Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y poeta
Llega con su sombrero y esbozando una sonrisa. Saluda, ampoule cordial como la tarde, click llevando en su cabello la historia que ha labrado desde los días duros de Chile cuando tuvo que dejarlo y le hizo correr el mundo, cialis hasta que regresó. Se presenta y su camisa naranja vuelve fresca una tarde calurosa de San Salvador en la embajada de Chile. Ha recorrido dos continentes y aún guarda la sencillez suficiente para sentarse y dejar pasar las horas contando un poco de su vida.
Alfonso Freire es un poeta chileno que nació en 1950, el que además de dedicar su vida a las letras también es un cultor de los Derechos Humanos, un maestro de castellano y Literatura.
Fue preso político, y después de estar gravemente enfermo logra salir de la cárcel para estar en arresto domiciliario y luego es expulsado de su natal Chile.
“De lo contrario no la contaba”, expone el poeta.
Logra salir de Chile, pero las cosas no son tan fáciles, llega a Argentina, que también pasa un duro momento, de donde también es expulsado con una carta de urgencia en julio de 1975.
Al parecer aún no era tiempo de posarse en puerto seguro, así que llega a Canadá y desde ahí se traslada a Europa donde fija su residencia oficial en Noruega lugar que habita durante 26 años.
“Hubo un momento en que quise regresar a Chile, Noruega no acepta la doble nacionalidad y me dicen que ya no tendría derecho al Noruego. Te imaginas tenía 24 años luchando por recuperar mi nacionalidad, así que muchas gracias y me quedo con el chileno. Eran los derechos que estábamos peleando”, afirma.
Desde su salida de Chile no tenía pasaporte chileno, para desplazarse de continente a continente se movía con un pasaporte de ACNUR, hasta que logró recuperar su documento chileno y su nacionalidad, en tanto como buen emigrante decide volver a su tierra.
Ya en su pueblo natal, Valdivia, Chile, montó un centro cultural, en el que se desarrollan talleres y apoyan las artes, como una forma de darle algo a su tierra tras 43 años lejos.
Su obra y su vida se complementan, como sucede en la gran mayoría de autores. Tiene toda una historia por contar, su vida es en sí una gran historia en la que ha sido perseguido, ha luchado, ha viajado, vivido el exilio y regresado a su tierra donde sigue laborando por la vida y la literatura. Un día escribirá todo esto en un libro, mientras sus libros publicados son testimonio de diferentes pasajes, inquietudes, corazones.
Algunas de sus experiencias están expuestas en sus libros, tanto que el título de unos sus poemarios: Osledad, publicado en 1994, hace en su neologismo el juego de la soledad combinada con Oslo, el nombre de la capital de Noruega, y así en cada uno de ellos encontramos una estampa de lo que vive:
“Osleando
La nieve nos pone una venda en el pelo
y damos la impresión
de venir saliendo o llegando
de una guerra fría”.
Escribe muchos ensayos.
Cada cierto tiempo publica un libro, en este momento espera que en febrero salga una antología de su poesía en Suramérica.
Caminos
Estudió magisterio, Castellano y Literatura y se ha desempeñado en la lucha de los Derechos Humanos. También ha incursionado en el cine y en numerosos proyectos.
En 1980 estuvo cerca de visitar Centroamérica, como alfabetizador para Nicaragua, pero el viaje ya no fue posible, aunque se preparó para desempeñar su papel, por lo que es su primera visita a la región como invitado en el Festival de poesía de Granada, Nicaragua. Gran forma de llegar, para compartir poesía propia y ajena, porque Freire se deleitó al asistir a todos los recitales que se desarrollaron en la nación de Augusto César Sandino.
Luego fue invitado por la Embajada de Chile en El Salvador, donde sigue una agenda apretada conociendo académicos y jóvenes literatos.
Comenzó a escribir a sus 12 años.
“mi primera pieza literaria es una carta de amor que le hice a una vecina. Mi padre encontró la carta y la rompió, la muchacha no recibió la carta. Nos vimos como 25 o 30 años después y le conté”, comenta.
La obra de Freire es conversacional, un breve discurso en la que expone la vida con algunas imágenes literarias, en la que prima un ritmo desenfadado y suave como el acento chileno, en el que nos muestra influencias del exteriorismo, pero sobre todo mucha humanidad, la humanidad que bordan las experiencias de tener que salir de su patria y volver para poner en orden los días perdidos, pero que también son parte de la vida. Dejando atrás la Osledad, sólo para ese libro y sus recuerdos. Ahora vuelve a andar de Valdivia para el mundo, como residencia oficial y ya no sólo del corazón.