Denisse Español
Nace el 3 de agosto del 1975 en República Dominicana. Arquitecta y escritora (poesía, ensayos, relatos). Ha cursado las maestrías Arquitectura crítica y proyecto (Universidad Politécnica de Cataluña) y Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana (Universidad de Barcelona). Autora del poemario “Mañana es Ningún día” (2013) y “Una casa en la palma de tu mano” (2016), con la editorial Mediaisla y una versión centroamericana del mismo gestionada por el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica 2016, también de los cuadernillos “No conozco el cartero” (2016) y “Cartemas” (2018) de la colección Playa Sucia editados por el proyecto editorial La Chifurnia. Responsable del Rincón Cultural de la revista Zona Este del Listín Diario. Fundadora del grupo literario-multidisciplinario Café de Artistas de Punta Cana y organizadora del recital poético anual de la misma localidad. Su obra ha sido galardonada tanto en su país como internacionalmente. Ha sido invitada a diversos festivales internacionales de Poesía.
Poemas de su libro “Una casa en la palma de tu mano”
Inquiriendo
¿Qué es el universo,
más que una casa en la palma de tu mano?
¿Es la cueva que dirige a tu garganta?
El universo está aquí, entre dos cuerpos,
un firmamento estrelladísimo se luce
sobre la cama.
Amplios son los suspiros
en este cosmos infinito y vasto.
Lejanos se estiran los trillos forjados
en nuestro templo,
caminos que ando con las manos descalzas,
caminos que se han bebido mi ropa.
¿Qué otro submundo podría nacer
del big bang que ocurre a puertas cerradas?
¿Qué otra tierra será nuestra tierra
después que el incendio merme
y el universo decida cambiar de palma?
Pictografías
¡Oh geografía del ansia, geografía de tu cuerpo!
Efraín Huertas
Mis manos son dibujos en tu lienzo,
escena de un dialogo mudo,
hacedoras de pasos
sobre la geografía diseñada para mí;
perfectas tus montañas, esculpidas
para mis justos valles.
Declaro una batalla sin escudos,
ya la ropa hace tiempo cayó al suelo,
esta guerra he de librarla paso a paso,
único objetivo, la muerte sobre tu cuerpo,
terreno en sequía tras mi paso.
Contemplo las lumínicas caricaturas,
resbalan sobre las gotas que grita cada poro.
Lluvia de dibujos sobre nuestros ojos,
volviéndonos ciegos.
Aurora personal
Amanezco,
se eleva un sol desde mi ombligo,
los murciélagos de mi cuerpo
se extienden en el silencio.
La alborada surge
con una hendija de objetos brillantes,
la mesita y sus torres,
la borrosa aparición de una silueta
al fin de la cama.
Calambre del sueño,
reinando como un recuerdo.
El rocío cubre el lecho
los colibríes (que son palabras)
pican mis oídos.
El sol me hala con la cuerda cotidiana.
la ventana me espera
para ser azotada
con mi grito.
Tengo una mujer en mi canasta
Tengo una mujer en mi canasta,
la paseo por los prados encendidos.
Su cuerpo, millones de pétalos latentes,
sacuden mi estructura.
La esparzo sobre la tierra,
dejo caer sus pétalos entre las rocas,
el retoño de su aliento es un rayo fulminante,
hueco clandestino
pariendo flores de sus múltiples tierras.
Hemos caminado hasta el mar,
ahora es un pez sobre las olas,
su risa enredada entre las algas,
su voz corre libre hasta el fin de la sal.
Esta simple mujer
quiebra el mundo con sus piernas,
cascanueces furioso de injusticias.
Infinita en la fuga,
hace volar sus pétalos sobre el viento.
Mi canasta parece vacía.
Ella es ahora una mujer mil veces confirmada,
extensa, desplegada,
arrullando el cosmos con su vientre.
Acto Primero
Me doy a luz
escupo en segundos alternados
a un ser que llega al mundo de pies.
Renace mi rostro
en el planeta inaudito.
Ensangriento los alrededores,
me volteo de adentro hacia afuera
como un abrigo de carne.
Pariré tantas veces como sea necesario
hasta construir a la mujer final,
asesina del destino.
Guerrera en la espesura de los días
que se ensambla en los amaneceres de mi boca.
Esa que ha hecho de su casa el viento
y navega los ríos
en íntima soledad.
Reconciliación
Ya estoy
reconciliado
con el polvo.
Francisco Matos Paoli
He masticado hasta el fondo las madrugadas.
Los fragmentos del tiempo son piezas
de esta maraña inconclusa que soy.
Cada beso otorgado,
cada beso recibido, germina perenne en mi boca.
Las lenguas que dijeron mi nombre,
los pechos que fueron mi nido.
engranajes de la mujer danzante al horizonte del espejo,
mujer renovada a golpes por el camino.
Las cabelleras grises de mis años
lagrimas convertidas en fuentes,
las arrugas en mis cuencas
entablando un diálogo con el viento.
Los habitantes del olvido
o un diminuto recuerdo,
átomos todos, fragmentos
del ser que habita la vasija
con mi nombre.
Cuerpo mío, abrigo de piel,
ejecutor de esta fiesta infinita,
me enternece mirarte al ombligo.
Celebro tu existencia imperfecta,
el aliento se ahoga al admirar tus surcos.
Has abrazado obediente el volcán,
abierto tus piernas a su azote hirviente
con los ojos cerrados y una sonrisa, para ser valiente,
soñando despierta la sinfonía del tiempo.
Respiras las piezas que son los segundos,
recuerdas con tus pulmones cada beso,
todos los nombres y el olvido,
y es allí donde me acunas,
es así como te tiras el alma en la espalda.
Madre-carne,
absorbes el planeta con tus pies de fuego,
Madre-carne,
lames el polvo con lengua viva,
te tomas las nubes,
te unges con el sol.
¿Cuál será tu orilla?
Yo me duermo a la orilla de una mujer
Yo me duermo a la orilla de un abismo
Eduardo Galeano
Tropiezas y caes
en mí,
despeñadero de tus pensamientos,
mi cuerpo estrellado
en la oscuridad de tu cabeza.
Desvelas la noche,
algo en tus ojos describe un inocente miedo,
ese empeño de habitar las cuevas
henchidas de vértigo.
La mitad de la cama desaparece,
levito en su ausencia,
el abismo surge sobre la línea que dibujamos
(entre mis piernas)
Frontera para ser cruzada con tus manos.
Si algún día no estoy,
¿cuál será tu orilla,
en cuál hueco encallarás las madrugadas?