Por Hector Velasco
La Habana/AFP
Los rebeldes de las FARC y el gobierno de Colombia alcanzaron el miércoles el histórico y definitivo acuerdo de paz en La Habana para extinguir un enfrentamiento de medio siglo que deja cientos de miles de víctimas.
Las difíciles discusiones que por cuatro años albergó Cuba llegaron a feliz término: la suscripción de un acuerdo de seis puntos que, para hacerse efectivo, deberá ser aprobado en un plebiscito convocado por el presidente Juan Manuel Santos para el 2 de octubre.
«Hemos acordado suscribir el presente acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, cuya ejecución pondrá fin de manera definitiva a un conflicto armado de más de cincuenta años», según el comunicado conjunto leído por los garantes de Cuba y Noruega.
El pacto prevé en esencia que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) depongan los fusiles y se conviertan en partido político.
«Hemos ganado la más hermosa de todas la batallas: la de la paz de Colombia», proclamó Iván Márquez, jefe negociador de los rebeldes tras suscribir el pacto con Humberto De la Calle, su contraparte del gobierno.
En un emotivo mensaje a los colombianos, Santos, que ha apostado su capital político a este acuerdo, declaró: «!podemos decir que se acabó la guerra y hacer este anuncio histórico!
En ciudades como Bogotá y Cali centenares de personas, que siguieron el anuncio a través de pantallas gigantes, estallaron de júbilo y agitaron banderas nacionales.
El acuerdo con la mayor guerrilla de Colombia, en armas desde 1964, permitirá superar en gran parte un enfrentamiento que deja unos 260.000 muertos, casi siete millones de desplazados y unos 45.000 desaparecidos.
El pacto de La Habana prevé compromisos para solucionar el problema agrario, que dio origen al levantamiento de las FARC), y enfrentar el del narcotráfico, combustible de la violencia.
También acordaron un alto al fuego bilateral y definitivo, fórmulas de justicia y reparación de las víctimas, y la participación en política de los futuros excombatientes.
Se espera que las FARC inicien su desarme en un plazo de seis meses contados a partir de su concentración en 23 zonas y ocho campamentos en Colombia.
Observadores desarmados de la ONU y delegados de las FARC y el gobierno verificarán el proceso de dejación de armas, con las cuales se levantarán tres monumentos.
El proceso de La Habana llegó a buen puerto después de tres intentos fallidos de negociación en 1984, 1991 y 1999.
«Uno no cree que puede vivir para ver cosas como estas, históricas para el país», dijo en Bogotá Marcela Cárdenas, un empleada de 24 años.
De momento no se ha anunciado si el acuerdo, en caso de ser aprobado, será firmado por Santos y Timoleón Jiménez (Timochenko), jefe máximo de la guerrilla.
Después de La Habana
Aun cuando las negociaciones cerraron exitosamente, Colombia todavía deberá esperar a que lo pactado en La Habana sea aprobado por los colombianos.
Solo si el acuerdo supera la prueba en las urnas (para lo cual requiere al menos 4,4 millones de votos afirmativos y que el «No» tenga una votación menor), podrá decirse que el último conflicto armado en América está en vías de extinguirse.
Sin embargo, todavía están activos el Ejército de Liberación Nacional (ELN) – una organización casi igual de antigua que las FARC pero más débil – y grupos del crimen organizado dedicados al narcotráfico y la minería ilegal.
Con la negociación concluida formalmente, el gobierno de Santos se concentrará en la campaña para lograr la aprobación del acuerdo, mientras la guerrilla, con el texto en la mano, realizará una última reunión de comandantes con la tropa en Colombia para dar el paso definitivo hacia su desarme.
«La decisión, colombianos, está en sus manos», dijo Santos, y destacó que el plebiscito será «la votación más importante de nuestras vidas».
«La votación del plebiscito marcará el inicio de todo (lo pactado). Si gana el No, se puede recomponer los acuerdos desde el punto de vista jurídico, pero políticamente sería muy complicado. Se vendría de nuevo la guerra», dijo a la AFP Ariel Ávila, analista del Observatorio Paz y Reconciliación.
