, uno de sujeto, otro de complemento y el tercer adjetivo posesivo o genitivo, los únicos con marca de caso o función gramatical.  De manera estricta, naja no significaría “yo” pues carece de una función gramatical nominativa, la de sujeto.  Su glosa más cercana la aclara el pronombre independiente moi en francés, el cual carece también de un nominativo explícito.  La traducción obligatoria —pronombre independiente de la primera persona singular— no olvidaría el rasgo ausente en castellano: la carencia de un caso gramatical preciso: naja … ne chuulet nech-chiw-tuk contar, “es-yo/es a mí (que) el viejo me contó” (los ejemplos provienen de L. Campbell, 1985, aun si modelos similares se encuentran en L. Schultze-Jena, 1935/2014).

Las tres declinaciones restantes especifican el caso, pero —al hallarse ligadas directamente a la palabra— detallan una nueva distinción radical con toda lengua indo-europea.  Se trata de índices pronominales —de prefijos— que se encadenan directamente a una palabra e, incluso, para el de sujeto, también a una nominal como a otra verbal: ni-takat, “yo-hombre; soy hombre”; ni-chuka, “yo-llor; lloro”.  La traducción estándar no debería empañar la simetría lógica de ambas oraciones : X – Y= Argumento/Sujeto – Predicado.  Esta primera característica sintáctica se llama omni-predicación, la cual define a casi toda palabra náhuat-pipil como predicado (Y) que le atribuye un rasgo particular a su argumento o sujeto (X).

No sólo el sustantivo y el verbo se unifican en su función predicativa común, inédita en los idiomas indo-europeos.  Además, las funciones gramaticales se marcan únicamente al interior de la palabra.  Fuera de ella existen otros principios  —posesión y correferencia— que regulan la relación entre los elementos sin subordinación sintáctica.  Naja ni-Rafael, “es-yo, yo-rafael; soy yo, (quien es/soy) Rafael” (donde naja y ni- se vinculan por correferencia, como naja y nech- en un ejemplo precedente).

Esta segunda característica se llama en inglés “head marking language”, es decir “lengua marcada al centro (rector)”.  Tanto el sujeto, ni-, como el complemento directo e indirecto, nech- —la distinción castellana “yo” – “me (ti-nech-ita-k, “me viste”; nech-ilwia, “me dice”)”— desaparecen fuera de la compleja palabra verbal.  Además, existe un sufijo aplicativo, -lia, que señala al prefijo en su neta función de complemento indirecto, al igual que refuerza la tipología de “lengua marcada al centro (rector)” —nech-ajkwa-ilij-ket tumin, “me dejaron dinero (me-dejar-aplicativo-pretérito/plural es-dinero)”— ya que el dativo se marca al interior de la palabra verbal.  Más aún, como en inglés, no existe “mí”, la forma pronominal, objeto de una preposición.  Pero esta ausencia no responde al mismo principio gramatical, ya que en náhuat-pipil (casi) no hay preposiciones.

Desde mediados del siglo XX, la lingüística comparada establece que un rasgo común a las lenguas mesoamericanas lo expresan los nombres relacionales que sustituyen las preposiciones, desarrolladas quizás bajo la influencia del castellano.  De tal suerte, “está conmigo” se glosaría ø-nu-wan, “es mi compañía”, oración que restituye el genitivo, como en el inglés myself, pero que señala también el reemplazo de la preposición, “con/with” por un nombre relacional, “ser compañía de”.  Además, se anota que la marca del sujeto (ø-) y la del genitivo (nu-) las señalan dos prefijos que confirman al “centro rector” —“head” en inglés técnico—  como el único portador de las funciones gramaticales (no se comenta que el índice reflexivo, mu-, se utiliza como tal para todas las personas (ni-mu-talia, “me siento; yo-reflexivo-sentar”; ti-mu-talia, “te sientas; tú-reflexivo-sentar”), ni se anota nu/naja-san/nu-seel, “mi/yo-solo/mismo”).

En síntesis, la referencia universal al hablante no se distribuye de manera semejante en las tres lenguas esbozadas —inglés, castellano y náhuat-pipil.  Estas disparidades gramaticales explican contrastes drásticos en la tipología lingüística.  Un idioma flexional (verbo conjugado para casi cada persona) y a concordancia cohesiva (género y número en el artículo, adjetivo y sustantivo) —el castellano— contrasta con otro que privilegia la economía por aposición, el inglés.  Ambos se oponen gramaticalmente al náhuat-pipil cuyos rasgos de omni-predicación, marcación en el centro rector, nombres relacionales, etc. establecen una tipología particular para el euro-centrismo.

V.  Coda

La cuestión a resolver no consiste en afirmar la equivalencia lógica-formal de todas las lenguas del mundo.  El tajante “it’s the same fact” —referencia sin sentido; meaningless facts— se utiliza para descalificar la diversidad de enunciados culturales y lingüísticos que convierten lo uno en lo múltiple.  Los sentidos múltiples (2+2=10-6=…) —incluso antagónicos— remiten a una referencia única (4), casi siempre en un mundo en disputa.

A lo universal se accede por lo particular —al lenguaje humano por las lenguas diversas; al ser por el estar.  Por ello, el mismo hecho —el que habla— no sólo recibe apelativos múltiples en un mismo idioma.  Los regodeos del albur recuerdan que al ente más inmediato —al hablante, I/yo/naja— no lo capta sino su escisión gramatical en sujeto, complemento, objeto, reflexivo, independiente neutro.  A la vez, esta división en el punto de arranque de la palabra tampoco la unifica la diversidad de idiomas.  Así se acentúa lo múltiple como hecho constitutivo de la unidad.  Lo uno en lo múltiple implica lo diverso en lo uno, en una coincidencia de los opuestos.

Por tal razón, desconocer el arte de las letras —la tekhne de la gramma del Otro—inculca un descuido del Yo.  El Selfie o egoísta actual desdeña al Tú, al Otro que le otorga su subjetividad plena por el acto de habla, en un diálogo siempre inconcluso.  Contra una episteme en boga, no basta escribir poesía, ya que soterrada existe otra tekhne, un ars más ampliamente disgregado en un largo olvido.  De esta arqueología —palabra (logos) de los inicios (arkhe)— aflora una sabiduría (sophos) del amigo (philos) náhuat-pipil, hasta ahora relegada.

 

Cuadro comparativo de Ego

                                             inglés           castellano       náhuat-pipil

Sujeto/nominativo                   I/me         yo       ni-

—-        sufijo verbal       —-

(-o, presente)

Directo/acusativo                   me       me       nech-

—       a mí       —

Indirecto/dativo                   me         me       nech-

to/for me      a/para mí       —

—       —       -lia

Reflexivo

con caso y persona                   —       me/yo-mí mismo    —

con caso, sin persona                 —       —       mu-

sin caso, con persona                 myself       —       nu-seel/san

Preposicional                   me       mí/conmigo       —-

Nombre relacional                   —       —-

Pronombre independiente          —       —       naja

sin marca de caso

Ver también

Ilustración de Iván Alvarenga. Sin título. Portada Suplemento Cultural Tres Mil, sábado 14 diciembre 2024