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«Desempolvando la infancia» Poemas de Luis Antonio Chávez

Poemas de Luis Antonio Chávez

 

 

Otra luz en mi camino

 

Allí te quedan mis ansias

las esperanzas cifradas en el tiempo

un reloj multiplicando auroras

y este gemir surcando mares.

 

Me voy

a atar cabos a la angustia

para ver si así

logro estibar peldaños;

ya tu fuego no es el mismo

-me disculpas-

ni tu voz sabe al verbo de los años.

 

Ya no esperes que la quena

suene igual que ayer

pues el verbo por tu amor

fue mal conjugado.

 

Me voy a navegar otros mares

y tal vez otro canto vuelva al cauce

entonces escribiré

desde ese rincón olvidado

donde la gruta no fue

sino un sin par de coces…

 

No esperes más quimeras

que mis sueños

porque estos, por tu amor,

fueron truncados.

 

Espero que comprendas

que este verso surgió formando aureolas en el tiempo

pero hoy me voy a hurgar entre los soles

y quizá otra luz encuentre en mi camino

para marcar entre tú y yo

otro destino…

 

Ciudad de Los Niños

23 de julio de 1977

Del libro Confesiones de invierno

 

 

Niños color canela

A los vendedores

del mercado central

 

Son niños color canela

que han sido desterrados,

llevando en vida una pena

y el corazón destrozado.

 

Pequeños seres vivientes,

reflejo de toda la tristeza,

que, como despojos dolientes

ganan el pan con sutileza…

 

Sufren ellos cada día

de atropellos e injusticia,

y aunque viven con alegría

en el adulto esperan justicia.

 

Con un futuro incierto,

viven sumisos en arrabales,

y con gemidos infernales,

la vida les deja desconcierto.

 

Sin misericordia alguna,

les flagelan su humanidad,

para ellos no hay luz de luna,

ni un día de felicidad…

 

Infortunio es su existir,

pobres niños color canela,

porque no pueden sonreír,

y su sentir es una condena.

 

Fijan su mirada cada día,

hacia un horizonte oscuro,

pero sus anhelos son agonía

e incierto su futuro…

 

enero de 1978

Del libro Confesiones de invierno

 

 

 

 

Ensueño o Realidad

 

He vivido un mundo de ensueño

formando al azar una fantasía,

queriendo del verso ser el dueño

como si no fuera en esta vida

parte de la inspiración de cada día.

 

Queriendo que el sueño sea eterno,

para que no se apague la inspiración,

que llevo dentro y el invierno

da vida al verso que sale del corazón…

 

Si la inspiración fuera centella

que llena de fantasía es algo real,

lo que parece ser una estrella

es un sueño colocado en pedestal.

 

Si retornar del sueño es martirio,

y la fantasía que vivo fuera realidad,

no importa, los versos son delirio

de un corazón que irradia felicidad.

 

Ciudad de Los Niños, Santa Ana, 1978

Del libro Confesiones de invierno

 

 

¿Futuro Nacional?

Miro tras el espejo

una voz pidiendo clemencia.

Son manos angelicales

extendiéndose hacia el vacío.

 

Manos trémulas, sucias

que tiritan de frío,

pies desnudos que trajinan

las calles inclementes.

 

Juan, Pablo, José o Mario

el nombre, no importaba

gente lo ve con desdén

mientras en las calles

ha derramado gotas de rocío

cuando el sol calcina

el asfalto…

Otras veces le han visto

caminar por el bulevar

cantar alabanzas en los buses

-Prefiero pedir y no robar- dice.

Mañana lo veré

¡Dios mío!

cuchillo en mano por las calles

–dame todo lo que tengas–

y en corrida abierta se perderá

luego volverá a las andadas

–con mejor suerte–

parará en la cárcel o el cementerio…

Guillermo, el niño de hoy,

mañana, el adulto

ahora lo llaman “Pecas”

fiel representante de los indigentes

¿o es el futuro nacional?

 

6-noviembre-79

Del libro Confesiones de invierno

 

 

 

Confesión de Invierno

 

“La lluvia cae sobre mí…

con su desvarío, solitario

en el mundo muerto”

Pablo Neruda

 

 

He trajinado como una saeta,

los diferentes linderos de la huerta;

lo que no he visto, a mi alma le inquieta,

pues ignoro que nos oculta cada puerta.

 

Y en esas calles de mi vida ya distante,

he visto de tristeza llorar a un ciego:

¿Qué misterio se ocultó en ese instante?

Lo ignoro, pues de la vida sólo soy labriego

que no busca aquello que le espante

y al dolor ya no le demuestro el miedo.

 

Cuando es justo callo y oculto

de los seres esta infancia ya vivida,

pues sólo a ella le rindo el culto

que ilusionó a mi alma y engalanó mi vida.

 

En lo profundo de mis sueños

veo el misterio que me va deparando la vida

cuando es justo tengo que fruncir el ceño,

pues en mí hay una antorcha encendida,

que ha hecho ver con mucho empeño

lo bueno, y no lo malo de la vida.

 

Transportando en el tiempo mi existir

he querido hacer una breve reseña:

¡Amigo!, que no te espante este decir

porque esta vida a todo nos enseña.

 

Y aunque a veces lucho contra la adversidad,

en el huerto encuentro lo que siempre he querido,

al tiempo perdido no le demuestro aspaviento

ni aunque en sus enaguas me haya guarecido,

porque el tiempo perdido lo llora el muerto

y mientras viva, a Dios estaré agradecido.

 

1982

Del libro Confesiones de invierno

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