Desaprender

 

Katy Álvarez

Escritora

La silla la incomoda, se tiene que recordar una y otra vez de no encorvar la espalda, las plantas de los pies en contacto con el suelo, las manos en posición pero a la vez relajadas. Los oídos atentos a las notas, los ojos siguiendo la lectura de las mismas, debe estar pendiente de entrar en los tiempos, presionar las teclas el tiempo justo para que sea una media nota, los dedos estirados para la octava. Es demasiado que seguir.

Se mira las uñas de tamaños irregulares y formas diferentes ahí donde las ha mordido, demasiado grandes para una mano tan pequeña. La silla es más alta de lo que debería serlo, sus cortas piernas no alcanzan el suelo, la cortina del oscuro cabello lacio se desparrama sobre las teclas y le estorba, lo recoge en un moño alto, poniendo los hombros rectos y la espalda erguida, conteniendo la respiración. Se desploma sacando el abdomen y el aire. La coordinación no es su fuerte, golpea las teclas casi con brusquedad, con exasperación. Tocar piano es para personas más delicadas, requiere un tipo de clase y elegancia, de estiramiento, de narices respingadas que no logra poseer.

Cierra los ojos, relaja el cuerpo, cruza las piernas por encima del asiento y se suelta el cabello, dejándose guiar por la triste tonada de las teclas, lento al principio y cada vez más rápido, se quita la imagen de bailarina de ballet que ronda su imaginación al iniciar y entonces se recuerda que puede hacerlo a su manera, que no hay una etiqueta estricta o camino a seguir para aprender a hacer las cosas, es entonces cuando se ve a sí misma y empieza a tocar.

Ver también

Ilustración de Iván Alvarenga. Sin título. Portada Suplemento Cultural Tres Mil, sábado 14 diciembre 2024