Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios
Un árbol de caoba puede tener 40 años y un experto con sierra o hacha lo derriba en un par de horas. La raíz queda y costará arrancarla.
Un ministro derriba un monumento, una escultura, una obra humana y será recordado junto con la escultura que derribó.
Nada nuevo hay en derribar, sí en edificar. Nada nuevo hay en ignorar la historia, pero sí hay en saber descubrirla donde se pretendió esconderla.
A Prudencia Ayala se le recuerda por haber demandado ser inscrita como candidata a la Presidencia de la República, y se le negó ese derecho; ¿Alguien recuerda los nombres de quienes eran la autoridad que le negó ese derecho?
Miles de personas que ejercen como carpinteros, electricistas, que fueron formados en cursos de INSAFORP, guardarán el recuerdo de su aprendizaje que se perfecciona con la práctica. De esa entidad que existía por una ley, el trabajador sabrá ahora que ya no existe ni INSAFORP ni la oportunidad de aprender para otros, porque la ley fue Derogada.
El diccionario dice que derribar es: “arruinar, demoler, echar a tierra muros o edificios; tirar contra la tierra, hacer dar en el suelo a alguien o algo”. Eso está haciendo el gobierno, no solamente con una escultura que fue construida con llaves donadas por niños, iglesias y ciudadanos en general, diseñada con significado y para representar una época dolorosa de la historia de los salvadoreños de la que supimos salir, para abrir otra con esperanza.
Se derriba, se derogan leyes, se eliminan instituciones; se ignora la Carta Magna, se anula la independencia de poderes, se persigue opositores políticos, a periodistas críticos, se derrumban vidas de inocentes en la cárcel.
Sí, vimos un cambio, pero para peor.
La operación política exitosa del gobierno es la destrucción del estado de derecho, de principios democráticos, y el abandono de políticas que ayudaban a la gente más necesitada a salir adelante.
Otros destruyeron antes monumentos a Monseñor Romero, allá en Cojutepeque; intentaron hacerlo en Ciudad Delgado y fueron presionados por el pueblo para retroceder; el monumento a Farabundo Martí en Santa Tecla, o el del Che Guevara en Chalchuapa; pero la vida de esos personajes, a quienes se les representaba en esas esculturas, dejó tan profunda huella en la humanidad, que quienes creen poder dañarles, fracasan.
Monseñor fue declarado Santo, a Farabundo Martí jamás podrán borrarlo de la historia, mucho menos a la imagen del Che Guevara, y el hecho de haber detenido un conflicto interno como el que vivimos y en el que la dictadura militar fue obligada a desarticular sus unidades élites, sus fuerzas paramilitares, a proclamar una nueva doctrina, a reducir su volumen y a depurarse; eso jamás podrá ignorarse. Simplemente existió.
Es grave mostrar tan feo rostro de la visión cultural de los gobernantes que tenemos en el país, pero es más grave que esos hechos, de por sí malos, sean parte de la estrategia electoral, o pretendan con ellos hacer olvidar a la gente, incluso a sus propios seguidores, lo que se vive cotidianamente, como la carestía de alimentos, la falta de empleo, los despidos, las amenazas a ex funcionarios, la militarización.
Las actuaciones judiciales, como la de la jueza que ordena captura para el ex presidente Alfredo Cristiani, a Rubén Zamora y a otros ex diputados y ex directivos del Órgano Legislativo y la destrucción del monumento, muestran una cara del país muy mala.
La aprobación de una ley, que faculta al Fiscal General a crear delitos para perseguir, y la amenaza del ministro de justicia de más leyes para reprimir cualquier disenso (así se leen sus declaraciones), muestran un rostro de país al margen de la ley, violador de derechos humanos, políticos, culturales y económicos.
Gerson Martínez fue el ministro de Obras Públicas más respetado por sus obras, y fue quien ideó e involucró a otros en la idea del monumento que fue destruido. Involucró a muchos, a intelectuales, artistas, instituciones, para realizarlo. Nadie puede quitarle el mérito con sus campañas de odio y persecución.
La verdad histórica, la valentía de haber puesto fin a un conflicto, puede ser denigrada, pero jamás borrada.
La vida me permitió ver el lugar que fue un campo de concentración para mujeres en Alemania (Rabembruck), vi las cenizas petrificadas de mujeres que terminaron allí sus vidas, pero quienes lo hicieron, fracasaron después en sus propósitos; porque un día, los pueblos despiertan de los engaños y así el nuestro también despertará.