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Democratizar la cultura debe ser una política prioritaria en El Salvador (Parte 2)

Ramón D. Rivas*
Ramón D. Rivas*

Ramón D. Rivas*

Por lo general, tadalafil se considera que las culturas vernáculas son manifestaciones que se oponen a la cultura oficial, y, por lo tanto, no cuentan con el apoyo de las instituciones estatales. La producción de la cultura vernácula se presenta  en el ámbito de lo  popular; y son esas manifestaciones artísticas y de otra índoles que, en principio, se ejecutan por individuos que no cuentan con un estudio o con una preparación específica para bailar, dibujar, pintar o ejecutar música pero también personajes dígase graciosos y los cuenta cuentos que se manifiestan por doquier; pero también otro tipo de personajes como ser; los líderes comunales, los adivinos, los curanderos, las rezadoras, los mayordomos de las iglesias cantonales, etc. En consecuencia, los artistas vernáculos se diferencian de los profesionales en que son dueños de un oficio o un saber específicos. Entonces, en este sentido, los interrogantes son: ¿qué ha pasado en nuestro país? ¿Cómo se trata de revitalizar y pasar de una exclusión cultural del pasado a una cultura inclusiva que se cree y recree para el disfrute y utilidad de todos los que conformamos la sociedad salvadoreña? Todo eso es cultura y es cultura viva.

Hacia la revitalización de la cultura popular

En definitiva, lo vernáculo, después de la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, ha resurgido; y también ese deseo de la gente por saber acerca de su identidad autóctona pero a la vez ese deseo fuerte de apropiarse de ella de su identidad, de su cultura de conocer lo que no conoce pero si siente. Este es ahora un  hecho  latente a lo largo y ancho de nuestra geografía nacional. Manifestaciones como música, danza, literatura, artes plásticas, artesanías, comida, juegos, fiestas…, y  tradiciones específicas de caseríos, cantones y pueblos. Desde el concepto actual de cultura popular y tradicional, se encuentran esta dispersada por todos lados y se manifiesta por doquier como un amplio conjunto de acciones colectivas vinculadas con todos y cada uno de los ámbitos de la cultura que nos identifica como salvadoreños, o, por lo menos, no son extrañas para el pueblo, aunque no las practique. Y es que en nuestro país, podemos hablar de un claro desarrollo de una cultura popular y tradicional; pero también de una cultura transnacional,  producto del contacto con diferentes pueblos, que inició en la época prehispánica, se funde en la época colonial y se sigue elaborando y reelaborando en la etapa actual; y esto es lo que la ha caracterizado, por el hecho de formar un amplio tejido asociativo, centrado en diversas disciplinas. Esto complica el fenómeno en eso de trazar planes de valoración, rescate y conservación de lo que llamamos cultura nacional, que se forma de lo tangible y lo intangible.  A tal efecto, podemos distinguir grandes grupos dentro de la cultura popular salvadoreña y trasnacional, así: en el ámbito de la música y la danza tradicionales, en nuestro país hay ya muy pocos referentes autóctonos. Sí podemos hablar de una realidad especialmente rica en el ámbito de la formación de personas que se han destacado en composición e interpretación de la música y la danza, pero con instrumentos clásicos como el tambor, el violín, el violonchelo, la trompeta, la guitarra, la flauta y, en algunos casos, hasta el piano y el saxofón.  Estos instrumentos han estado presentes, por muchos años, en prácticamente todas las manifestaciones de las fiestas patronales, procesiones, actos cívicos, misas y hasta en los entierros, a modo de verdadera banda sonora del espíritu festivo y de regocijo entre muchos de nosotros como salvadoreños.  En este sentido, destacamos la proliferación de grupos de música tradicional ranchera de origen mexicano, que ya es un hecho tradicional aquí y que ha gustado,  desde hace muchos años, y a menudo está vinculado con el movimiento folk. También está la creciente implantación, e incluso el resurgimiento, de movimientos generados en torno a la formación de otros estilos musicales. En casi todos los pueblos del país se encuentran grupos que interpretan música ranchera, pero son ya “reliquias” muchas de aquellas personas que sobresalieron por el arte de dominar alguno o más instrumentos, digamos, clásicos; pero aún existen esos personajes; y la tarea es buscarlos y encontrarlos. En cuanto a esto, se ha podido constatar que hasta en los lugares más recónditos de nuestro país ahora se escuchan, se cantan y se bailan géneros de música modernos, algunos adaptados, como son: reguetón, hip-hop y rap, que son los estilos, dígase modernos; y el pop, que es el género más común, y la música electrónica; el pop rock, que es una mezcla de diferentes géneros musicales. Eso es lo que hoy en día está en boga entre los jóvenes. Actualmente, la danza tradicional se sigue nutriendo, tanto de la actividad de diversos grupos de pequeño formato como del trabajo realizado por los grupos de coros y danzas. Representativo en nuestro país es el grupo que conforma el ballet folclórico nacional, fundado en 1975 por la maestra Morena Celarié y el maestro Mauricio Paredes, con la asesoría de doña María de Barata, y que ha inspirado a diferentes instituciones y a personas, a título personal, a formarse en este arte que ha recreado danzas y las ha difundido a escala nacional como ser “El baile del zope”, “El cuche de monte”,  “Los emplumados de Cacaopera”, “Los chapetones”, “El venadito”, “El Día de la Cruz”, “La partesana”, “Los garrobos”, “Danzas de pascoles” (danzantes que imitan la cacería o al animal cuando enviste). Están también las danzas de cortejo, como “El barreño”, “El son de la honra”, “El son del medio real”, “La zuaca”, entre otras.  Hay que decir que en El Salvador son unos cuantos los que se han centrado en la difusión del rico patrimonio de la música y danzas tradicionales, otros se dedican a la recuperación de diversos ballets; y unos pocos se han especializado en explorar nuevos caminos que fusionen la técnica de la danza tradicional con otras fórmulas aplicadas en el ámbito del ballet clásico y contemporáneo. Importante es de mencionar el trabajo realizado por la Etnomusicóloga salvadoreña Marta Rosales  con el apoyo de la Fundación AccesArte. Algunas de estas danzas se transformaron en sátiras. Tenemos también el  “Baile de la bachata” que es un baile con ritmo y estilo del Caribe, pero también el baile exótico  del reguetón. Manifestaciones específicas de antaño y de la actualidad

Al margen de expresiones culturales “conocidas” por el grueso de la sociedad, como la música y la danza, la cultura popular y tradicional en El Salvador es rica y variada; y no es la intensión mencionar en una entrega como esta, (aunque las ganas no me faltan) el enumerar a todos aquellos personajes ya inmortalizados que han sido verdaderos creadores y que le han dado vida y sentido a la cultura desde esta perspectiva artística y que ha tomado lugar  lo largo y ancho de la geografía nacional. Continuará…

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