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¿Dictadura democrática, sin mujer ni pueblo? Por Rafael Lara-Martínez

Dr. Rafael Lara-Martínez

Professor Emeritus, New Mexico Tech

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Desde Comala siempre… 

 

Extirpar al menos afortunado en beneficio del.…físicamente normal…dos personalidades distintas y hasta opuestas, forman esa terrible alianza…un cuerpo sin alma como un alma sin cuerpo…

  1. Doble oposición cruzada

 

El relato «La dictadura de la libertad» (sin fecha) —escrito por Salarrué— hoy llega a mis manos gracias al re-Cuerdo de Ricardo Aguilar (1940-2021), quien vino anoche a probar los «escargots (jutes en mantequilla y perejil)», preparados para la cena.  Si la «Obra Completa» (1999) del autor no lo transcribe, la razón es obvia.  Lo «completo» es «incompleto», según reza la canción de «Jarabe de Palo», salvo de alcanzar el infinito.  En verdad, la pretensión de totalidad social casi siempre calca el totalitarismo, al excluir las posiciones adversas del oponente.  Sin embargo, el título del relato desglosa la unión de los contrarios.  La libertad no se vincula con una elección democrática en lo social.  Por lo contrario, sólo el dictamen jerárquico superior asigna una «constitución liberal».

 

Los opuestos se reúnen según la enseñanza elemental de los astros.  El día y la noche se juntan en el amanecer y en el atardecer.  De repetir los dichos populares, «no hay mal que por bien no venga», entraña «no hay bien que por mal no vaya».  El simple giro estelar implica la revolución sinódica, diaria, mensual y anual: sol-luna, fases nueva-creciente-plena-menguante, estaciones (->3 de mayo->2 de noviembre->).  El ascenso al cenit anuncia el nadir, viceversa, el descenso, la llegada luminosa del alba.  La totalidad incluye a su contrario, o bien declara su fracaso.

 

Los relatos sobre las oposiciones complementarias se multiplican.  A la simple dualidad se añade el duplo constitutivo del ser humano: cuerpo-alma; materia-espíritu.  Sea realismo regional o presunta fantasía universal —»Hiara-Adina», «El Venado», «La momia», «Los hermanos siameses», «Matapalo», «El clown», «El doble del dictador», «El fugitivo», «La Virgen desnuda», «La llama (Catleya Luna)», etc.— varios relatos subrayan cómo la violencia y la oposición dual duplica el problema.  Cada personaje del par contrapone su cualidad física y espiritual a las mismas características de su oponente.  De tal manera, el cuarteto siguiente despliega cómo la dualidad se multiplica hasta revelar una oposición cruzada dual: física-biológica y psíquica-espiritual.

 

                        A                                 B

Cuerpo            Fuerza                         Debilidad

X

Psique             Debilidad                    Fuerza

 

Esta dualidad constitutiva del ser —humano incluido— convierte toda oposición en una cuadratura, en una doble dualidad (2×2).  Por tanto, la lógica elemental queda rezagada en su simplismo de verdadero o falso.  «Mi verdad» no sólo presupone «tu error».  A la vez, sin pretensión totalitaria, implica un defecto por su carácter parcial, viceversa, «tu error» conlleva la certeza de esa arista que «mi fragmento de verdad» no analiza.  La única totalidad posible la instituye el diálogo entre «Yo el Supremo» y el interlocutor, quien debe aceptar el veredicto.

 

El verdadero debate racional transcribiría la utopía, quizás irrealizable.  Al menos, esa falta de reconocimiento del Otro la relatan los cuentos aludidos, ante todo, los tildados de ficción ya que hablan de tabúes.  Su resolución totalizadora la propone eliminar lo Otro, por la violencia o por la exclusión.  La fuerza física —el poder político, siempre «justo»— aniquila la debilidad corporal para apropiarse de su fortaleza espiritual.   Dada la importancia de la materia en la vida terrenal, lo contrario resulta imposible.  El alma-psique del cuerpo frágil debe migrar hacia el del poderoso, quien reencarna esa inteligencia por derecho.   Sin pleonasmo, la totalidad totalitaria define el atributo político esencial del «super-hombre» cuyo poder supremo encarna toda diferencia que él mismo extermina.  Su verdad absoluta incorpora el «error» del otro para validar la única certeza.  Gracias a la equivocación ajena, «obtengo» el derecho a la Verdad.

