Luis Arnoldo Colato Hernández
Son alianzas del poder económico y militar con el propósito de favorecer a los primeros, sometiendo a la población mediante la represión sostenida al más puro estilo Friedkiano, anulando toda estructura política representativa y obligando un oficialismo fascista patriotero.
En estas no existe la disensión, la posibilidad de manifestarse o de expresarse libremente. Tampoco admite el debate o las reuniones contrarias al orden establecido por la fuerza, y aquellos que resultan detenidos como opositores sufren torturas, asesinatos o desapariciones.
Carecen de representatividad o legalidad.
Nos son familiares porque América Latina sufrió por ellas en las décadas recientes y padecemos sus resabios.
¿Qué hay de Venezuela?, ¿es la dictadura que los medios pregonan?
Su gobierno es representativo, fruto de elecciones directas y libres, sometido al escrutinio más absoluto de las Américas en la última década, superando todo cuestionamiento a la transparencia de los procesos efectuados a lo largo de tales años.
Es, en opinión del ex presidente estadounidense Jimmy Carter, “…un modelo de transparencia y fiabilidad a toda prueba…”.
La libertad de opinión, de reunión, de circulación, de disensión, se asegura y garantiza como en ningún lugar del continente, así como la más completa apertura económica, sometida a procesos de verificación que no le es extraño a ningún europeo, asiático o estadounidense, en razón de los aranceles objetivos que practica su modelo fiscal, similar al de las regiones de procedencia de estos; mientras es fuente de incomodo para los inversores criollos, acostumbrados a los “favores” de las dictaduras o de las democracias dóciles de urna, satelitales y sometidas a la política exterior estadounidense.
¿Y las democracias que la cuestionan?
México anuncia un crecimiento récord de su economía, que beneficia solo a las élites mientras el pueblo padece, según el BID, el mayor retroceso de su poder adquisitivo, aumentando los niveles de pobreza real en hasta 8 puntos, así como reduciendo los espacios de participación política al mínimo en décadas.
Es en la práctica un Estado inviable por los niveles de corrupción y por el nulo poder real del Estado.
Sucede también en Brasil, donde desde el golpe de Estado se han anulado los progresos alcanzados durante el experimento democrático de la última década; o en Argentina, donde las medidas económicas oficiales han producido en lo que va del año, hasta 12 millones de nuevos pobres (BID, 2017) y el Estado de nuevo practica ahora, las desapariciones forzadas de opositores. Tampoco Colombia, plataforma desde la cual toda agresión se ha lanzado contra Venezuela es un ejemplo de democracia, puesto que ninguna disensión es admitida, e igual que en los casos citados, los beneficios solo son para las élites.
¿Y qué hay de los EU?
La ley patriótica instaurada por Bush, anuló las libertades ciudadanas, sometiendo al soberano estadounidense a la más irrestricta vigilancia, mientras asegura la legalidad del intervencionismo en terceras naciones, la tortura y desaparición forzada de sus ciudadanos, y el expolio de los recursos naturales de estas.
Es esta última, el interés de democratizar esa curiosa, interesante dictadura venezolana.