Por Leonel Herrera*
Esta semana se celebró el 76 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948. Dicha conmemoración sucede en uno de los contextos más sombríos de las últimas décadas, nacional e internacionalmente.
A nivel internacional, el genocidio en Palestina perpetrado por Israel es -sin dudas- la violación más atroz de los derechos humanos. El genocidio judío, cometido por la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial, fue el crimen que más conmovió la conciencia internacional que derivó en la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Irónicamente, ahora los sionistas israelíes masacran al pueblo palestino con el aval de la derecha mundial, incluida la que desciende del nazismo y el fascismo que les persiguió en el pasado.
Los crímenes en Siria, los cometidos por el caído dictador Bashar al-Asad y los terribles asesinatos perpetrados ahora por los grupos medievales del islamismo radical que han tomado el poder apoyados por Turquía y avalados tácitamente por Estados Unidos, país que antes los consideraba terroristas y hasta ofrecía varios millones de dólares por la cabeza de su líder Abu Mohamed al-Jolani.
Al-Jolani es un Osama bin Laden al revés. Bin Laden fue héroe y después terrorista, Al Jolani fue terrorista y hoy es un patriota. La hipocresía gringa en su máxima expresión.
Los crímenes de Rusia en la guerra contra Ucrania (provocada por el expansionismo de la OTAN hacia las fronteras rusas), las guerras en varios países africanos invisibilizadas por la prensa hegemónica mundial, las violaciones de derechos humanos en las monarquías árabes y en dictaduras cercanas como la de Nicaragua. En África también las hambrunas, las enfermedades y el despojo permanente desde hace siglos.
Hechos tan anacrónicos como el bloqueo estadounidense contra Cuba, que a su vez provoca violaciones de derechos humanos en la isla comunista.
La vigencia de modelos económicos excluyentes y depredadores del medioambiente en la mayoría de países en todos los continentes, la concentración de la riqueza y guerra global del 1% más rico contra la inmensa mayoría de los pueblos del mundo llevan intrínsecas violaciones a los derechos humanos de las mujeres, las personas mayores, la niñez, los migrantes, las minorías, los grupos diversos, etc.
El ascenso de la ultraderecha negacionista de derechos en los Estados Unidos de Donald Trump, la Argentina de Javier Milei, la Italia de Georgia Meloni, la Hungría de Víctor Orbán, etc. En todos lados crece la perspectiva anti derechos.
Esto es para mencionar sólo algunos hechos, situaciones y realidades que confirman a la humanidad en uno de sus peores momentos. Solo es para demostrar cuán vulnerada es actualmente la célebre declaración de 1948.
Nacionalmente la violación sistemática de derechos humanos se ha instalado como la principal política pública del régimen de Nayib Bukele y sus hermanos, sobre todo con la vigencia por más de dos años de un régimen de excepción que a estas alturas ya no tiene ninguna justificación legal ni práctica, puesto que hay marco legal suficiente para combatir a la criminalidad y porque las pandillas están desarticuladas.
El régimen de excepción ya no es una política de seguridad (si alguna vez lo fue). Es la nueva legalidad del clan Bukele para mantener un férreo control político y una parálisis social a través del miedo, el temor y la amenaza de detención arbitraria y encarcelamiento en un sistema penitenciario diseñado para matar de hambre, de sed, por enfermedad o por golpizas de custodios, policías o militares que actúan con total impunidad. Lo confirma la muerte de no menos de 500 personas al interior de las cárceles, según reportes de organizaciones sociales.
De los más de 80,000 detenidos, unos 30,000 podrían ser personas inocentes o que no tienen ningún vínculo con pandillas, dice el Socorro Jurídico Humanitario. El propio presidente inconstitucional reconoció en Costa Rica que su gobierno ha liberado a 8,000 personas inocentes, es decir, personas que fueron detenidas en forma arbitraria, abusiva e ilegal. Dicha declaración constituye la admisión de un crímen.
Sendos informes de Cristosal, Human Rights Watch y la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dan cuenta de miles de casos de torturas, violaciones sexuales y asesinatos que constituyen crímenes de lesa humanidad. Miles de personas están prácticamente desaparecidas en las tenebrosas cárceles de los Bukele.
De nuevo, la intención no es detallar todas las violaciones de derechos humanos en El Salvador, donde el gobierno usa la narrativa de cumplir el derecho a la seguridad pública para violentar todos los demás derechos de la población. Bukele impulsa un modelo económicamente ultra neoliberal, socialmente conservador y ambientalmente insostenible, superando en muchos aspectos a los gobiernos del partido ARENA.
Para finalizar, la mayor amenaza contra los derechos humanos de las presentes y futuras generaciones del país es -indudablemente- el tenebroso anuncio presidencial de reactivar la minería metálica. Una afilada espada de Damocles pende sobre el agua, los ecosistemas, la agricultura, la salud y la continuidad de la vida en El Salvador.
Ojalá que el país siga manifestándose y empiece a movilizarse con fuerza para evitar esta barbarie. La conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos debería ser un aliciente ciudadano para defender la vida en esta “Casa Común” que sólo tiene 20 mil kilómetros cuadrados.
*Periodista y activista social.