En una de las primeras reacciones internacionales, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llamó por teléfono a Santos para «felicitarlo por concluir detalles claves del acuerdo de paz», y le reiteró el respaldo de su gobierno, según un mensaje de la Casa Blanca.
Inicia cuenta regresiva
Tras un crucial acuerdo de paz con la guerrilla FARC, Colombia inicia este jueves la cuenta regresiva hacia el plebiscito con el que se busca hacer realidad lo negociado para dejar atrás más de medio siglo de guerra interna.
Los colombianos recibieron con alegría el pacto alcanzado el miércoles entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas), que para ser efectivo deberá ser aprobado en una votación convocada para el 2 de octubre.
«Queda en manos de ustedes -de todos los colombianos- decidir con su voto si apoyan este acuerdo histórico que pone fin a este largo conflicto entre hijos de una misma nación», dijo el presidente al anunciar al país el comienzo del fin «del sufrimiento, el dolor y la tragedia de la guerra».
Santos, un político de centroderecha artífice de las negociaciones que se desarrollaron en Cuba desde noviembre de 2012, anunció que este jueves enviará al Congreso el texto definitivo del acuerdo final de seis puntos, y lo publicará para que «nadie» pueda decir que no lo conoce.
Con ilusión, muchos ondeaban en Colombia el miércoles banderas patrias y agitaban globos blancos celebrando la noticia. «Es clamor popular, un grito nacional para que se acabe esta guerra fratricida», confió a la AFP José Cruz, un activista por los derechos humanos.
El cuarto proceso de paz con las FARC luego de intentos fallidos en 1984, 1991 y 1999, prevé compromisos para solucionar el problema agrario y enfrentar el del narcotráfico, fuente de financiación de la violencia. Además, establece mecanismos de reparación a las víctimas y de justicia, así como de participación política de los futuros excombatientes.
Un alto al fuego bilateral y definitivo y el desarme de los rebeldes en un plazo de seis meses contados desde su concentración en 23 zonas y ocho campamentos en Colombia, están contemplados en el pacto de La Habana, que adjudica a la ONU y observadores internacionales la supervisión del proceso.
«Una oportunidad de pasar la página»
Para el analista Jorge Restrepo, este acuerdo no sólo termina con la política con armas, sino que permite a Colombia dedicarse «por fin» a los problemas de política pública pendientes y atacar «de manera más efectiva» problemas que ha exportado, en particular el de las drogas.
«Es una oportunidad de pasar la página», enfatizó el director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), sobre el dilema de seguir buscando venganza por el «inmenso daño» que las FARC hicieron la país, o tomar el «camino del perdón».
Colombia «debe perdonar» los crímenes cometidos por las FARC, y esa guerrilla debe cumplir el acuerdo alcanzado con el gobierno, dijo a la AFP Roberto Saénz, hermano del abatido jefe guerrillero Alfonso Cano, un exconcejal de Bogotá que nunca se unió a la guerrilla.
Con el cierre de la negociación en Cuba, las FARC se aprestan a compartir con sus tropas el texto y su máximo líder, Rodrigo Londoño, conocido como Timoleón Jiménez, insta a «buscar la reconciliación».
Noruega, Estado facilitador durante la negociación, reaccionó muy positivamente al acuerdo. «Felicito a ambas partes por este gran paso hacia una Colombia en paz», escribió en Twitter la primera ministra, Erna Solberg.
El ministro noruego de Exteriores, Børge Brende, aseguró en una entrevista en televisión que se trataba de un acuerdo «muy detallado» y dijo «confiar» en que el pueblo colombiano lo aprobará en el referéndum de octubre.
El gobierno de Santos, en tanto, se aboca de lleno a la campaña para lograr esa validación en las urnas. El acuerdo solo podrá ser aprobado con al menos 4,4 millones de votos afirmativos (13% del padrón electoral) y que no sean superados por el «no».