Óscar Sánchez,
Investigador e intelectual
En la entrega anterior a la estrategia sanitaria alternativa a la cual nos referíamos es a la promoción de la salud.
La Carta de Ottawa para la promoción de la Salud (Canadá, 1986) la define como el proceso que permite a las personas incrementar el control sobre su salud para mejorarla y que se dedica a estudiar las formas de favorecer una mejor salud en la población… La promoción de la salud permite que las personas tengan un mayor control de su propia salud. Abarca una amplia gama de intervenciones sociales y ambientales destinadas a beneficiar y proteger la salud y la calidad de vida individuales mediante la prevención y solución de las causas primordiales de los problemas de salud, y no centrándose únicamente en el tratamiento y la curación (Organización Social de la Salud, OMS, 2016).
Hablar de promoción de la salud conlleva, entonces, una diagnosis (una lectura o un conocimiento sobre esta estrategia) y una prognosis (una prospección, proyección de futuro o rumbo que ésta tomará en el tiempo).
La promoción de la salud, por lo tanto, es una estrategia que todos debemos perseguir y trabajar por su consecución. Una de las figuras que han abonado en este esfuerzo son los promotores y promotoras de salud, así como los profesionales y referentes en educación para la salud. El Salvador es uno de los pocos países de Latinoamérica que cuenta con este tipo de talento humano, los primeros enfilando sus esfuerzos a nivel rural y los segundos promoviendo la salud urbana.
Para tratar de entender la cronología que ha llevado hasta la actualidad lo que hoy conocemos por promoción de la salud hay que incursionar en el desarrollo histórico del proceso salud- enfermedad.
Por tradición filosófica se dice que “lo natural en una persona es estar sana”. Desde el auge de la filosofía griega los pensadores de esa época intentaron dar explicaciones biológicas a los procesos de la naturaleza, aunque a la carencia de éstas, las respuestas tenían una explicación divina, sobrenatural o eran consecuencia del destino. Los griegos creían que las enfermedades contagiosas eran resultado de castigo de los dioses. Por otra parte, éstos consideraban que los dioses podían volver a curar a las personas, si se les ofrecían sacrificios. En esos tiempos era también normal pensar que las enfermedades tenían causas sobrenaturales. Por ejemplo, la palabra «influenza» significaba en realidad que una persona se encontraba bajo una mala «influencia» de las estrellas.
La receta para estar sano era la moderación, la armonía y «una mente sana en un cuerpo sano».
Antes del nacimiento de la filosofía moderna y de la medicina como ciencia, las explicaciones sobre el proceso salud enfermedad eran consideradas dogmas, es decir tenían una base religiosa en vista que todas las explicaciones universales estaban centradas en la permisión o no de Dios.
Fue René Descartes (1596-1650) quien bajó del andamio las ideas teocéntricas (la centralidad era Dios) colocó al hombre como centro de todas las cosas (teocentrismo). Examinando las premisas de la filosofía del pasado y encontrando carencia en sus fundamentos, Descartes propuso un método fundamentado en el uso de la razón. Poniendo la primacía en el sujeto con su célebre frase «Cogito, ergo sum» (pienso, luego existo), las ideas de Descartes sentaron las bases para las diferentes revoluciones, entre ellas la francesa, la cual dejó como legado el sistema capitalista y la Declaración de los Derechos del Hombre. De esta declaración han surgido diferentes reivindicaciones entre ellas las del Derecho Humano a la Salud.
Con la fuerte influencia ideológica-cultural del filósofo sui generis Friedrich Nietzsche (1844-1900) con su frase «Dios ha muerto», retomado después por Michel Foucault (1926-1984) aplicado a la especie humana con el «Hombre ha muerto», a lo que hace referencia Foucault es al sujeto constituyente de la realidad cartesiana, lo cual no es una afirmación correcta. Dicho en otras palabras, Foucault con su escuela estructuralista (movimiento filosófico que se inclina por analizar el lenguaje, la cultura y la sociedad en la segunda mitad del siglo XX), lo que pretende hacer es salir del sujeto, ese sujeto que Descartes en 1637 pone en la centralidad, como punto de partida epistemológica única, ese sujeto centralizado que domina todo el conocimiento y la realidad. Para Foucault este sujeto cartesiano no es un sujeto constituyente de la realidad, sino más bien un sujeto constituido por las relaciones de la estructura, específicamente el lenguaje y el papel que ocupa este en una etapa denominada el olvido del ser por las conquistas de los entes.
Retomando el párrafo anterior, la salud y otros elementos vitales, armónicos al actual modelo de “desarrollo” o “civilizatorio”, son suplantados como derechos fundamentales y pasan a categorías de cosas (cosificación) y elementos que adquieren un valor material o mercancía.
Una década después de los planteamientos de Foucault se hace público el « Informe Lalonde» (Marc Lalonde, Ministro de Salud y Bienestar del Gobierno Canadiense en 1974), documento de referencia de la promoción de la salud que contempla un conjunto de estrategias intersectoriales para la mejora de la salud de los canadienses basadas en el análisis de la realidad, utilizando las categorías de biología humana, influencia del medio ambiente, los estilos de vida y organización de los servicios de salud.
