DESOBEDIENTE CONTRA LO ESTABLECIDO
Por Mauricio Vallejo Márquez
Mi rebeldía fue potenciada por mi padre. Nunca me dijo nada y jamás en su vida me impuso cosa alguna, porque lo mataron cuando yo tenía un año y medio; sin embargo, su ejemplo es determinante en mi vida. Mi papá fue Edgar Mauricio Vallejo Marroquín, poeta asesinado y desaparecido el 4 de julio de 1981. Sin embargo, desde que era un niño me cuestionaba por qué seguir con el sistema y las costumbres que nos imponen. No me resulta lógico al ver la tristeza y la amargura que traía como consecuencia seguir rutas de vida que sólo llevan al dolor. Sin hablar de la frustración al bloquear los sueños y las oportunidades de las demás personas.
Crecí en un tiempo en el que escuchaba a la gente hablar de su tristeza por no poder estudiar lo que querían o señalaba su vocación. Vocaciones a las que renunciaron por imposición de sus padres o del gobierno en turno. Sin contar que estudiar era y sigue siendo un privilegio para los que podían o pueden pagarlo, el resto era excluido o debía luchar por obtener becas, mientras que existieron paladines que se sacrificaron para trabajar y estudiar gracias a sus salarios, ahorros y sacrificios para estrechar la brecha entre los privilegiados y los sacrificados. Aunque ahora tener una carrera y un posgrado no es garantía para nadie. Nuestro país sigue siendo corrupto y nepotista, y no existe esperanza de que esto cambie a pesar de los discursos. Aunque siempre existen buenas personas y esas son las valiosas que nos dan esperanza.
Mi papá afirmaba que él nació para desobedecer lo establecido, dejó la evidencia entre sus poemas: “nací para desobedecer lo establecido, para trocar el rocío en un mar”. Al enumerar sus actos de vida queda demostrado que era cierto. Fue escritor en un país donde serlo es sinónimo de vago y no de lo que en realidad es, como decía Ezra Pound: “el poeta es el hombre más culto de su tiempo”; aprendió solo a tocar la guitarra; utilizó los mimeógrafos de la editorial de la familia para imprimir manifiestos y propaganda en búsqueda de un país mejor; desobedeció a la comandancia cuando le impusieron hacer actos en los que se asesinaría a seres humanos; fue padre y esposo en un tiempo en que la mayoría de hombres que dejaban embarazada a una mujer huían y dejaban a las criaturas sobreviviendo con sus madres y la lista podría continuar. Y quizá lo más importante, a pesar de su muerte, sigue siendo la proa de un barco que busca los sueños.
Definitivamente ser escritor en El Salvador es desobedecer lo establecido. Las personas creen que una profesión o el comercio son la única forma de sobrevivir en un área geográfica de América en la que sólo existen dos maneras para salir de la pobreza: la política o la delincuencia. En tanto, el escritor vive en otra realidad, una que es vital para la sociedad que termina sepultándolo y anulándolo como individuo. A parte de que entre escritores no se goza de una solidaridad absoluta, debido a las grandes diferencias y pugnas que hay. No es raro escuchar hablar de las mafias literarias y de la forma en que estas imponen diques y silencio a quienes no se pliegan a estos grupos. Por lo que igual se debe desobedecer lo establecido.
Hombres y mujeres que siguen labrando camino en este mundo de sendas áridas, luchan contra lo establecido no para destruir el mundo, sino para construirlo y hacerlo cada día mejor. De la misma forma que personas soñadoras semejantes a mi papá, que entregó su vida por un sueño.
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