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DELIA ELIETH KANE Y EL BAÚL DEL TÍO CHEMA

Armando Díaz

Escritor

DE EL CHILAMATAL  A  ARMENIA

Dolores Díaz,  en la Estación del Ferrocarril de El Chilamatal, en espera del Tren que vendría de Santa Ana. Iba rumbo a Armenia, con sus hijos, una niña y un niño, y tres meses de embarazo. Un día antes había llegado Raúl, compañero de su esposo Mariano Rodríguez, a advertirle que abandonara la ciudad y se dirigieran a Armenia, y llevaran sólo lo necesario para el viaje.

Los sucesos, que trataran las siguientes páginas, inician con el levantamiento o, insurrección indígena de 1932, acción realizada, para reivindicar las tierras, que cincuenta años atrás, se les había despojado. La insurrección estaba siendo reprimida, en San Salvador habían capturado y fusilado a la dirigencia del Partido Comunista: Farabundo Martí, Mario Zapata y Alfonso Luna, entre otros. A estas alturas de febrero, se conocía que Miguelito Mármol, de milagro se había salvado, creyéndolo muerto la tropa de fusilamiento, logró huir por los bosques del Cerro San Jacinto. En el occidente del País, en Izalco había sido ahorcado el dirigente indígena Feliciano Ama y Francisco Sánchez, y  muchos más.

-¡Dolores, Dolores, soy Raúl¡

-¿Qué ha sucedido?, ¿qué le ha pasado a Mariano?

-De pronto está bien, esta refugiado en algún lugar, sólo eso le digo, vengo por iniciativa de su papá.

-¿Qué instrucciones traes de mi papá?

-Don Cristóbal, me dijo que, Mariano está herido, pero no es grave, que viniera al Chilamatal, para llevarla a Armenia, a casa de una amiga, de la cual no me dio la dirección, sólo me dijo que se llamaba Rosa Henríquez, y que la instalara en algún mesón, para mientras se comunicaba con Rosa, sólo sé que administra una tienda de una Hacienda.

-¡Niños despierten!,… Raúl, estoy muy preocupada y afligida, ¿qué será de nosotros?

-Tenga valor Dolores, recuerde Mariano es veterano, usted lo sabe, en Nicaragua ganó experiencia y fue adiestrado en México.

Pronto estuvieron en el tren rumbo a Armenia, al llegar al cantón Sitio del Niño, de San Juan Opico, transbordaron el tren hacia Armenia, y la otra máquina, rumbo a San Salvador.

-¿Raúl por qué tan inquieto? –Le indagó Dolores.

-No se preocupe, actúen con naturalidad, no podemos dar sospechas a la tropa que está revisando a los pasajeros, que van y vienen, por eso le pedí que la niña llevara mis pistolas en su muñeca de trapo.

-Yo soy muy miedosa Raúl, sin embargo, en este momento me siento con valor, porque son más importantes mis hijos, que el miedo que pueda sentir, así que usted no se preocupe que voy tranquila, a pesar de lo que hemos visto, al pasar el tren por todos esos montes.

-Sí, llenos de hombres y mujeres colgados y regueros de indígenas muertos, a lo largo de la campiña cercana a la vía férrea. Debe consolarse, a esta hora, andarán buscando a Mariano en la casa del Chilamatal. Cuando el tren pare en Sacacoyo y en Armenia, que los niños, no se levanten de sus asientos, sin mis indicaciones.

-De acuerdo Raúl

El paisaje se había vestido de sangre indígena, miles de ellos habían sido fusilados, muertos a machetazos, ahorcados y vejados; algunos pudieron refugiarse en las montañas próximas, para proteger sus vidas. Los militares se ensañaron con gente indefensa, que lo único que reclamaban les devolvieran las tierras arrebatadas por los extranjeros, entre conservadores y liberales, que se disputaban el poder político y económico. Habían guerreado entre sí, ocupando al indígena de carne de cañón; en 1881 y 1882 en forma descarada, emitieron decretos para repartirse las tierras comunales y ejidales, que los indígenas, la Iglesia y los cabildos, poseían.

Llegaron al mediodía a Armenia, se instalaron en mesón de la ciudad.

-Voy al telégrafo –dijo Raúl-, le mandaré recado a Don Cristóbal.

-Bien Raúl.

-Dolores, antes quiero entregarle cuarenta bambas que su papá le manda, creo que son suficientes para cubrir gastos por seis meses, y por nada del mundo se muevan del mesón.

