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Derechos Humanos e informes

José M. Tojeira

Poco antes de la Semana Santa se conoció el Informe de Derechos Humanos que cada año publica el Departamento de Estado de los Estados Unidos. El apartado dedicado a El Salvador es crítico con el actual Gobierno, más amplio que en otras ocasiones, y ha tenido un impacto mayor en los medios. Si algo le quedó en el tintero, es el recordarnos que la pobreza es una muy grave violación de Derechos Humanos, dado que golpea a una tercera parte de los salvadoreños. El Gobierno por su parte, a través de su comunicadora estrella, dijo que no tenía comentarios y que estaban estudiándolo. Una manera de esquivar el golpe difícilmente creíble, dado que este gobierno es mucho más proclive a la propaganda que al estudio. El informe norteamericano no dice cosas que no hayan dicho antes otras organizaciones nacionales de defensa de los Derechos Humanos, pero tiene algunos aspectos importantes en estos tiempos en que dichos derechos parecen caminar a la baja en el país.

El informe menciona como fuentes a organizaciones de Derechos Humanos locales. Y defiende además al periodismo crítico y la libertad de prensa y expresión. Estos dos aspectos son probablemente lo más importante del informe. Este país del Norte, del que El Salvador ha dependido tanto, para bien y para mal, y que continúa siendo el socio comercial, cultural e inversor más importante del país, confía bastante más que en el pasado inmediato, al menos en los inicios de la administración Biden, en el trabajo de las ONG de Derechos Humanos. Y piensa que la libertad de prensa y expresión es uno de los caminos más importantes para avanzar en una democracia coherente con dichos derechos.

Si hubiera que extraer algunas enseñanzas de este Informe para el contexto salvadoreño, la primera es que los Derechos Humanos cuentan. En general han sido pocos los medios de comunicación que históricamente han tenido interés especial en el tema de los Derechos Humanos. Algunos de los más tradicionales han sido durante largas épocas refractarios al tema. Tampoco la escuela le ha dado mayor importancia a este asunto. Y por supuesto los gobiernos, han sido una calamidad en este campo. Ni siquiera la Constitución nacional, claramente inspirada en los Derechos Humanos, es respetada o explicada de tal manera que se afiance la cultura de derechos básicos. Las gremiales empresariales han sido en este tema un desastre. Y aunque muchos de estos sectores tradicionales le han dado una amplia cobertura al informe norteamericano, da la impresión que lo han hecho para utilizarlo como arma política contra un gobierno que no les gusta, y no como el necesario paso en la conciencia nacional de afianzarse mucho más en esa especie de moralidad externa al poder que debe ser patrimonio de toda la ciudadanía. Ni siquiera la famosa y pisoteada moralidad notoria de los funcionarios, en la que tanto insiste la Constitución, se vincula con los Derechos Humanos como moralidad básica de toda democracia y de todo desarrollo humano.

El informe norteamericano señala realidades que debemos cambiar, al igual que lo vienen señalando otras organizaciones locales. Y la principal, en realidad, es recordarnos que el desarrollo humano está vinculado siempre a valores morales y sociales, como los que están firmemente expresados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Algo que tiene que asumir no solo el liderazgo gubernamental, tan confuso y errático en esos temas. El sistema judicial, plagado de debilidades y contradicciones cuando no corrupción, la empresa privada, tan atrasada en temas de conciencia y justicia social, al menos corporativamente, y una Asamblea Legislativa empantanada en intereses particulares, por lo menos hasta ahora, nos ofrecen un panorama triste. Formar a nuestra juventud en derechos comunes a la dignidad humana, en vez de impulsarlos a un individualismo consumista trasnochado, es un paso importante. Reflexionar con mayor seriedad sobre los derechos humanos, en vez de andarse comparando con lo malo de otros países para sugerir que aquí estamos mejor, sería un paso clave en el desarrollo salvadoreño.

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