Buenos Aires / Prensa Latina
La mano represiva del régimen de facto es superior en crueldad a la peor dictadura que ha vivido el pueblo boliviano en su historia, denunció el martes Ernesto Eterno en el diario argentino Contexto.
Bajo el título «Bolivia: la cofradía fascista y el festín transitorio», el autor señala que lo ocurrido el pasado 21 de noviembre es una de las escenas más descarnadas que retrata la naturaleza del gobierno transitorio y que lleva el sello de un régimen fascista despiadado.
Recuerda que ese día, en las cercanías de la Plaza San Francisco, sufrieron un brutal ataque policial y militar los pobladores de la ciudad de El Alto que decidieron bajar a La Paz con sus muertos sobre los hombros y mostrarle al mundo entero lo que el cerco mediático ocultaba sobre la masacre de Senkata.
‘Los marchistas fueron reprimidos con tal furia que los dolientes tuvieron que dejar los cajones de sus muertos en la soledad dolorosa de la calle a expensas de ser pisoteados por las tanquetas y las tropas de ocupación colonial, en medio de nubes tóxicas de gas pimienta y balines disparados con rencor de verdugos’, detalló.
El autor califica de inaudita esa escena la cual ‘expresa la radiografía de un régimen que está dispuesto a preservar el poder robado al pueblo a costa de cometer las mayores atrocidades en materia de derechos humanos.’
En su opinión, los gobernantes de facto llegaron al gobierno para tomar el poder sin límite alguno y creen que están en medio de un festín y lo disfrutan opíparamente.
‘No se detienen ante nada, por el contrario, disparan abyectamente agravios contra las víctimas, a quienes se les acusa de haberse matado entre ellos y mostrarse como ‘hordas alcoholizadas’ en un gesto de desprecio repugnante’, subraya.
Recalca que la población rebelde que protesta en las calles contra un régimen golpista y su infamia sangrienta ha sido reducida a ‘hordas’, a grupos vandálicos, sucios y malolientes que merecen el desprecio de la sociedad pulcra, impolutos y prolijos.
Sin embargo, acentúa que es ese pueblo el que muere y más que investigaciones forenses ‘para esclarecer estos baños de sangre hace falta una antropología de la bestialidad entre quienes conducen hoy el país’.
Describe que los golpistas estuvieron agazapados por largos 13 años, durante el gobierno de Evo Morales, esperando, en la vigilia de la noche.
‘Su larga espera hoy se siente compensada con la sangre que brota de los 30 cuerpos masacrados a balazos’, remarca.
Nunca una transición política en Bolivia se condujo con tanta sangre derramada y las autoridades de facto no piensan en la vida de los seres humanos.
‘Obedecen órdenes que provienen de afuera y consignas elaboradas para su propio consuelo. Tratan de ubicar el país donde viven pero mañosamente se refugian en el país que quieren’, subraya.
Considera que este es un gobierno no solo fascista porque mata o reprime sin preguntar y el odio a los indios se ha convertido no solo en una moda generacional, también en un pasatiempo de las tertulias fascistoides, a pesar de que hablan de democracia.
‘¿Quiénes gobiernan este país en el que los blancos ahora tienen el derecho a matar indios impunemente o perseguir mujeres de pollera sin piedad? (…) ¿A dónde se dirige este gobierno que carga el odio a cuestas nombrando a Dios en cada esquina?’, cuestiona.
Asegura que es un gobierno cuya arquitectura política y fuerza represiva, incluida la parafernalia mediática y de redes, está pensada en Washington para ser ejecutada por una nueva casta encomendera cuya tarea es barrer todo vestigio ‘populista’.
Además, pretende lapidar el ‘masismo’, explicó al referirse a los seguidores y miembros del Movimiento al Socialismo (MAS).
Busca ampliar las esferas de su muerte civil y fragmentar la potencia popular del MAS mediante la persecución política o la judicialización.
Señala que en la condición de su transitoriedad radica su potencia represiva y desde allí se pretende pasar, vía electoral, a la fase sostenible de un nuevo modelo de dictadura con rostro democrático.
Por ello, ‘no será una simple casualidad el retorno deliberado de Usaid (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) ni de la DEA (Agencia Antidrogas) o, peor, de la CIA’, engranaje criminal que contribuirá a optimizar el ropaje democrático, concluye el texto.