Don Cristóbal Díaz, hizo los arreglos pertinentes y se instalaron en casa de doña Rosa Henríquez, en la ciudad de Armenia. Rosa, como de cuarenta y cinco años, no había tenido hijos, así que, para ella era una alegría tener a Dolores con sus hijos en sus propiedades. Rosa vivía en la Hacienda San Andrés, era la encargada de administrar la tienda donde compraban los colonos.

De Mariano Rodríguez, no se supo más, ocurrieron hechos confusos, su paradero era incierto, por lo que Dolores lo recordaba con extraña resignación, se habían conocido en los círculos de los artesanos de San Salvador de esa época; Mariano de origen santaneco, hijo de un músico de buena fama en Santa Ana y de igual nombre. Adelina nació el 11 de julio de ese mismo año. Mario y Adelina, son los hijos de Dolores, que a la vez, son de Mariano Rodríguez; siendo el padre de Delia, Francisco Vargas, de nacionalidad costarricense, que por la gran represión, no volvió a ingresar al País.

Dolores, que no había cumplido los treinta años de edad,  tuvo una muerte repentina, a los cuatro años de haber llegado a Armenia, don Cristóbal fue a Armenia a su entierro, y quiso traerse a los niños. Doña Rosa, se los llevó para la Hacienda San Andrés, no sin antes suplicarle a don Cristóbal, le permitiera tenerlos y darles educación y todo lo necesario, porque como madrina de los tres, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, le daba el deber y el derecho, de cumplir con el mandato adquirido con el sacramento de bautismo.

-¡No te los lleves Cristóbal! –le suplicó Rosa-, ellos son mi adoración, aquí no les falta alimentos, ropa, en fin, tienen todo.

-Son mis nietos y necesitan estar cerca de la familia, -le hizo ver don Cristóbal.

-Te lo suplico Cristóbal, soy madrina de los tres, también tengo un deber moral, estaría en pecado si evadiera mi responsabilidad para con Dios, por eso siempre digo; ama a tu prójimo como a ti mismo, mi conciencia me permite actuar con justicia.

Don Cristóbal, no adivinaba las miradas que hacía Delia, que a la vez, la niña, no se atrevió a decir palabra alguna, puesto en cuanto a recursos no había porque preocuparse, solo el sentimiento de familia la animaba a irse con su abuelo, pero sabía que en las decisiones de los mayores, en ese tiempo, ni siquiera se podían observar, aunque fueran en relación de la misma vida de ella y de sus hermanos.

-Está bien Rosa, te dejaré los niños, sólo déjame estar a solas con ellos.

-Claro que sí, te podes despedir de ellos, sin preocupaciones. Vengan niños, Cristóbal quiere despedirse de ustedes.

-Abuelo –dijo Delia- , ¿por qué nos dejas?, nosotros somos tu familia y apenas tengo diez años de edad, y Mario y Adelina, necesitan cuidados y cariños de familia, no de madrinas.

-Rosa me ha prometido, que les dará estudios y que nada les faltará, tengan paciencia, pronto crecerán. Por cualquier razón que se presente, les dejo la dirección de mi casa en San Salvador, ya saben que trabajo en el Palacio Nacional, todos los empleados me conocen, te dejo diez tostones, guárdalos es posible que los necesites para algo urgente.

Delia, lo que no sabía, que Mario y Adelina, sí le tenían cariño a la madrina Rosa, porque sabía que los protegía y cuidaba y la daban como a una madre. A los pocos meses de la muerte de Dolores y de la promesa de Rosa, la situación de los niños se fue transformando, de una aparente satisfacción de tenerlos Rosa con ella, a una carga real, porque no se trataba sólo de recursos; sino, ellos iban creciendo y con ello el cambio de actitud de los niños y el vacío de autoridad por la muerte de Dolores.

-Ven Delia, ven niña malcriada, quiero preguntarte, ¿por qué has cambiado tanto? ¿qué males les ocasiono?, no ves como me sacrifico por ustedes.

-No madrina, no es como usted dice, -le contestó Delia-, a nosotros nos hace falta nuestra madre, debe comprender, usted es la que está cambiando, se ha vuelto muy regañona, parece que nunca nos ha querido.

-¿cómo te atreves a hablarme así?, todavía eres una niña mocosa, anda a lavar los platos, lava la ropa, y después tienes que ir al pueblo a hacerme un mandado.

