Jandir Santín
De la Corresponsalía de Resumen Latinoamericano
Para que entendamos mejor las lecciones de las urnas, necesitamos conocer algunos números relativos a las elecciones en Brasil.
El primero se refiere a la totalidad de electores y el porcentaje de ausencias o de votos invalidados: de los 147 millones aptos a votar, no se presentó a los comicios el 20% o invalidaron sus votos, el 9%. De los 6,500,000 de jóvenes en edad de 16-17 años con posibilidad de sacar su cédula de elector, solamente 1,400,000 lo hicieron. Las mujeres votantes representan el 52,5% del total de electores. O sea, los votos validados (como 100 millones) representan el 70% del universo de electores. De este modo, un candidato puede ser confirmado como gobierno con el 34% de los electores aptos a votar.
El candidato del PSL (Bolsonaro) logró elegir 4 senadores y 52 diputados para el Congreso Nacional, además de poner dos candidatos para disputar el gobierno provincial en segunda ronda. A su vez, el candidato del PT tiene 3 gobernadores de provincias ya electos, 56 diputados y 3 senadores para el Congreso Nacional.
Otro dato importante a remarcar es la cuestión geográfica: el candidato fascista tiene su electorado mayormente en las regiones sudoeste, sur y centroeste, mientras los que votan por el PT están concentrados en el norte y nordeste. Por supuesto, el sur y sudoeste son más poblados. En segunda ronda, Haddad tendrá que añadir más de 18 millones de votantes para alcanzar el número actual de votos a Bolsonaro! Misión gigantesca y difícil! Por supuesto, hay tratativas con partidos de centro-derecha y hasta de derecha pura/dura, pues están de por medio diversas disputas regionales para gobernadores. Tendremos más elementos importantes para un análisis después del 28 de octubre, fecha de la segunda ronda nacional y provincial.
¿ACTORES/PERSONAJES?
“El fenómeno Bolsonaro” solamente puede ser entendido por la participación decisiva de otros cinco personajes: primero, la Red Globo de Televisión que ha demonizado el PT desde los comicios que elevaron a Dilma Russef como presidenta del país en el 2014 y dio secuencia al proceso y el juicio en contra de Lula.
Segundo, el Congreso Nacional que decretó el impeachment de Dilma después de imposibilitar que gobernara el país a lo largo de año y medio fue transformado en “palco” de ataques continuos al Partido de los Trabajadores como el causante de todos los problemas del país.
El tercer personaje es el Poder Judicial representado por el Ministerio Público, el juez de Curitiba, Sergio Moro, la Policía Federal con la Operación LavaJato y el Supremo Tribunal Federal: fueron cuatro años de persecución en los cuales el PT era siempre el acusado y culpable de todo el proceso de corrupción del país.
Por fin, pero no menos dañino, un pool de iglesias evangélicas con gigantescos medios de comunicación, muchos feligreses y seguidores que votan ciegamente con los candidatos evangélicos. Como la POLÍTICA no hace parte de su cotidianidad, y los políticos conocidos como corruptos porque no aceptaron a Jesucristo, los candidatos evangélicos son confiables/no corruptos. Los votos de ellos no dependen de debates televisivos o de folletines distribuidos de casa a casa. Esas iglesias tienen 192 miembros en el Congreso Nacional actual que se juntan en sus dependencias para hacer cultos religiosos, votan proyectos conservadores, ocupan la dirección de comisiones que involucran derechos humanos; son homofóbicos, están en contra de relaciones y familias homoafectivas y temas por el estilo. Todos esos parlamentarios decretaron su apoyo al candidato Bolsonaro.
Pues bien, Bolsonaro es integrante de la “Bancada Evangélica”, además de ser miembro retirado del Ejército, haciendo parte de otra bancada, “De La Bala”, para la cual “bandido bueno es bandido muerto”!
Aquí incluimos el quinto actor de estos comicios: el Ejército Nacional. A lo largo de los últimos cuatro años, hubo innumerables declaraciones públicas o al interior de los cuarteles militares amenazando con intervención en el Gobierno como forma de resolver la grave crisis que se ha instalado en el país desde el proceso de impeachment de la presidenta Dilma. Semejantes pronunciamientos se han multiplicado durante estos comicios. El candidato a vicepresidente con Bolsonaro es mayor retirado del Ejército y tiene posiciones totalmente autoritarias, además de dichos prejuiciosos sobre los pobres, los afrodescendientes y otros grupos de excluidos del sistema. Además, hubo alrededor de 80 militares retirados, mayormente evangélicos, candidatos a senadores y diputados. Uno de ellos, cabo del Ejército y pastor evangélico, se postuló a presidente con un discurso de avanzada, tal vez para conquistar el voto de evangélicos progresistas. Y tuvo más votos que el candidato a presidente que representaba el actual Gobierno del país. Todo eso apunta hacia dos posibles escenarios: o un gobierno con militares o un gobierno directamente de militares.