 

  1. ¿Democracia dictatorial o Dictadura democrática?

 

Tal es la (in)justicia que describe el relato «La dictadura de la Libertad».  Cuenta una reunión entre el personaje principal, Normes, y dos «periodistas extranjeros».  Narrado en la tercera persona singular, se ignoran el nombre y la identidad del transcriptor incógnito.  Acaso se trata del propio Salarrué, quien se disfraza de periodista o, simplemente invisible, escucha la conversación.  Quizás él mismo la anuncia, pero no la denuncia.  Sea como fuere, la propuesta principal la elabora Normes en su casa «tropical».  Obviamente, resalta la ausencia de toda mujer.  Más que evidente, esta omisión delata la traición contra el principio de la doble oposición complementaria, ya que la democracia presupone la «dictadura» viril.

 

Este rasgo masculino unidimensional lo reitera la propuesta de implementar la «democracia» en «nuestros pueblos», gobernados por «la dictadura…frecuente».  Para lograrlo, Normes aconseja una renovación del periodismo y del estado.  Ambos organismos deben dirigirlos «individuos» con «ideas» ejemplares, en vez de «empresarios».  Claramente, sugiere una «palestra de caballeros».  Aun si al final, un periodista amplía el espectro jerárquico del «Presidente-Periodista» —»un hombre…de cualquier clase»— el relato mantiene la disparidad de género.  Sólo la masculinidad puede implementar la «libertad» popular.  Si esta paradoja sorprende, tanto más asombra la baja participación del pueblo.  La «democracia» no la implica una decisión popular, ya que el «demos (pueblo, vulgus/vulgo)» califica de «gallinitas picadoras».

 

El cometido político público no impulsa «la más liberal de las Constituciones», ni la «verdadera Constituyente», sino intenta «volver al gobierno de mando».  Así, los opuestos se reúnen en la inversión del espejo.   La dictadura la decide el pueblo sin carisma —»no van a ser libres por su propia iniciativa».  En cambio, «la libertad» la impone el carácter superior de un «hombre» por la «fuerza», por las «armas» de ser necesario, sin sobrepasar «los límites de la crueldad».  El decreto dictatorial de la libertad promueve una doble transformación.  A nivel popular anula el «esclavo, el «tonto», el «malo», mientras en la alta jerarquía el «Presidente-Dictador» se vuelve «super-hombre».  El esquema siguiente resume la oposición complementaria y cruzada del relato.

 

                        Pueblo                        Dictador

 

Libertad          –                                   +

X

Sumisión         +                                  –

En ambos casos —democracia dictatorial o dictadura democrática— la legislación masculina somete la voluntad autónoma de la mujer a su arbitrio gubernamental.  Es posible que en nombre de la lógica formal se abogue aún por defender la doble negación —sin pueblo; sin mujer— como la verdadera afirmación de la «libertad» nacional que preside «la dictadura».  Pero la paradoja sigue vigente al «extirpar» la diferencia como arista fundacional de la renovación democrática.

 

En un ensayo de política cultural —»Sección a cargo de Salarrué.  Vivir.  El contagio de la cultura», sin fecha— se repite esta doble oposición cruzada al describir a El Salvador como «una sociedad prácticamente divorciada en sus dos clases», según su «mayor o menor cantidad de «pisto»».  Para ello, sugiere la intervención de la mínima clase media —a la cual él pertenece— para crear «el canal que condujera» la doble vía de intercambio entre ambos extremos, «los de arriba…y los de abajo».  El ideal de la política cultural enlazaría «la cultura de los de arriba» con «el espíritu creador…de los de abajo», a fin de eliminar «la ignorancia y la jayanería de los de abajo» junto a «la pobreza moral y manía de importación de los de arriba».  Por tanto, se obtiene el cuadro siguiente, semejante a los anteriores en su oposición cruzada.