En cierta ocasión, tres años después,  Delia consolaba a sus dos hermanos, primero por la falta de la madre y segundo, porque según lo percibía Delia, ya no eran bien vistos en aquella casa.

-Mira Marito, ya no aguanto a esta señora, demasiado nos maltrata, nos hace trabajar mucho, todo ha cambiado desde que murió nuestra madre.

-Pero Nena, -que así la nombraban sus hermanos-, Lina y yo, estamos muy pequeños, nos da miedo, y además la madrina a nosotros no nos molesta, es a vos que te exige que te comportes mejor.

-Tienen razón.

Apareciendo en el acto Rosa para reprenderlos.

-¿Qué están tramando, niños desagradecidos?, yo soy su única familia en este mundo, no desobedezcan y hagan más oficio, en esta casa, cada tortilla se paga con sudor.

-Ya lo sabemos, y no somos mal agradecidos, es que a Lina se le ha perdido la muñequita de trapo, y no sabemos dónde está.

-Pues búsquenla bien, que no aguanto tanto llanto.

La actitud de Rosa, era una mezcla de inconformidad, porque los niños, no podían asumir el oficio requerido por ella, se sentía defraudada y los recursos le mermaban manteniendo a los niños, que al fin, eran sus ahijados nada más. Rosa, ya estaba padeciendo de la menopausia, se irritaba con facilidad y hasta lloraba sin causa visible. Delia por su parte, ya de trece años de edad, empezó a encontrar la forma de viajar a San Salvador y contarle todo al abuelo Cristóbal.

DE ARMENIA A SAN SALVADOR

La vida en la tienda era muy complicada, porque Rosa imponía disciplina muy fuerte, y tenía un carácter de los mil diablos. Delia no encontraba la manera de plantearle a Rosa, que deseaba irse a vivir a San Salvador, pensó, que esta idea no iba a funcionar que, por lo contrario les tendría vigilados.

-Ya sé cómo voy a hacer, pongan atención –les dijo Delia a Mario y a Lina-, primero, para que la madrina no se dé cuenta, no hay que contarle a nadie, de nuestra intención; segundo, para no perder tiempo, solamente yo voy a viajar, para que luego el abuelo venga por ustedes.

-Entonces, ¿cómo vamos hacer? –Preguntó Mario-, si no nos permite alejarnos de la casa.

-Puede ser en la madrugada, después de almuerzo cuando hace la siesta, o más tarde no, porque tengo que tomar la camioneta muy temprano, para llegar a las doce del mediodía a San Salvador, entonces tiene que ser de madrugada, antes que despierte.

-Pero Nena, la madrina es madrugadora, ¿cómo, es difícil?

-Ella es madrugadora, pero nosotros no lo somos, ¿entienden?

-Ya casi Nena, -contestaron Adelina y Mario, sin haber entendido de verdad.

La finca, situada a una legua de la ciudad de Armenia, casi en los suburbios. Delia, entonces tenía que contar el tiempo, en recorrer la distancia y la hora de salida de la camioneta,  y el momento, que ocupaba  Rosa para estar preparada para las faenas del día.

-Niños levántense ya, vengan a desayunar, se hace tarde, son las siete de la mañana.

-Ya vamos madrina –grito desde adentro Mario, acercándose a la puerta y yendo al corredor, cerca de la mesa del comedor.

-¿Y la Delia y la Lina?, -preguntó Rosa alarmada.

-Yo aquí estoy, ya voy madrina –contestó Adelina, tímidamente, en espera del descubrimiento.

-¿Y la Delia?, ¿por qué no se levanta?

-No lo sé madrina, ahí está en la cama.

-Vamos a ver, si no se levanta esta haragana –llevando en sus manos una correa, para golpearla.

Golpeando lo que ella pensaba, que era el cuerpo dormido de Delia, llevándose la sorpresa, de que, lo que se movió, sólo fueron colchas y almohadas, que habían disimulado un cuerpo en la cama.

-¡Mario y Adelina, vengan! –gritó Rosa.

-¿A qué hora se fugó Delia?, ¿qué no se dieron cuenta?, sino me dicen dónde está, la van a pagar muy caro, bichos desconsiderados.

-Anoche estaba hablando que quería ir a la quebrada –dijo Mario, queriendo esconder la verdad.

Adelina, con una sensación de lástima y miedo a la madrina Rosa, intervino:

-No se fue a la quebrada madrina, iba para donde el abuelo.

-¿Para San Salvador? ¿a qué hora se fue?