ELEMENTOS CULTURALES
Además de los personajes colectivos arriba nombrados, tenemos que subrayar fenómenos político-culturales que plasmaron el actual escenario político-electoral.
“Decadencia de la Política” podría ser el título para caracterizar un fenómeno que empezó con la introducción del neoliberalismo tatcheriano y se propagó por todo el mundo, o sea: como los políticos son malos administradores, fácilmente sobornables por el capital y no saben ahorrar el dinero público, los Estados siempre gastan más de lo que recaudan y las finanzas públicas están siempre en déficit. La gobernanza del Estado necesita de administradores, economistas y no de políticos que, además, son adictos a la corrupción”. Eso dio lugar a que el pueblo rechace políticos conocidos que se repiten en los cargos públicos. “Hay que cambiar”! En esa hola, muchos políticos históricos no fueron elevados a los cargos a los que se postularon. Y Bolsonaro, además de otros dos candidatos totalmente desconocidos del público, recibieron gran cantidad de votos.
“Los militares tienen autoridad e imponen orden”: la falta de seguridad en todo el país es uno de los problemas más graves que la población enfrenta. Después del “golpe político” de 2016, la inseguridad, los indicadores de violencia han subido mucho y hay un clamor generalizado por más seguridad, más y mayores castigos a los malhechores. Pena de muerte y cosas por el estilo son comunes en todo el país. Bolsonaro ha sido un militante defensor de más policía, más cárceles y, aún, pena de muerte. Y, por ende, crece la creencia popular de que los militares tienen poder y capacidad de imponer el orden, de poner los malhechores en su lugar: cárceles o cementerios.
Los medios digitales: a la par de los templos, fue el vehículo principal del PSL de Bolsonaro. Su equipo asesor supo utilizar las redes sociales donde solamente aparecían los mensajes de él o del partido. Los candidatos formaron grandes grupos de seguidores que se volvieron electores. Como ejemplos, hay dos mujeres de mi ciudad que nunca participaron de la política electoral y fueron elegidas respectivamente diputada estadual y federal solamente por sus seguidores en las redes sociales. Lo mismo ha pasado con el candidato de Bolsonaro a gobernador de la provincia de Santa Catarina: su nombre ni siquiera aparecía en las encuestas de intención de voto y sorprendió a todos cuando logró superar a candidatos de partidos tradicionales, conocidos del gran público y con chances de llegar a la segunda ronda. Bolsonaro no ha participado de debates públicos en las emisoras de TV y se habla, a boca chica, que el “atentado” contra él fue forjado para sacarlo de los debates públicos. De ese modo, la gente “evangélica y de derecha” no lo conocen, no saben de sus ideas, de sus planes de gobierno. Las redes sociales aíslan los grupos que no permiten la llegada de cualquier mensaje alternativo. Solamente los adversarios publican en sus grupos los absurdos que el candidato habla, las posiciones ridículas que asume, las groserías que echa en los diálogos con adversarios/as. Los pupitres de comunicación con sus electores son los templos y las redes sociales. Entonces, hay que sospechar del fascismo de parte de los que lo escogieron para presidente: puede que sean más analfabetas políticos que fascistas como los candidatos. Lo cierto es que la estrategia del PSL ha dado resultados más potentes que lo esperado.
¿Lucha de clases? Este punto es muy difícil de caracterizarlo en el escenario brasilero actual: si la persecución a Lula puede ser caracterizada como la lucha de la burguesía y de la clase media en contra de las clases trabajadoras, lo mismo no se puede afirmar sobre el proceso electoral del que hablamos aquí. El público elector de Bolsonaro y su grupo se compone de ricos, de medianamente ricos, de pobres y de muy pobres. Mientras la burguesía echó su suerte en los partidos tradicionales de derecha, la sociedad civil organizada (feministas, movimiento LGBTI, de Conciencia Negra, gremios de maestros, de abogados y otros), partidos de izquierda y centro izquierda optaron por Haddad y Ciro. Los de extrema derecha, ricos, de clase media o pobres votaron con Bolsonaro.
Es un escenario algo confuso, pero puede volverse más entendible si le añadimos la financiación de los comicios: empresas trasnacionales, institutos de apoyo a actividades de extrema derecha, como Milenium financian a Bolsonaro y su grupo. Un pueblo analfabeto político, sin experiencia en organizaciones político/sociales, manipulado por líderes religiosos, por los medios hegemónicos o por las redes sociales, fue capaz de dar su voto a candidatos y partidos que defienden la precarización del trabajo, fin del décimo tercero sueldo (aguinaldo), venta de las empresas estatales y otras cosas más que disminuyen las posibilidades del Estado de atender las necesidades de la nación.