Licenciada Norma Guevara de Ramirios
“… las ambiciones pérfidas no tienen diques,
soñadas libertades yacen deshechas” (Ruben Darío, poema A Colón)
A 31 años de la Firma de Los Acuerdos de Paz, contemplamos el retroceso que impone un poder autocrático. Duele y obliga a luchar.
No se trata solamente de recordar qué fue lo mejor en las circunstancias que generaron la rebelión popular frente a una cruel dictadura; no es suficiente describir en qué consistieron, a qué costo se lograron; es preciso reflexionar y darnos cuenta, desentrañar el cómo es que puede un pensamiento ambicioso, vanidoso, imponerse y echar por el suelo lo que tánto costó.
Indignarnos es lo menos, disponernos a luchar por recuperar lo perdido, sabiendo que no será y que se requerirá mucho tiempo, es un deber.
Los Acuerdos de Paz fueron un logro de todos, del sacrificio de generaciones que lucharon en distintos tiempos y formas, en las fábricas, en las fincas y haciendas, en los mercados, en los talleres, en las escuelas, en las comunidades y en la universidad, fue gente humilde la que luchó hasta lograr una acumulación de fuerza organizada, de pensamiento, y fue escalonadamente, logrando niveles superiores de conciencia, hasta amalgamarla en busca de un sueño de libertad, justicia, democracia, dignidad humana y progreso.
Los Acuerdos fueron el resultado de la fuerza del pueblo y, de algún modo, la aceptación de los que detentaban poder gubernamental, económico y militar, de que ya no era posible seguir en aquel camino de muerte.
Fueron el resultado de la solidaridad de pueblos hermanos en distintas partes del mundo y de racionalidad política en gobiernos y entidades internacionales, incluso el organismo mayor, las Naciones Unidas (ONU).
A ese esfuerzo de generaciones, de la mayoría del pueblo, se denigra ahora por los gobernantes de turno, aunque entre sus funcionarios tengan a personas que fueron parte de aquel sacrificio y rebeldía justa.
Se intenta borrar la verdad, e imponer en la mente de la gente otra historia.
Somos muchos todavía los que vivimos y sabemos cuánto costó dejar atrás la locura de muerte que la oligarquía y los militares ejercían contra el pueblo; somos suficientes para no dejar que triunfe la mentira y que los gobernantes de hoy regresen el país a la dictadura represiva, creadora de hambre, miedo y sufrimientos.
La verdad es arma poderosa y, en este 31 aniversario, con la fuerza de la verdad debemos comprometernos a revelarla, a usarla para crear la fuerza interior que es el valor colectivo para emprender la recuperación del país.
La realidad de hoy es distinta a la que pinta la propaganda oficialista. Es mala para el pueblo, y el gobierno solo se preocupa en crear impresiones que le ayuden a reelegirse y mantenerse en el poder, incluso los arrebatos de actuar contra su propia gente, como en los casos de funcionarios de su partido, lo hace con ese fin, creyendo que con eso limpia su imagen.
La realidad no es buena para los miles de trabajadores despedidos por el Ejecutivo, el Legislativo, en las alcaldías y en el poder judicial, ni para las familias de inocentes capturados y encarcelados que padecen enfermedades o han muerto.
La realidad no es buena para las familias en el campo, donde miles han dejado de producir, emigran o simplemente pasan a niveles mayores de pobreza, ni para los miles de vendedores desalojados, para las comunidades que esperan respuesta de sus funcionarios municipales sin obtener nada.
Y con un pueblo tan sacrificado como efectivamente estamos, en el que se pierde la libertad, se acrecienta la pobreza, la emigración, se pierde la tutela de sus derechos por las instituciones que son ahora instrumentalízalas para la persecución política de personas, organizaciones, empresas desafectas. ¿Hasta cuándo aguantaremos?
La Paz ganada con sacrificio no fue recuperar una situación preexistente, fue un salto a una situación nueva. con ella pudimos ganar la libertad de luchar, de organizarnos, de expresarnos, de elegir y combatir los vicios del fraude.
Pero ahora en las condiciones del país, de ruptura con el camino democrático que abrieron los Acuerdos de Paz, retornar una a una a las libertades arrebatadas, el respeto a nuestra dignidad como personas, costará mucho, pero es posible alcanzar una victoria.
Ese es el desafío que tenemos en este 31 aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, valorar lo que ganamos y se nos arrebata, disponernos a recuperarlo y avanzar, unir a quienes compartimos ideales aunque seamos diferentes.
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