-No lo sabemos –dijeron Mario y Adelina, asustados.

Rosa, empezó a dar gritos descontrolados de cólera, por toda la casa, llamando a un caporal, para que ensillara su caballo de inmediato.

-¡Pronto Anacleto! –Que así se llamaba el caporal-, ensilla mi caballo.

-Pero doña Rosa…

-¡Pronto he dicho!

-Pero doña Rosa…

-¿Qué me quieres decir?, ¡animal bruto!

-Que la niña Delia, se llevó su caballo, yo la vi, y me dijo, que deseaba dar un paseo antes del desayuno, y yo le creí, y ¿por qué no le iba a creerle?

-Entonces, anda al establo y tráeme cualquier caballo.

Anacleto cumplió la orden de prisa, olvidándose socar la cincha de la montura, de suerte para doña Rosa, que ya llegando a la ciudad de Armenia, sintió floja la montura y cuando se agachó para ver por la panza del caballo, en ese momento resbaló al suelo. Delia había dejado el caballo, en la casa de la ciudad, como era costumbre. Rosa llegó a la casa y dispuso regresar a la finca, no sin antes, redactar un telegrama para don Cristóbal.

“Delia, fugarse esta mañana, para San Salvador”, y pagó medio real por el telegrama.

-¿Para dónde vas niña?, -le preguntó una vendedora de nísperos, que viajaba en la camioneta, en el mismo asiento, a la par de Delia.

Delia muy lista, le contestó así:

-Vivo en la Hacienda San Andrés y mi madrina Rosa, que es la administradora de la tienda de la Hacienda, como está muy enferma de la edad critica, quiere conocer cómo hacer para que le den consulta en el Hospital Rosales.

¡-Hay mi hija!, y ¿cuántos años tienes?

-Tengo trece años –contestó Delia.

-No, ¡trece años! –con admiración de la señora-, eres tan menudita, que parece que tienes nueve años.

-¿y tus papás?

-Ellos ya murieron, bueno, hay uno que está vivo

-¿cómo es eso?

-Mi verdadero papá está en Costa Rica, de apellido Vargas, vino, según dicen, a ayudar a El Salvador, en la segunda vez, no lo dejaron entrar,  sólo eso sé señora, mi papá Mariano es el que murió y ahora estamos con mi madrina Rosa.

Al fin la señora de los nísperos, dejó de indagar, continuaron con una plática tan natural, que cualquiera podía pensar, que se trataba de madre e hija, lo cual percibió Delia con rapidez, tranquilizándose por todo el viaje. Llegando a San Salvador a las once de la mañana, de octubre de 1940.  La ciudad estaba muy tranquila, a excepción de las primeras noticias de la segunda gran guerra europea, que mantenía en expectativa a la población, que comentaban los hechos bélicos. Delia, con una pequeña orientación en el centro de San Salvador, pronto dio con el Palacio Nacional, quedándose boca abierta de ver  la belleza del edificio, dudó entrar al ver los relucientes pisos de mármol, hasta que el conserje la hizo pasa hasta la oficina de don Cristóbal.

¡-Abuelo!, ¡abuelo!

-¡Nena!

Y la niña soltó el llanto

-Tranquila hija, ya no llores, dime ¿vienes sola?, ¿qué te ha pasado?

-Nada malo abuelo, estoy feliz de verlo abuelo.

-Yo siento una gran alegría en verte, ya eres una señorita, has cambiado mucho, ¿cómo están Mario y Adelina?

-Ellos están bien abuelo, vaya a traerlos abuelo.

-Pero, si la Rosa los quiere mucho y no padecen privaciones, tiene cómo mantenerlos, no sé por qué tú te has venido.

-Abuelo a mi me harán falta, porque yo me quedo con usted.

-Bien, mandaré a tu tío Alfonso, antes de que se vaya para Panamá.

-¿Para Panamá?, ¿qué es eso abuelo?

-Luego te explico

EL TÍO ALFONSO EN ARMENIA

A la semana siguiente el abuelo, dispuso mandar a su hijo Alfonso a Armenia, a la Hacienda San Andrés, y traerse a Mario y Adelina.

-Tío, hágame el favor de traerme unas fotografías, que dejé olvidadas.

-Todo lo tuyo, lo traeré, no te preocupes.

Al llegar el Tío Alfonso a Armenia, en la Hacienda San Andrés.

-Hola Alfonso, ¿vienes a ver a los niños?

-No doña Rosa, vengo a llevármelos, son instrucciones de mi papá.

