Myrna de Escobar
Mientras me arreglo el pelo, pienso en mi encuentro contigo y aunque desde ayer nuestras vidas son paralelas, eres la memoria más entrañable para mi.
Preguntarás si me fuí a peinar, o si me compré ropa y zapatos —pienso antes de salir de casa—. Nuestros hijos también se preparan, no dicen nada pero te añoran tanto como yo. A veces tropezamos con las mismas palabras: si estuviera aquí, si al caer la noche volviera a cruzar la puerta, papá siempre decía…pero está claro, no sucederá. Es y será, nuestro diálogo común, un vacío inmenso en el corazón y en la mente, superado solo por el recuerdo de innumerables momentos familiares.
…
Ya vamos en ruta al cementerio, me aproximo al lugar escoltada por los frutos del amor que un día fue. —Descuida, mi vida, ellos me cuidan— Pienso en las palabras que diré al llegar, en tu largo calvario; en nuestros sueños. Sabes…sin tí, me abrazo a la vida, lo que me queda, total no se muera uno cuando quiere, sino cuando toca cambiar de vagón.
…
Hemos llegado. Mis piernas se resisten a bajar del auto, la tristeza me nubla la razón. !Te acuerdas cuando bromeabas con mis lentes sin tricots! !como me hacías reír! La voz del conductor interrumpe mis memorias contigo. Tengo miedo. Me acerco a ese encuentro paralelo que nos une, y nos separa a la vez. Donde algún día estaré, más no como tu esposa, sino, como dos desconocidos en una nueva dimensión, tal vez. Aclaro mi garganta, cubro mis arrugas para no asustarte, mis ojeras…ya las conoces, como siempre… duermo poco. Me siento torpe como cuando caminaba a tu encuentro en el altar para decir nuestros votos ante Dios como testigo. !Qué nervios! En medio de la sencillez, aquello fue épico.
…
— ¿Hola, Cielo? ¿Cómo estás?
Lo sé. No habrá respuesta, pero continúo hablándote como lo hice siempre.
— Hola. Hay alguien ahí?
Oigo murmullos, canto de pájaros. Pienso que estás cómodo donde estés. De pronto el eco de una voz, irrumpe en el silencio.
— ¿Quién me busca? ¿Por qué me llama así?
— Soy yo, tu esposa. ¿Te acuerdas de mí?
Mientras espero su respuesta, se me hace nudo el estómago, eterno el instante, la cabeza me estalla como cuando se me subió la presión, por primera vez. ¡Cómo ignorar ese día cuando se descontroló todo mi mundo con tu partida! Oigo mis palabras, no puedo creer lo que dije, mas él responde:
— Perdón…No entiendo nada!
— No hay nada que entender, es mi yo aferrándose a tu ausencia.
— Sigo sin comprender, lo siento. ¿Por qué llora?
— No es nada, el viento del verano me asfixia.
— ¿Estás bien?
— ¡Cómo no estarlo! Aquí todo es tranquilidad, descanso, paz.
— Yo, mientras tanto, trabajo y más trabajo…Me haces falta!
— Su voz ha cambiado. ¿Nos conocemos?
— No te he visto en muchísimo tiempo.
— No comprendo. Me fuí…de dónde?
— de mi lado, de nuestra casa. ¿Por qué me dejaste?
Nuestra conexión emocional se interrumpe por el intempestivo trino de los pájaros, el ruido de los autos llegando al camposanto. Las hojuelas, flores, bebidas, todo el bullicio allá afuera. Es inútil seguir aquella plática. Nuestros hijos me piden regresar a casa, buscar la salida. Nos abrazamos frente a la sepultura para despedirnos.
— Sabes… antes de retirarnos me hubiera gustado oírte decir: “Adiós, mi vida! !Estás muy linda! !Me gustas así”. Nunca cambies, por favor!
El silencio delató su inanimado corazón. Todo ha cambiado.
— ¿Me recordarás cuando volvamos a vernos? Insistí,
Tras un breve instante. La voz resurgió.
-— No demore en volver. Fue bueno hablar con alguien. Hace tiempo… no lo hacía.
— No me recuerdas, ¿verdad?
— Su voz se me hace familiar. No sé por qué.
— Alan ya está trabajando. ¿Te lo dijo?
— Alan?… quién es? No se ofenda, si pregunto.
— Nuestro hijo… Son dos. Están aquí. Jarod superó tu estatura.
— ah! Hola!
— ¡Hola, Sapito! (coro) !Qué bueno verte de nuevo!!nos haces tanta falta!
— ¿Has visto a tu madre?
— ¿Mi madre? ¿Qué quiere decir?… debió venir? ¿Estamos lejos?
— ¡olvídalo!
El mensaje del celular anuncia que nuestro Uber nos espera. Cerramos este capítulo de nuestras vidas con una oración silenciosa. Me alejo con mis hijos, que un día fueron suyos, pero él no recuerda. Lo humano para él ha quedado atrás. Vive en una nueva dimensión. Yo seguiré peregrinando en este valle de lágrimas, —como reza la oración.
— Adiós, Tesoro! Descansa en paz! Nunca olvidaré nuestra felicidad de tantos años, y aunque no logramos despedirnos ese día, tu partida era el ungüento necesario para curar tus heridas. Lo aceptó resignada. Seguiremos adelante sin ti. Tus memorias serán nuestra consigna.
Nos marchamos cabizbajos, en silencio, con la amargura opacada por ese adiós impronunciable.
Debe estar conectado para enviar un comentario.