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En el Día del Trabajador

Con el nombre de Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), más conocida como la Primera Internacional, en 1864, en Londres, Inglaterra, se le encomienda a Carlos Marx y otros elaborar el programa y los estatutos de la Unión Internacional de los trabajadores, que tiene su primer congreso en 1866 en Ginebra, Suiza.

El programa define las banderas de lucha de la clase trabajadora, para concretar la emancipación económica de la clase obrera, entre las que destacaba la estrictamente laboral y la política.

Y mientras Marx, en el cuarto congreso, en 1869, le apostaba al centralismo, al parlamentarismo y a la acción política como medios de lucha, Bakunin se decantaba por el antiestatismo y el federalismo.

En 1870, la AIT, toma la siguiente resolución: “Visto que el proletariado, como clase, no podría alzarse contra la violencia colectiva de las clases poderosas de otra manera que constituyéndose en un partido político particular, en la lucha contra todos los viejos partidos de las clases burguesas; que la constitución del proletariado en un partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y de su objetivo final, la abolición de las clases; que la unión de las fuerzas de los trabajadores, que fue ya lograda con ayuda de las luchas económicas, tendrá que servir también como palanca para las masas de esta clase en su lucha contra el poder político de los explotadores, la conferencia declara a los miembros de la Internacional que, en vista del estado de guerra en el cual se encuentra la clase obrera, su acción económica y política están ligadas de manera inseparable.”

Es necesario traer a cuenta estos datos históricos, porque en la actualidad, algunos gremios de trabajadores han perdido el rumbo que la clase trabajadora se planteó cuando se fundó la Primera Internacional, y se han dejado seducir por el enemigo de clase, y han abanderado su agenda, y despreciado y combaten las banderas comprometidas con el programa que busca la liberación de la clase trabajadora.

La clase trabajadora en particular, y la ciudadanía, en general, deben saber distinguir los proyectos políticos que enarbolan sus gremios y sus dirigentes. Es decir, los hay quienes se alinean por el proyecto revolucionario, desarrollado con las condiciones actuales, como un proceso de largo plazo, y los que le hacen el juego a los contrarrevolucionarios, valiéndose, incluso, de luchas reivindicativas aparentemente legítimas, pero su propósito final es otra. Olvidando lo expresado por Lenin: “Ninguna lucha económica puede aportar a los obreros un mejoramiento estable”.

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