-¡Hay Alfonso!, de seguro Delia, les ha puesto los pelos de punta, contándoles mentiras.

-No precisamente doña Rosa, es que los tres son hermanos y mi papá dice, que tienen que criarse juntos.

A todo esto los niños, que no conocían al tío Alfonso, estaban cerca, sin darse cuenta que andaba haciendo el señor visitante.

-Ven Alfonso, obsérvalos, ahí están, ¿cómo los ves?

-Bueno, yo los veo tranquilos, ni dan muestras de inconformidad.

-Te los presentaré, platica con ellos, pero sí, tómales el parecer, ellos tienen que escoger.

-Mario y Adelina, vengan, este señor se llama Alfonso, es hijo de su abuelo Cristóbal, o sea, es tío de ustedes, y ha venido para que se vayan con él a San Salvador, donde el abuelo.

Los niños, se quedaron quietos, extrañados, y retrocedieron.

-Acérquense por favor, soy el tío Alfonso.

-Díganos señor. –Reaccionando Mario.

-Su abuelo Cristóbal, quiere que se vayan a vivir a la casa de él, en San Salvador.

-Madrina, ¿por qué, no nos dijiste?, -otra vez Mario.

-Vean hijos –les dijo Rosa-, sino se quieren ir, no se vayan

-Mi papá quiere que se vayan conmigo –dijo Alfonso.

Adelina que era más despierta que Mario, a pesar de ser de menor edad, puyaba a Mario, para que en coro dijeran, lo que susurraban ente si.

-¡Madrina, no nos queremos ir! –En coro, ambos niños.

-Doña Rosa, no puedo irme sin ellos –dijo Alfonso.

-Entiende Alfonso, Cristóbal eso es lo que haría, ¡entenderlos!, déjalos, que aquí nos les hace falta nada, y cuando tengan edad de comprender, ellos buscarán su destino, pero por de pronto, no quieren irse, es más a mi me reconocen como mamá y yo los acepto, como los acepté, cuando murió tu hermana Dolores.

-Me parece bien doña Rosa, pero vengan sobrinos, quiero abrazarlos –Extendiéndoles Alfonso los brazos y agregando algunas lágrimas de cariño.

Alfonso, regresó al día siguiente, comunicando a don Cristóbal el suceso, y don Cristóbal satisfecho por la voluntad de Rosa, de velar por el bienestar de los nietos. Don Cristóbal hizo recuerdos de aquel año fatídico, a veces se recriminaba, por no haberle advertido a Dolores, e imponerse como padre, porque sí había logrado percibir los acontecimientos del año treinta y dos, y las consecuencias para la familia. Lo que don Cristóbal, no podría nunca percibir, que los hilos del destino, son extraños y misteriosos, muy incomprensibles aún después de muchos años.

EN LA COLONIA GUATEMALA

Delia, ya en poder de don Cristóbal, sus parientes le dieron en llamarle simplemente Nena. En la casa de la Colonia Guatemala, que además de don Cristóbal, vivía el tío Alfonso, con su esposa Transito Pineda, Carmen Pineda hija solamente de Tránsito y Alfonso hijo. El hijo de la tía Esther, Carlos Díaz. En los días de navidad conoció al mayor de los hijos de don Cristóbal, el tío José María, profesor de profesión, lo mismo a Guillermo, hijo de José María, que era su primo, un niño que andaba por los seis años. El tío José María, mantenía en un cofre, en la casa de don Cristóbal, ropa de su uso, para los días de vacaciones, las cuales alternaba, entre San Salvador y Santa Cruz Michapa, en dicho cofre, había suficiente espacio, empezó a ocuparlo Nena, para sus escazas prendas de vestir, y otras cosas personales de su propiedad. Muy pronto Delia, identificó al tío José María, como alguien en quien buscar consejos a falta de una figura paterna, siendo el tío el apoyo principal después del abuelo Cristóbal.

-¿Tío Chema, puedo pegar las fotografías en la parte interior de la tapadera del baúl?

-Si ya las pegaste, otra vez, pide permiso con tiempo, no te das cuenta que ahí se te pueden arruinar y no podrás despegarlas sin dañarlas.

-No importa tío, peor es que se me pierdan, con el tiempo quizá las arranque con todo y tabla.

-Mi papá me ha encargado que te de clases, ya que perdiste el año, debo hacerlo antes de regresar a Sensuntepeque, donde trabajo como profesor.

