Josefina Pineda de Márquez
Maestra normalista
Estoy insistiendo con este tema.
Pero es que sigo oyendo expresiones incorrectas o vacilaciones en el empleo de los pronombres de Primera persona: Yo y mí.
Grabemos en nuestra memoria para siempre: DESPUÉS DE DE ES MI Y DESPUÉS DE QUE ES YO.
–Es posible que antes de mí haya estado otra persona en esa lista.
–No quisieron que yo representara al grupo.
–Ella está en la lista después de mí.
–Nadie se ha burlado de mí ni de ti.
–Es posible que yo me haya expresado mal algunas veces.
–Para mí lo más agradable es que tú seas más que yo.
–Ruth habló mal de mí y de ti.
–“Eran mares los cañales que yo contemplaba un día”.
Este empleo de los pronombres Yo y Mí. Después del relativo QUE y después de la preposición DE ya lo había estudiado con ustedes, queridos lectores, y para algunos ya basta de repetir lo mismo, pero esta mañana he escuchado a una linda persona equivocarse y me dije: Voy a insistir…
No vamos a encontrar esto de: Después de DE es MI y después de QUE es YO en ninguna Ortografía y Gramática de la digna RAE porque son trucos de los que nos valemos para expresarnos correctamente. Nada cuesta, amigos, ayudémonos.
OLIMPIADA U OLIMPÍADA.
Tiene dos acentuaciones válidas: la grave o llana OLIMPIADA (o-lim-piá-da(con diptongo entre las vocales en contacto y la esdrújula OLIMPÍADA (O-LIM- PÍ-A-DA). En el español de España se usa mayoritariamente la palabra grave o llana, mientras que en América decimos cualquiera de las dos palabras.
–Me he pasad horas viendo las olimpíadas de Río.
–Para mí las mejore olimpiadas han sido las de Barcelona.
–Las olimpíadas son cada cuatro años.
LICUA O LICÚA.
Ambas son aceptadas por la RAE.
–Licúo las fresas con leche y con hielo… ¡Sabroso!
–Mi madre licua los frijoles para que puedan digerirse mejor.
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Ya se ha dicho que la ortografía o el buen hablar se aprende leyendo a buenos autores. Los invito a leer una vez más, si ya lo han leído antes, a Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad.
“Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Hasta pronto.
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