Por Leonel Herrera*
El pasado 10 de diciembre fue la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La conmemoración fue instaurada en 1948, tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial en la que se cometieron crímenes espantosos como el lanzamiento de dos bombas atómicas estadounidenses sobre las ciudades japonesas Hiroshima y Nagazaki y el genocidio de seis millones de judíos en los campos de exterminio nazi. Este último es considerado la mayor atrocidad cometida hasta ahora por el ser humano.
Irónicamente, el mayor foco de violaciones de derechos humanos en este momento es la Franja de Gaza, donde el ejército de Israel comete una matanza de población civil que -según la prensa internacional- ya supera los 15 mil muertos. A estas alturas es claro que la masacre contra el pueblo palestino poco o nada tiene que ver con la respuesta israelí a los ataques terroristas de Hamas.
La matanza sucede ante la impotencia de las Naciones Unidas y la vista gorda de las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos, el principal patrocinador del Estado sionista. Luego de una tregua para el intercambio de rehenes, Israel ha continuado impunemente con el genocido palestino. Entre los muertos hay miles de niños, mujeres y ancianos.
El veto estadounidense en el Consejo de Seguridad de la ONU impidió la semana pasada una resolución propuesta por el secretario general Antonio Guterres orientada a viabilizar la asistencia humanitaria en Gaza.
Así que seguramente el ejército sionista seguirán bombardeando indiscrinadamente hospitales, escuelas, mercados, mezquitas y todo lo que todavía queda de la ciudad en ruinas; y la invasion terrestre podría exterminar a la población que se esconde en los escombros. En las imágenes difundidas en medios de comunicación y redes sociales, Gaza se parece a Varsovia, Leningrado y otras ciudades europeas arrasadas por la maquinaria bélica del Tercer Reich.
El Salvador también es un antro de violaciones de los derechos humanos, sobre todo cometidos contra personas inocentes durante el estado permanente de suspensión de garantías constitucionales mal llamado «régimen de excepción», implementado para combatir a las pandillas.
Según datos del Socorro Jurídico Humanitario y Cristosal, al menos 20 mil de las 70 mil personas capturadas no tienen relación con pandillas y unas 500 han muerto en las cárceles o en centros hospitalarios después de ser vapuleados por custodios o agentes policiales al interior de las prisiones.
El Estado salvadoreño violenta a estas personas el derecho a la presunción de inocencia, al debido proceso judicial, a la defensa, a la seguridad, la integridad, a la salud física y mental, a la alimentación y a la vida A sus familiares se les niega el derecho a la información, la verdad y acceso a la justicia.
Fuera de las cárceles, también se violan derechos. Se violenta el derecho al trabajo de miles de empleados públicos despedidos y a los cesados en fábricas cerradas, el derecho ciudadano a la información y rendición de cuentas, el derecho a la alimentación de 3 millones de salvadoreños que viven en inseguridad alimentaria y 900 mil que -según el Programa Mundial de Alimentos y otras agencia de la ONU- podrían caer en hambruna.
Se viola el derecho a la salud con la falta de medicinas en los hospitales y el derecho a la educación al no reconstruir las escuelas, negarle el presupuesto adeudado a la Universidad de El Salvador y eliminando programas de beneficio a los estudiantes pobres en las escuelas primarias.
También se viola la libertad de prensa con los ataques a los medios y periodistas que informan u opinan sobre abusos de poder e irregularidades en la gestión pública. Se viola el derecho a la organización y otros derechos del espacio cívico mediante la descalificación y persecución contra sindicalistas, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos que demandan el cumplimiento de derechos.
Por cuestión de tiempo y espacio me quedo hasta aquí. Finalizo diciendo que, en materia de derechos humanos, no hay mucho que celebrar porque -incluso- la seguridad de las personas que sufrían la violencia de las pandillas ha sido a costa de violentar derechos ciudadanos y cometer abusos terribles contra personas inocentes. Lo que sí existe es el desafío de revertir esta situación, en El Salvador y en Gaza.
*Periodista y activista social.