-El abuelo ya me lo había indicado tío. Con Carmen Pineda, iremos a la misma escuela este próximo año.

-Espero que te cuide, pues ella es muy frondosa para su edad.

-Ella dice, que solo va a terminar la primaria y trabajará en la Fabrica León, la de los turcos.

-Bueno, tengan cuidado.

-¿Por qué tío?

-El ejercito patrulla las calles y pueden haber momentos de peligro. Al iniciar enero, regreso a Sensuntepeque.

DÍAS DIFÍCILES

Los días eran difíciles, la segunda guerra en su apogeo, y la inconformidad de los salvadoreños por la dictadura de Hernández Martínez, que provocaba sublevaciones, que eran reprimidas de inmediato, los fusilamientos eran comunes, las persecuciones y la represión política, era lo predominante. La Huelga General de brazos caídos provocó en 1944, que  el General H. Martínez abandonara la presidencia.  Un año después terminó la segunda guerra mundial, eventos sobre los cuales hay una vasta información. La curiosidad de juventud no se puede esconder y detener, en esos días con Carmen Pineda y Nena, estaban al tanto de los movimientos insurreccionales del 2 de abril de 1944, y fueron testigos de la Huelga de Brazos Caídos, que hizo que al fin renunciara el 9 de mayo el dictador Martínez.

Nena empezó en 1945 a trabajar en la Imprenta Lud Dreikorn, estando en la flor de su juventud, encontró en el lugar de trabajo a su compañero de vida, separándose de la protección de don Cristóbal su abuelo materno, se fue a vivir a Mejicanos, naciendo en septiembre de 1947, su única hija Edith. A partir de ese momento se fue independizando, no se había casado con el fulano, con el cual se separó antes que terminara el año de 1949 y regresó a la casa de la Colonia Guatemala.

-Buenas tardes abuelo Cristóbal

-¿Qué te ha sucedido?

-Me caí

-Sólo la cara pusiste, ¿y la niña?

-No quiso salir de la casa de Mejicanos, se encaprichó y no me hizo caso abuelo.

-¿Tuvo miedo?

-Creo que sí, mañana iré a traerla, porque me vengo nuevamente para su casa abuelo,

-No, que vaya Mario a traerla, a él no tiene que oponérsele, y son mis órdenes y punto.

-Gracias abuelo.

-Ya es tiempo que te estabilices y pienses en tu progreso, claro con mi apoyo.

Al día siguiente llegó Mario a la casa de Mejicanos, encontrando a Edith, sentada en la acera desde que se había levantado por la mañana, posiblemente esperando que llegara su madre. Recién había cumplido los dos años de edad.

-Edith, vengo a traerte, dice el abuelo que te está esperando, lleva sólo lo necesario.

-Espere un ratito tío. Llegando donde Cristóbal pasado el mediodía.

CAMPAÑA DE CORONEL OSCAR OSORIO

Estaba por iniciarse la fase preelectoral de las elecciones presidenciales de 1950. El Tío Chema, en el año1945, solicitó traslado a Delgado y en 1948 a Apopa, donde había decidido establecerse definitivamente con su familia, que había crecido con tres hijos más, ya las circunstancias lo ameritaba, una estabilidad para que los niños crecieran en un ambiente tranquilo y sano. Para entonces, el baúl que mantenía donde su papá fue parte del mobiliario adicional que necesitaba, de igual manera, ahí se mantenían pegadas al interior de la tapadera las fotografías que Nena había pegado diez años atrás, cuando recién había llegado de Armenia y que aún era una niña. Entonces el baúl formó parte de la familia del profesor y Nena siempre preguntaba cada vez que el Tío Chema visitaba a don Cristóbal, como si tuviera vida propia el tal baúl con las fotografías pegadas en la contratapa del mismo.

Suerte o fatalidad, Nena, fue invitada por su abuelo, porque así se lo había solicitado el Coronel Oscar Osorio, ya que a diario el Coronel estaba en el Palacio Nacional desde que era miembro del Consejo de Gobierno que había derrocado al Coronel Salvador Castaneda Castro (mica polveada) el 14 de diciembre de 1948. Nena, con su carácter vivaz y maduro visitaba al abuelo en el trabajo en el Palacio Nacional, lo que le permitió ser conocida por el Coronel y futuro presidente de la República, Iniciándose la campaña, comenzó Nena a trabajar en la misma acompañando con otras señoritas el evento electoral, conociendo todo el programa del futuro gobierno o llamada plataforma electoral, que como salvadoreños, sabemos que solamente son plataformas, no promesas que se van a cumplir; sin embargo, no es materia de estas líneas destacar o no, o someter la veracidad las promesas electorales, lo que se quiere destacar que Nena si participó en esa campaña electoral por la presidencias que obtuvo el Coronel Oscar Osorio. Al parecer de Nena, el Coronel, poco a poco se fue alejando de las promesas de campaña, cuando ejercía la primera magistratura del Estado, alejándose Nena del Coronel Osorio por las razones dichas al no cumplir sus promesas, pero eso es harina de otro costal.

