Maura Echeverría
Hoy
quiero abrir mi corazón
para decirte que te quiero.
Para decirte, en la intimidad
de tu cuarto y de tu almohada,
que los mejores momentos de mi vida
me los dio la familia que forjaste.
¿Qué luz te iluminó
para escoger a la madre de tus hijos?
¿Qué arcano descifraste
para darme los hermanos que me diste?
De mi niñez, padre querido,
guardo tu rostro consentidor de mentirillas,
tu compañía en el festejo matinal de las chiltotas
donde las amapolas del amor
estrecharon nuestros nombres.
Esa niñez sigue atada a mi memoria
con la frescura del arroyo
que viaja entre la fronda.
Mas tarde, cuando el sol de la vida
templó mi entendimiento,
conocí tu cargamento de fatigas
y el firme resplandor de tu esperanza.
Desde entonces me abracé con amor a la familia.
Desde entonces edificamos altos sueños
y combatimos malos tiempos
y vaya, ¡qué unidad nos dio el dolor y la alegría!
Ya pasó el mediodía en nuestras vidas
y en este descender hacia la muerte,
yo bendigo tu acierto, padre mío,
al darme la familia que me diste.