Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
En los pasados días hemos atestiguado cómo la iglesia católica ha hecho pública queja por el abuso cometido por elementos estatales, al solicitar y ejecutar, un video en los interiores de una de las iglesias de la capital, en el que representaron una escena que para nada se corresponde con el espacio religioso en el que se realizó.
El tal video implicó el paseo en los interiores de la iglesia, de un funcionario vestido con senda bata blanca, rodeado de subalternos disfrazados con máscaras, en una representación que recuerda las escenas de las pinturas medievales, donde los autores describen escenas demoníacas, con las que advertían a los creyentes sobre el permanente acecho del averno sobre los confiados mortales.
La escena sin duda pretendió emular al Jardín de las Delicias del Bosco, con sus escenas aterradoras y apocalípticas, en el que se acusa la corrupción de la iglesia en aquellos días, lo que el autor representa con los obispos, cardenales y sacerdotes, alanceados tanto por demonios como por el ángel de la muerte, que así los reprimen castigándolos eternamente.
En el mismo marco temporal, y mientras se celebraron los encuentros deportivos entre nuestros seleccionados y las diferentes representaciones extranjeras, también atestiguamos como una reputada delegada de una de las selecciones extranjeras, hiciera pública denuncia por el hostigamiento y acoso que recibiera en razón tanto del color de su piel como de su excepcional talento, por parte de muchos de los seguidores de nuestras seleccionadas.
Antes escuchamos de labios del propio fiscal general de la República, su desprecio por los asesinados en las diferentes cárceles, que en el marco del estado de excepción y bajo detención directa de agentes del estado, fueron muertos.
Y qué decir de los asesinatos cometidos durante el último proceso electoral, de aquellos dos ancianos miembros de la oposición política, por parte de miembros de la seguridad personal del ministro de salud pública del régimen, reconocidos pandilleros, que no fueran procesados debidamente, manteniendo a la fecha impunidad por aquel crimen.
Estos hechos separados entre sí en el tiempo, se sucedieron todos bajo la presente administración, develando así el clima de intolerancia imperante, que sumado a un agrio sentido de impunidad, dominan las inter relaciones sociales, siendo precisamente el ejecutivo el que despliega tanto por sus complejos de inseguridad y arrogante conducta, mayor desprecio por los demás, también por los miembros de su proyecto político, y que manifiesta en una conducta errática y amoral, difundiendo siempre bulos y falsedades, alabando esta cleptocracia mitómana, la más grave que los salvadoreños hemos padecido.
Es decir; todo se reduce, dada la tipología conductual despersonalizada que caracteriza a los seguidores del oficialismo, que estos son apenas imitadores y reproductores de esa conducta que estiman “cool”, la que no es más que una mera expresión de la cultura woke que domina a la actual gestión.
Así las cosas, simplemente no podemos esperar que el régimen asuma su responsabilidad por tales desvíos, y menos aún aplique el debido correctivo en beneficio público.