AFIRMACION DE IDEALES

Al fin, Nena tenía claro el porqué del viaje de Ciudad Arce hasta Armenia y todos los acontecimientos del 32, año fatídico, año oscuro de nuestra historia. La oligarquía desayunó, almorzó y cenó; cuerpos despedazados de indígenas, se hartaron su sangre, volvieron sus sueños eternos de poderío y explotación, encontraron con Hernández Martínez, el instrumento adecuado para mantener el estado de cosas, que les permitiría aumentar sus capitales y eliminar para siempre los reclamos de las tierras usurpadas, con el genocidio de indígenas,  por medio de el tirano más sanguinario de nuestro País, que sería imitado por los siguientes gobernantes militares. De esta manera, los dueños del poder real, siguieron soñando con Europa, comprarse títulos nobiliarios, convertirse en condes, duques o algo parecido de la aristocracia europea, sí que lo soñaron.

Nena, con diecisiete años de edad, había sido testigo de los acontecimientos del 2 de abril de 1944 y toda la matanza en San Salvador, hasta que el tirano fue obligado a renunciar, la podredumbre estaba ya enquistada en el militarismo. El nombre del estado salvadoreño, sólo era un remedo, una burla al catolicismo, nunca lo construyeron, mucho menos una nación, el estado nació muerto, suplantado por la voluntad de las catorce familias que dominaban al País. Desde la independencia, las camarillas de conservadores y liberales de descendencia europea, intrigaban en busca del poder, menos la construcción de un País civilizado;  sí, constituyeron el engaño del hombre contra el hombre, el Homo Homini Lupus, la máquina más destructora del planeta.  Todo esto lo conocía Nena, y su espíritu de naturaleza rebelde fue acrecentado con el tiempo.

Por su mente recorría el tiempo: soy hija del 32, soy hija del Martinato, del Osminato y de Mica Polveada.  Ahora Osorio, otro fratricida, que persigue, que tortura, es incomprensible, humanamente incomprensible, cómo los hombres se degradan por monedas, ¿por qué gozan con la tortura?, y ahí tenemos a Jorgito Pinto encarcelado, torturado con la capucha, en prisión, todo el pueblo clama su libertad, la maldad es grande; señalar respeto a la constitución, más señales de democracia, es signo de conspiración, viven en constante estado de persecución, y a todo llaman  comunismo.

Nena, empezó a trabajar a mediados de 1950 en el Hospital Rosales, en el departamento de Patología donde conoció importantes profesionales de la medicina, como la doctora Hilda Herrera y estudiantes de medicina, que le permitieron vincularse con la Universidad Nacional, haciendo labor social, aportando trabajo voluntario en la construcción del campus universitario, en la década de los años sesenta. Iban los domingos a hacer ese trabajo de solidaridad. Esta labor le permitió un acercamiento con el Dr. Fabio Castillo Figueroa, en el tiempo de su Rectoría (1963-1967), participando en la campaña de Fabio para la presidenciales de 1967; de igual manera con los hermanos Tony y Schafik Handal y que Edith hija de Nena, recuerda a Tony Handal, con gran cariño.

Mario Rodríguez Díaz, hermano de Nena, empezó a trabajar en el mismo hospital, haciendo amistad con Joaquín Machado Estrada, enfermero de profesión, un apopense de gran carisma, un actor nato que fue parte del elenco que representaban las Pastorelas antes de 1960. Es así, como Mario, se casó con la hermana de Joaquín, llamada Fidelina, con la que tuvo tres hijos, una niña y dos niños. Con el tiempo Mario y Fidelina se separaron, se supone que Mario se fue a Guatemala de donde nunca regresó, esta actitud, es posible, tendrá que ver con su niñez, sin padre, con un identidad familiar encontrada demasiado tarde.