 

                        Clase   Baja                            Alta

 

Ignorancia/                  +                                  –

Jayanería/

Espíritu creador

 

X/Clase Media

 

Cultura/                       –                                   +

Importación

Donde eliminar la «jayanería e ignorancia de la clase baja» y la «importación de la alta», el autor lo propone en enmienda para reunir el «espíritu creador» de la primera con la «cultura» de la segunda.  Esta nueva integración la lograría «el canal de la clase media».

 

  1. Final

 

En síntesis, de la ausencia de la mujer a la sumisión del pueblo, la utopía «liberal» la decreta el «(super)hombre».  La «Nación (natio, nacer)…es…una casa (domus) grande» donde «el amor» se conjuga con la acción «recia», «mientras más recia mejor…para la vida».  Sin la férrea voluntad viril no hay libertad política.  El relato predice que —«al hablar «del espíritu de la ley»» narrativa— la literatura «tiene…la letra» en sí misma.  En cambio, «el espíritu lo tiene el hombre…quien interpreta».   Por supuesto, la jerarquía intelectual del «Señor (Dominus)» revela «la verdad» y el «Bien», ya que Él conduce «la interpretación» hacia la «libertad», fuera de todo «fruto…egoísta».  Sólo un nuevo «super-hombre» sabrá si el narrador invisible del relato comparte estas ideas o simplemente las reparte transcritas.  Las anuncia sin denuncia.  Por mi parte, carente de toda inteligencia «superior», lo ignoro.

 

III.  El relato

 

LA DICTADURA DE LA LIBERTAD

 

Por Salarrué

 

En la casa de Normes, todo era paz a la hora bárbara del «post-meridiam» tropical, 2 y 30 p.m., a menos.  No era la paz asada de la calle en vía doble, paz de reluz de mil millones de «wats» con espejismo extraño de las extrañas bocacalles que aparecía temblando en etéreas vibraciones, como mojado el pavimento que reflejaba los carros al pasar, xxxxxxxxx igual que lo haría un espejo.  No esa paz, decimos, sino una paz de sueño diurno, paz de serrallo y celosía; de inernadero, con canarios en las frescas oquedades amplio «hall» donde la misma fuentecilla central hacía su flor de azogue, inquieta, refrescando los cristales de las dos copas y los azulejos de la pila octogonal que le servía de base.

 

Normes estaba allí, envuelto en su bata de seda «beige» orillada de azul, sosteniendo entre los dedos la copa de limonada fría y mordiendo con aire sofisticado las puntas de su bigote entrecano, sobrio a la inglesa.

 

—Contra mi dictadura no —dijo— porque sería la dictadura de la Libertad.

 

Frente a él estaban sentados y repantigados a su gusto los dos periodistas extranjeros.  Vestían de blanco implacable, echados los cuellos de sus camisas entre las solapas con desaliño demasiado aliñado, no como el de los artistas sino como el de los «sportmen»    de «lawn-teniss» o los «snobs» de «Country Club» criollo.

 

Se miraron el uno al otro y canjearon la más delicada carcajadita del reparto convencional.

