José M. Tojeira
El debate electoral prefiere en general prometer regalías y beneficios para la población en vez de discutir temas estructurales, advice sean éstos de tipo económico social o de profundización de la democracia. Incluso el debate tiende en ocasiones a disfrazarse de grandes frases para disimular el vacío de los contenidos. Una de las pocas excepciones a ese vacío estructural ha sido la propuesta del FMLN de introducir en la Constitución la posibilidad del referéndum. Pero el tema no ha sido suficientemente debatido. Y para maravilla de lo que hay que escuchar, el candidato de ARENA, Norman Quijano, ha dicho recientemente que nuestra democracia no está madura para tener el referéndum como algo presente en nuestra legislación. El tema ha sido analizado y respondido de la misma manera, en algunas ocasiones, por nuestros propios políticos y sedicentes pensadores de derecha.
Este tipo de afirmaciones y análisis no producen más que asombro. Resulta ahora que los políticos de derecha y un sector, por lo visto el más escuchado, de sus asesores pensantes, saben que vivimos en una democracia inmadura desde 1983. Y desde entonces, al menos en el caso del referéndum, hemos sido incapaces de madurar en los cinco años que gobernó la Democracia Cristiana, en los famosos 20 de ARENA y en los cuatro y medio que lleva el FMLN. Y por lo visto el candidato de ARENA desea que sigamos en la inmadurez democrática otros cinco años más, según se desprende de sus afirmaciones. Si recurriéramos a la historia podríamos decir que permanecemos en aquella inmadurez que caracterizó la proclama-acta de la independencia centroamericana pronunciada en Guatemala. En efecto, en aquella acta se decía textualmente que “Siendo la Independencia del Gobierno Español la voluntad general del pueblo de Guatemala… el Sr. Jefe Político la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían temibles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. El miedo que los políticos y sectores pudientes tenían al pueblo parece que perdura en el pánico que nuestras derechas siguen teniendo al referéndum.
Y al final el miedo tiene sus explicaciones. Es evidente que hubiera sido mucho más difícil dolarizar la economía en beneficio de unos pocos, si el tema hubiera tenido que ser sometido a referéndum. Tampoco hubiera sido posible participar en la guerra de Irak si la decisión hubiera sido sometida a referéndum. Nuestros políticos en general han mantenido siempre una supuesta “sana” distancia de los sectores populares. La política ha sido con frecuencia camino de ascenso social, cuando no de enriquecimiento inmoral. Y es precisamente esa política la que se opone a que el pueblo pueda opinar y en algunos casos especiales, decidir lo que pueda o deba ser sometido a referéndum. Echarle la culpa a la democracia diciendo que es inmadura no es más que pasar la bola de los propios defectos a los demás. Porque no es la democracia la que está inmadura en el país. Los inmaduros son los políticos incapaces de aceptar el riesgo de que en algunos momentos la voluntad popular contradiga sus intereses.
Con políticos maduros no hay posibilidad de democracia inmadura. Pero nuestros políticos manejan tanto la madurez como el lenguaje: siempre al propio capricho. Y el candidato Quijano es un claro exponente del uso arbitrario del lenguaje en el que habla, aunque no es el único. Pues todos recordamos al actual presidente diciendo que la partida secreta de la presidencia no era partida secreta. Pero hay que reconocer que Norman Quijano lo ha superado aclarándonos que decir que va a militarizar la seguridad no significa militarizarla, y que quitar el uniforme escolar sólo significa que lo va a entregar más a tiempo que el FMLN. O, la perla entre las perlas, de la que no necesitó ni pedir disculpas porque ya la gente le entiende el lenguaje atravesado, que El Salvador no necesita ingenieros, entre otras profesiones, para su adecuado desarrollo. Y luego su partido se ríe del “profe” porque sólo es profesor y no odontólogo, como el candidato y experto en madurez democrática y lingüística de ARENA.
A estos políticos inmaduros hay que cobrarles lo que dicen, sin distinción de gustos partidarios. Porque de lo contrario, seguirán diciéndonos que somos nosotros los inmaduros y que por eso no nos dan más participación en las decisiones nacionales. Pero a ello se opone la tradición de los grandes medios de comunicación, que procuran casi siempre callarle los defectos al del partido mejor vinculado con el dinero, y resaltar los del contendiente más alejado del poder económico. En buena parte estos “grandes” medios tienen también una seria responsabilidad en la inmadurez de los políticos. En la medida en que callan la pifias de quienes tienen fuertes vínculos con el entramado económico en el que se mueven los medios de comunicación de masas, acostumbran a los políticos a opinar con impunidad o incluso a decirnos que lo blanco es negro y lo negro es blanco con toda tranquilidad. Tratar con tanta amabilidad a los amigos provoca que también los no tan amigos acudan, con menos frecuencia porque son más criticados, a hacer afirmaciones del mismo estilo.
La democracia adquiere madurez con la participación y no negando posibilidades de participar al pueblo soberano.
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