El País salía de una y entraba a otra dictadura, otros estilos de represión, siempre brutales, los días del Coronel José María Lemus en la presidencia se caracterizaron por más represión, más obediencia al imperialismo norteamericano en el marco de la guerra fría. Las manifestaciones crecieron y a finales de 1960, en octubre es depuestos el Coronel Lemus, por medio de un golpe de Estado, sustituyéndolo una Junta de Gobierno, que a la vez le dieron golpe de estado en enero de 1961.

UN AHUACHAPANECO EN NUEVA YORK

Mientras tanto, a finales de 1959, un hondureño y un salvadoreño de Ahuachapán, estaban en Nueva York, en busca del sueño americano, andaban como indigentes, durmiendo en las calles y comiendo lo que pudieran, ese día, llevaban dos días de no probar alimentos, alguien les indicó que fueran a los muelles, a las bodegas de depósitos de bananos, que eran importados de Centroamérica, llegaron a los muelles, se dirigieron a un buque donde les ofrecieron no bananos sino comida formal y les dieron ropa nueva, fueron invitados a subir y unirse a la tripulación con el objetivo de llevárselos al país de origen del vapor, los anfitriones eran cubanos que descargaban mercaderías y cargaban otras, fueron invitados a visitar Cuba y conocer la revolución que se iniciaba con Fidel Castro. El ahuachapaneco era René Valenzuela, que estuvo un año en Cuba, de regreso viajó por España para llegar nuevamente a El Salvador, este accidente del destino lo convirtió en revolucionario.

EL CONTRA GOLPE DE ESTADO

Entró en enero de 1961 la Junta Cívico Militar y todos los dirigentes de izquierda fueron perseguidos, exiliándose algunos en Guatemala y otros en Costa Rica.

Encargaron a René Valenzuela, proteger a Nena, marcharon para Ahuachapán, llegaron a casa de parientes de René, pero fueron avisados que detectives de la policía nacional les seguían la pista y emprendieron hacia Ataco, donde estaba la familia de René, pero a la semana fueron ubicados, logrando escapar por esos terrenos escabrosos, que René los conocía a cabalidad, puesto ahí había crecido, llegaron donde amigos de René que hacían viajes de leña hasta Sonsonate y se disimularon entre los manojos, soportando el frío intenso de la zona más fresca de El Salvador. Recibieron instrucciones en Sonsonate, de regresar a San Salvador, todo estaba preparado para viajar a Guatemala, llegaron a la Capital, donde se les ordenó hospedarse en un Mesón cercano al cementerio general. A los dos días parten para Guatemala al exilio.

EDITH EN APOPA

Don Cristóbal, su protector directo había fallecido en 1955, sólo tenía cerca al Tío Alfonso, que ordenó a su hijo de igual nombre llevar a Edith a Suchitoto, donde la esperaban en la Casa del Cura Párroco de esa ciudad, pariente de Rosa Henríquez, la de la finca de Armenia, que años antes había establecido relaciones fuertes entre el cura y la familia de don Cristóbal. Después, decidieron a los dos meses llevársela al tío Chema, que desde 1948 vivía en Apopa.

PERIODO 1968-1975

Continuaron los acontecimientos, la huelga general de los profesores de 1968, la guerra de las cien horas con Honduras. Un nuevo sujeto político, la Unión Nacional Opositora UNO, las elecciones presidenciales de 1972, el fraude electoral, la persecución de los opositores al gobierno. En esta coyuntura, Nena fue capturada y exiliada a Guatemala, junto con otros reconocidos líderes de la izquierda salvadoreña.

El 19 de julio de 1972, el ejército ocupa e interviene la Universidad Nacional y el 30 de julio de 1975, es la masacre de estudiantes de la Universidad Nacional, que protestaban por la captura de alumnos e intervención del Centro Universitario de Occidente en la ciudad de Santa Ana. La masacre, a la altura del Hospital General del Seguro Social, dejó muchos estudiantes muertos y desaparecidos, casi un centenar que nunca se supo su paradero. La oligarquía, la burguesía y los cortesanos, nuevamente se hartaron sangre y cuerpos desechos de estudiantes. En este País tan pequeño, pero tan pequeño, se descubre que el corazón humano tiene soplos de muerte, esconde los más bajos instintos, la pasión y el miedo se juntan, celebran y adoran la muerte, tal como manifestaba el emperador romano Vitelio que, “la sangre de los romanos era la más apetecida”. Celebraron con buen vino, brindaron hasta la madrugada, se hartaron y de ninguna manera se indigestaron.

 

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