 

—La dictadura es muy frecuente en estos pueblos nuestros —continuó Normes hablado bien en serio—  ¿Por qué les vamos a dar lo que les hace mal y no lo que les hace bien (falta ?).  La dictadura de la Libertad es, en otras palabras, la secuela de libertad que necesitan.  Ellos no van a ser libres por su propia iniciativa, sino que van a escurrirle el bulto a la libertad por aquello de que libertad implica inteligencia y ciertos derechos propios de la libertad sólo pueden ser usados por individios (individuos) que comprendan lo que ello significa, xxxxx.  La prensa, en mi gobierno, estaría en manos de periodistas responsables y no de simples empresarios de publicaciones quienes pueden dedicar sus actividades a otra cosa que no sea el periódico de ideas.  El atreverse a comentar los asuntos públicos implicaría la responsabilidad mayor puesto que la tribuna y el editorial serían una palabra de caballeros que luchan frente a frente ante la espectación (expectativa) pública, pudiendo hacer uso de sus armas incluso contra el Presidente, si hubiera motivo justificable, pero nunca para herir a mansalva.  El Presidente sería el primer periodista de la Nación, por fuerza, puesto que en una democracia, como Uds. bien saben, debe responder a todo cargo, defenderse y atacar si es necesario.  Tendríamos una verdadera Constituyente para hacer la mejor y más liberal de las Constituciones y luego la haríamos valer a sangre y fuego.  Ustedes me dicen que el pueblo no querría dictadura de ninguna especie.  Pues, sí, señor, ellos querrían volver al gobierno de mando para renovar su vida de gallinitas picadoras, pero eso es lo que no tendrían; nadie debe tener la libertad de ser: ni esclavo ni tonto, ni malo.  El m mal subconsciente o instintivo se puede xxxx combatir con suve (suave) mano, pero el mal consciente, el mal intelectual premeditado, se combatiría con fuerza que en ningún caso llegara a los límites de la crueldad.  ¿Qué es una Nación sino una casa grande, un hogar y qué es un hogar sino la escuela de amor que suele ser recia y mientras más recia mejor p-ara el entrenamiento por la vida?

 

—»Good!» —dijo uno de ellos— Pero esta dictadura la tendrán terrible, cuando el Señor Normes deje el poder a otro menos apto para cumplir los más nobles principios de un buen Constitución.  (falta la concordancia: una buena…).

 

—Y los buenos leyes —añadió el compañero— ser terribles interpretados por el pícaro.  (falta la concordancia —buenas— y la conjugación, serían terriblemente interpretadas).

 

—Por eso he dicho siempre que es tonto hablar del «espíritu de la ley», porque la ley no tiene espíritu sino la letra.  El espíritu lo tiene el hombre que es quien interpreta y puede acercarse al Bien o al Mal según vaya timoneando la barca sin motor que es la Ley.  En nuestro país los códigos son frecuentemente interpretados para hacer daño a los ciudadanos y cuando las interpretaciones son tan buerdas (burdas) que se duda de que cuajen en los frutos egoístas, se recurre a toda clase de farsas y subterfugios para hacer prevalecer el error sobre la verdad.  De los juzgados se manda al patíbulo al asesino pasional y se saca en hombros como a un héroe, al asesino intelectual, generalmente más acomodado y bien relacionado.

 

—Entonces, ¿qué es esto que van tener, Señor, sino un hombre, solamente, que no estar en totas parates, porque no puede. (van a tener; partes; falta ?)

 

—Entonces qué, mis amigos sino un hombre, los que hace siempre falta en un gobierno de cualquier clase que sea.  Y cuando los pueblos no encuentran un hombre, entonces, pues, qué harán sino aguantar y esperar?… (falta ¿)

 

—Eso es lo que yo aclarar —dijo el más joven—: un hombre es el que puede hacerse un super-hombre, cuando las circunstancias exigirlo (yo aclaro; lo exijan).

 

(Se transcribe el relato tal cual, poniendo entre paréntesis los obvios errores gramaticales, sean adrede o no).

 

  1. Almario.  La ventana

 

La visita de Ricardo Aguilar también me insistió en rescatar del olvido el «Original mecanografiado de la novela «Almario.  La ventana«.   Pese a los obstáculos del «super-hombre», hay que esperar su pronta aparición editorial.

 

 

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