Blanca Flor Bonilla
Luchadora Social por los Derechos Humanos.
Se escuchó por primera vez sobre la teoría del cooperativismo en El Salvador, en una cátedra de la Universidad de El Salvador, Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales. En 1914 se organizó la primera Cooperativa de Zapateros en San Salvador, en 1938 se creó la Cooperativa Algodonera.1
El 25 de noviembre de 1969, la Asamblea Legislativa creó la primera Ley General de Asociaciones Cooperativas, dando vida al Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo como una corporación de derecho público, con autonomía económica y administrativa. Su funcionamiento inició el 1 de julio de 1971, cuando contó con financiamiento. El movimiento cooperativo, según el artículo 7 de la ley, puede organizarse en cooperativas de servicios, vivienda y transporte. En la actualidad está constituido por más de 220,880 familias. En el tema económico, el sector cooperativo absorbe el 13 % de la población económicamente activa.2
Actualmente, a nivel sectorial, en las cooperativas de ahorro y crédito participan 342,814 mujeres y 312,405 hombres; en el sector comercio participan 1,831 mujeres y 2,879 hombres; en transporte hay 547 mujeres y 2,280 hombres; en aprovisionamiento participan 2,754 mujeres y 4,564 hombres; en Vivienda están inscritas 652 mujeres y 490 hombres; y en el sector agropecuario cuenta con más de 1,930 cooperativas, para poner algunos ejemplos. Al 30 de abril 2021 había un total de 675,016 personas afiliadas, siendo el 51.9 % mujeres (350,309) y el 48.1 % hombres (324,707).3
Antes de 1992, las mujeres no podían asociarse en cooperativas, ni tener tierras ni propiedades a su nombre. Con los Acuerdos de Paz se abrió y facilitó la democracia económica para las mujeres. En las cooperativas que tienen propiedades, el número de mujeres es menor que los hombres, a excepción a las de vivienda. En El Salvador, únicamente el 1 % de las mujeres son dueñas de tierras, situación que limita la participación activa de ellas en las cooperativas. Es de mucha importancia que se reconozca el trabajo doméstico, reproductivo y de cuidado de las mujeres.
En la Convención Continental para la Equidad de Género en el Cooperativismo, celebrada en Quito, Ecuador en 2009, se realizó un diagnóstico sobre las desventajas en ingresos entre mujeres y hombres en Centroamérica, donde se identificaron las siguientes características: la proporción de población de más de 15 años sin ingresos es superior en mujeres; el porcentaje de mujeres cónyuges sin ingresos propios tiende a aumentar; y que la brecha en el ingreso promedio de las mujeres con respecto al de los hombres es de apenas el 60 % en Honduras, 79 % en Costa Rica y 72 % en El Salvador, incrementando según aumenta la escolaridad. También se sabe que las mujeres en empleos de baja productividad es mayor.
La jefatura de mujeres en hogares urbanos ha crecido, aunque sigue siendo baja: el 26 % en Guatemala, 37 % en Panamá y 35 % en El Salvador. En el sector servicios hay más presencia de mujeres: 66.7 % en Honduras, 83 % en Panamá; y 68.4 % en El Salvador.
Otros indicadores regionales establecen que la esperanza de vida al nacer es menor en mujeres y que la población urbana analfabeta es menor en mujeres, con excepción de Panamá. El analfabetismo femenino en promedio es 3 % mayor que los hombres; y el empobrecimiento de jefaturas de familia es más en mujeres, con excepción de Guatemala.
Es necesario revisar las estrategias de desarrollo y el papel de las mujeres cooperativistas, incluyendo las posibilidades y obstáculos en el nuevo contexto histórico y económico, comprender que sin equidad social no habrá equidad e igualdad de género. Es importante definir las estrategias en una perspectiva de concertación de género, asumiendo compromisos hacia la igualdad. Se requiere proyectar compromisos más justos para hombres y mujeres en el desarrollo de la vida comunitaria, influenciar los espacios familiares como facilitadores del desarrollo de las mujeres.
El empoderamiento de la mujer a través del modelo cooperativista busca contribuir a la reflexión sobre el papel que estas representan para la sociedad y la forma en la que su decisión por emprender les ha permitido acceder a mejores condiciones de vida y así alejarse de la marginación, el empobrecimiento, la precarización laboral y la violencia de género, incrementando su autoconfianza y autoestima, saliendo de circunstancias difíciles con la ayuda de sus acciones de emprendimiento en grupo, con lo que obtienen recursos económicos que las convierte en mujeres independientes y fuertes.
Las cooperativas han mostrado resistencia a la crisis ante la pandemia por el COVID-19 y promueve soluciones a los problemas enfrentados por sus membresías. A pesar de ser afectadas al igual que toda la población, responde a las comunidades y actúa a nivel local.4
1. FEDECACES.
2. INSAFOCOOP.
3. INSAFOCOOP. 2021
4. Las cooperativas de El Salvador demuestran su papel único en tiempos de crisis. 2020.