Es precisamente en la postmodernidad, específicamente en la década de los 70, donde se somete a discusión la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud –OMS-. Esta deconstrucción de la conceptualización de salud da un salto de calidad a la promoción de la salud, ya que la salud tanto como proposición o definición teórica parte o se entiende a partir de su opuesto: la enfermedad y la muerte. En septiembre de 1978 se celebra la Conferencia de Alma Ata, la cual da como producto la estrategia de Atención Primaria en Salud APS. Este mecanismo de asistencia sanitaria es interpretado y adoptado de diferentes maneras por los gobiernos firmantes. En noviembre de 1986 se declara la ya mencionada Carta de Ottawa que formaliza la propuesta de Promoción de la Salud consensando cinco campos de acción.
En El Salvador, al interior del Sistema Nacional de Salud ha habido un permanente debate entre el paradigma bioclínico y el de promoción de la salud. Con la implementación de la Política Nacional de Salud y los ejes de la Reforma de Salud que plantean enfoques sobre derecho a la salud, promoción de la salud, equidad, interculturalidad, entre otros, se pretende posicionar dentro de la agenda de prioridades a la promoción de la salud sin detrimento de la atención clínica y preventiva a la salud.
Una deuda histórica sobre el accionar de la promoción de la salud la constituyen las instituciones formadoras de recursos en salud, que le ha dado mayor primacía a la enfermedad que a la salud, mayor primacía a la atención en salud que a la salud pública.
Desde este ámbito algunos remanentes a desmitificar serían los siguientes: Que la promoción de la salud es responsabilidad única del sector salud; la promoción de la salud es lo mismo que prevención de la enfermedad; la promoción de la salud se reduce a intervenciones educativas; la promoción de la salud no requiere de inversión; la promoción de la salud requiere alto costo de inversión; la promoción de la salud es sinónimo de estilos de vida saludable; la promoción de la Salud es exclusiva de profesionales no médicos.
Los argumentos propios para la prognosis y la desmitificación en cuanto a los desvíos y desaciertos en cuanto a la promoción de la salud serían los siguientes: La promoción de la salud requiere procesos altamente complejos como la participación multidisciplinaria, la intra e intersectorialidad, la participación social, organización social y comunitaria; la promoción de la salud la hace todo el personal sanitario, la comunidad, el sector salud tanto como los diversos sectores del estado, es de carácter interinstitucional, intrasectorial e intersectorial; la promoción de la salud es todo un proceso que busca apropiar a las personas a la identificación de las inequidades y la toma de control de aquellos aspectos o elementos de la determinación social de la salud que estén a su alcance controlar; para lograr mejoras en la salud de la población, la promoción de la salud requiere de inversión; para su implementación necesita de un presupuesto para financiarla y lograr incidir en indicadores de bienestar, de incidencia social y política; la promoción de la salud trasciende del sector salud, por lo tanto los costos son distribuidos en todos los sectores responsables que inciden en la salud; la promoción de la salud tiene un enfoque poblacional de carácter colectivo, los estilos de vida se refieren fundamentalmente a la persona y a su núcleo familiar, por lo anterior la promoción de la salud se decanta por los modos y las condiciones de vida (claro está sin detrimento de los estilos de vida saludable que también son relevantes para mantener el estado de salud de las personas).
De las diferentes consideraciones conceptuales sobre promoción de la salud se determinan cuatro puntos: (1) La promoción de la salud se nutre de muchas disciplinas y crea una innovadora teoría y práctica de salud pública que permite cumplir con metas y objetivos sociales, como conseguir individuos y comunidades que actúen, alcanzando mayor bienestar con equidad social. (2) La unión de los esfuerzos de todos los actores sociales y productivos para lograr producir más salud, no implica el desconocimiento de las responsabilidades de la persona en su nivel individual para con su salud y la de los demás, pero prima el trabajo con las comunidades mediante nuevos modelos y escenarios de acción. (3) La discusión sobre las bases conceptuales y los argumentos que se esgrimen en su contra son útiles y necesarios para continuar la construcción teórica y práctica de la promoción de la salud y para apropiarse de conceptos, categorías, estrategias y métodos que permitan mejores acciones de la nueva salud pública (ello incluye una epidemiología crítica) y (4) La promoción de la salud no se opone al mejoramiento de los servicios de salud para la atención de riesgos y enfermedades, pero señala la necesidad de reorientarlos para que cumplan un mejor papel en el mejoramiento de la salud colectiva.
La agenda para la acción en Promoción de la Salud se enriquece cada día más con la práctica en diferentes lugares y contextos, por lo que es importante retomar los desarrollos operacionales más conocidos a partir de la Carta de Ottawa.
Aportemos en esta estrategia alternativa que es la promoción de la salud. Recordemos que la promoción de la salud trabaja con la gente sana para mantenerla sana.