DÍA DE DIFUNTOS

Marlon Chicas, 

Colaborador

 

El fenómeno de la muerte es, y será, el acontecimiento que más encierra una infinidad de conjeturas y misterios. El ser humano comienza la vida llorando. Y en ocasiones, se culmina también con lágrimas. Pasajeros de la vida que en el devenir de la existencia, llegamos, tarde o temprano, al inevitable momento de trascender de nuevo a la casa del Creador.

Traigo a la memoria años de infancia, cuando con coloridos gallardetes y plásticas flores, se preparaban sendos atuendos que adornaban las tumbas, en la que yacen los restos mortales de nuestros antecesores, lápidas corroídas por el tiempo que inmisericorde no detiene su marcha, recordando nuestra efímera existencia.

Sobre una lápida, leemos un epitafio, recuerdo de quien en vida fuera una persona que gozó o sufrió en este diablo mundo.  Ahora sólo es testigo mudo de rezos y llantos de aquellos que evocan su memoria, su pasado de alegrías y nostalgias. Campo santo que encierra a ilustres hombres y mujeres, así como al desconocido indigente por quien nadie llora o reza en una fosa común.

Tanatorio que cada 2 de noviembre se llena de algarabía por el reencuentro entre vivos y muertos. Momento propicio para elevar una oración por el descanso eterno de las almas, que esperan con júbilo la llegada de la resurrección. Madres que recuerdan con nostalgia a sus hijos, esposos que entrelazan con fuerza indivisible lazos del amor, hijos que honran la memoria de sus progenitores.

Tiempo propicio de ganar unas monedas, limpiando tumbas, pintando cruces, entonando melodías que fueron del deleite de quien ahora reposa en el sepulcro. Época  de reflexión, para pocos e indiferencia para muchos. Responso que alivia el sufrimiento del espíritu que espera ser juzgado, con una sola pregunta: ¿Has amado…?

¿Cómo olvidar el barullo de quienes van y vienen en la búsqueda del arreglo floral, coronas, gallardetes, de suculentos bocadillos de ocasión, hojuelas con miel de atado, elotes locos, pupusas, entre muchas especialidades culinarias? Ambiente de fiesta que recuerda que la muerte no es el final de todo, sino el inicio de una vida mejor.

Espacio que invita a la oración. Lugar de encuentro con el Creador, en la tranquilidad y silencio de un paraje cubierto de flores, refugio de abejas y pájaros. Susurro del aire entre las hojas de los árboles o del canto triste del Cristo Rey,  que nos emociona sublimemente.  Hora de alzar el vuelo, en el viaje sin retorno, que más temprano que tarde habremos de afrontar.

En vida hermano, en vida. Se debe hacer hoy -todo lo bueno, todo lo noble- por aquellos que nos rodean, a fin de no lamentarnos, por lo omitido en tiempo oportuno. De nada valen lágrimas o remordimientos, cuando no fuimos capaces de decir un “¡Te quiero!” a la persona que nos dio el ser, al amigo de infortunios, al amor que marcó nuestro corazón para la eternidad. Como dice el poeta, en vida hermano, en vida.

Elevo una flor y  una oración por los que se nos adelantaron, seguro que pronto volveremos a vernos en un mundo en el que no existe ni sufrimiento ni dolor, ante la excelsa presencia del Padre Creador de todas las cosas. ¡Descansen en paz los que ya partieron!

 

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