Luis Armando González
La gobernabilidad democrática constituye uno de los objetivos de cualquier gobernante que pretenda asegurar la estabilidad de la sociedad, no a partir de la fuerza –lo que es propio del autoritarismo— sino a partir del respeto de normas y criterios enmarcados en el Estado de derecho. La gobernabilidad democrática es algo a conseguir ahí donde no existe, y algo a consolidar ahí donde es incipiente. Las dificultades que habrán de sortearse son distintas según la naturaleza de las sociedades, sus grupos de interés, sus conflictos, su historia y su cultura política. Ahora bien, sin importar el carácter de la sociedad en la que se busca impulsar una estilo de gobernabilidad democrática existe un método (un mecanismo) que en las más diversas circunstancias históricas –sobre todo, en las más conflictivas— ha revelado sus potencialidades y capacidades para avanzar hacia aquella: el diálogo no solo político sino también social y económico.
Y lo que esas experiencias históricas también ponen de manifiesto es que para que el método del diálogo funcione (es decir, sea eficaz para la gobernabilidad democrática) se requiere de promotores del diálogo –es decir, de personalidades que hagan suya la causa del diálogo y la impulsen contra viento y marea— y actores (sociales, institucionales, políticos, empresariales) que hagan eco del esfuerzo de esas personalidades y se sumen a su promoción y puesta en práctica para resolver problemas que de otra manera se prolongarían interminablemente. O sea, que el método del diálogo para la gobernabilidad democrática puede ser eficaz para resolver problemas (sociales, económicos, políticos) siempre y cuando se cuente con personalidades (políticas, eclesiales, universitarias, diplomáticas) que lo promuevan y con actores sociales significativos que lo hagan suyo. Cuando esto sucede se pueden superar situaciones dramáticas (como guerras civiles, por ejemplo) que de otro modo no tendrían una solución beneficiosa para el conjunto de la sociedad.
En su historia reciente El Salvador ha contado con agentes de diálogo que en momentos ciertamente críticos supieron promover el método del diálogo como vía de solución para problemas de envergadura, lo cual no siempre, y en principio, les hizo ganar adhesiones, sino más bien todo lo contrario. Desde la Iglesia un hombre de diálogo fue sin duda alguna Monseñor Oscar Romero; otro, Monseñor Arturo Rivera Damas; y un tercero, Ignacio Ellacuría. Tanto Rivera Damas como Ellacuría fueron decisivos para la gestación de un “espíritu” de diálogo cuando la guerra civil estaba en su apogeo. Del lado de la izquierda salvadoreña, una vez que se abrió paso la opción de la negociación para terminar con la guerra, destacan -junto con los demás figuras que integraron las comisiones negociadoras del FMLN-FDR en las distintas etapas del proceso— Schafik Hándal y Salvador Sánchez Cerén, cuyo liderazgo fue clave para llevar a buen término las negociaciones que culminaron el 16 de enero de 1992 con la firma de los Acuerdos de Paz.
Ambos líderes continuaron siendo agentes del diálogo –específicamente del diálogo político— una vez terminada la guerra. Cuando falleció Schafik Hándal (el 24 de enero de 2006), fue (y es) Sánchez Cerén el que siguió (y ha seguido) impulsando el método del diálogo como mecanismo de solución de los problemas nacionales. Como Presidente de la República, prácticamente desde el inicio de su gestión, ha hecho de ese método un instrumento estratégico para garantizar la gobernabilidad democrática en El Salvador. Es difícil que incluso sus detractores más acérrimos (pero que no han perdido el sentido de la realidad) no le reconozcan como una virtud su vocación y esfuerzos por crear instancias de concertación, a las que han sido convocados distintos actores y sectores de la vida nacional, para buscar las mejores soluciones a problemas complejos, como por ejemplo la violencia y la inseguridad, la (mala) calidad de la educación o las desigualdades económicas originadas por los bajos salarios.
¿Cuáles son los principales ejes del método del diálogo impulsado por el Presidente Sánchez Cerén desde 2014 hasta el momento actual?
En primer lugar, el diálogo social. Este eje se ha concretado, principalmente, en los programas presidenciales “Gobernando con la Gente” y “Casa Abierta”, en los cuales el Presidente Sánchez Cerén dialoga con los sectores sociales populares. Otra expresión de este diálogo social son los consejos nacionales ciudadanos –especialmente el de Seguridad Ciudadana y Convivencia, y el de Educación—, que son instancias de concertación ideadas por el Mandatario para buscar soluciones a los problemas nacionales a partir de decisiones tomadas en los mencionados consejos.
En segundo lugar, el diálogo político. Esta ha sido otra apuesta del Presidente Sánchez Cerén en su propósito de asegurar la gobernabilidad del país. Permanentemente ha buscado crear puentes de entendimiento con los partidos políticos, comenzando con su iniciativa de promover una mesa interpartidaria en la cual se discutieran los problemas nacionales en orden para buscarles la mejor solución. La derecha partidaria ha obstaculizado la viabilidad y permanencia de este diálogo político promovido por el Presidente de la República. Sin embargo, en diferentes oportunidades ese mecanismo ha servido para desentrampar situaciones –como los compromisos asociados con el tema de las pensiones en 2017 o la aprobación del Presupuesto 2018— que de otro modo auguraban desenlaces negativos para la sociedad salvadoreña.
En tercer lugar, el diálogo económico. Aquí el Presidente Sánchez Cerén ha buscado acercamientos con los sectores empresariales con el objetivo de sacar adelante asuntos –como las mejoras salariales— que requieren de la participación y compromiso de los grupos de poder económico. La poca disposición de estos grupos a sumarse a los esfuerzos por construir una sociedad más inclusiva ha impedido que el diálogo económico se abra paso como una instancia permanente de debate socioeconómico. Con todo, y a regañadientes, los grupos de poder económico han dado legitimidad a este mecanismo al participar en 2017 en el debate en torno al aumento salarial y en las discusiones que condujeron a la solución parcial de la crisis generada por el actual sistema de pensiones.
Una cosa es clara, a estas alturas: sin la implementación de procesos de diálogo social, político y económico El Salvador no podrá enfrentar los graves desafíos del presente ni tampoco diseñar un modelo de país más incluyente, justo y solidario. El Presidente Salvador Sánchez Cerén ha puesto de manifiesto la eficacia del diálogo en los tres ejes apuntados a lo largo de estos años de su gestión en el Ejecutivo. También ha puesto de manifiesto su compromiso con una gobernabilidad democrática, la cual descansa en la concertación y el debate ciudadanos. En estos años se ha afirmado su talante como hombre de diálogo, con lo cual honra a quienes le precedieron en el compromiso y esfuerzos por hacer de la palabra, y no la fuerza, el instrumento de solución de los problemas nacionales.