Por Rolando Alvarenga
Sin traumas, ni complejos; siempre he tenido claro que no soy un periodista graduado, pero creo haber acumulado el suficiente kilometraje para sostener que -a mucha honra y con mucho orgullo- he realizado durante cuatro décadas una labor que me ha permitido ser un tipo directo a la hora de llamar al pan, pan y al vino, vino. ¡Gracias a Dios!
Como gato viejo en este oficio, para mí el periodismo es la más valiosa herramienta de la que un mortal puede disponer para denunciar -a partir de la investigación profesional y las pruebas sustentadas- todo aquello que está contaminado, que es injusto y atentatorio a los intereses de las mayorías. Ética y profesionalmente, la denuncia debe prevalecer sobre la amistad, la necesidad y los compromisos.
Obviamente, no vamos a pretender enderezar el mundo; primero, porque la vida no nos alcanzaría para lograrlo y, segundo, porque un día moriremos llevándonos al descanso eterno el coraje de no haber podido extirpar el virus de la podredumbre terrenal. Eso sí, también hay que destacar las cosas buenas y positivas de la vida, ya sea de los funcionarios, dirigentes deportivos, atletas y entrenadores. Es lo justo, por ser una de las misiones periodísticas en pro del desarrollo integral.
Yo sé que en nuestro medio, a lo mejor, es mucho pedir por aquello de los “intereses empresariales o institucionales” y el consecuente temor a la pérdida del empleo; per,o ahora con las maravillosas redes sociales, es práctico denunciar y lavar la conciencia con la profesión. Es que no podemos pasar por alto que diariamente estamos en la mira de una sociedad que cada vez exige más, porque cada vez sabe más sobre las verdades amargas que se le quieren ocultar.
Ahora bien, para los que no lo saben o no lo sabían, viene al caso revelar que en nuestro periodismo deportivo -y creo que también en el otro periodismo de nacionales- ocurre un fenómeno: cuando un periodistas denuncia, la mayoría de los otros periodistas -que tienen comprometidas sus narices- se disgustan con el denunciante hasta desearle todo mal y decirle malas palabras.
¿Qué le parece? No debería ser así, porque amor no quita conocimiento y, si yo no tengo la valentía y el profesionalismo de denunciar, por qué me voy a disgustar y despotricar contra el que denuncia.
Y en este aspecto puedo sostener que muchas de las desgracias de nuestro estancamiento y mediocridad deportiva tienen que ver con la falta de denuncia periodística. Y es justamente la exigencia periodística, una de las claves del éxito del deporte en otros países. Por eso, en este Día tan Especial para el Periodismo Salvadoreño en General, mi exhortación al gremio es para que le pierda el miedo al petate del muerto y a haga su trabajo profesional. Porque cuando la verdad está debidamente sustentada no hay, ni habrá ningún juez que condene a un periodista. Al contrario, habrá una familia deportiva y sociedad agradecida con el periodismo. En lo que a mí respecta, gracias a Diario Co Latino ¡genio y figura hasta la sepultura!