Por Maylín Vidal
Buenos Aires/Prensa Latina
El pueblo encarnado en una pelota de fútbol, dicen por estas horas en una Argentina muy conmovida por la muerte de uno de sus grandes personajes de toda la historia del deporte, Diego Maradona, cuyo deceso arrancó el miércoles un pedazo de esta tierra austral.
Pasaron muy pocas semanas de esos 60 años cuando su pueblo salió a festejarlo, ya se le veía cansado, caminaba lento pero fue a su última aparición en una cancha, en la del Lobo, la de Gimnasia La Plata que dirigió en estos últimos años y donde lo agasajaron entre emociones.
Hoy muere una parte del fútbol argentino, el balón se para por Diego, que también lloran cientos de admiradores de ambos lados del Atlántico pero sobre todo en Villa Fiorito, en esos potreros donde el Diego niño iniciaría un camino que lo llevó hasta la gloria.
Pasional y sin cortapisas, Maradona nunca le tembló los labios para decir lo que pensaba, supo vincular las bellezas de su fútbol con el amor por los suyos y la justicia social.
Siempre estuvo al servicio de los más humildes y una de sus últimas iniciativas fue ‘Las 10 del 10’ junto con la Cruz Roja Argentina, el partido bonaerense de La Matanza, en Villa Palito con la cual buscaba recaudar fondos para obras de infraestructura en 10 ciudades de Argentina.
No le importó enfrentarse ni a la FIFA, y sin tapujos -como fue su sello distintivo-, disparó siempre contra la gestión de Mauricio Macri y rechazó que se le haya entregado al exmandatario un premio y lo eligieran como presidente de la Fundación FIFA a principios de año.
También defendió los proyectos de integración en la región y todo lo que creía correctamente bien, como el aporte solidario a las grandes fortunas que se debate por estos días en el Congreso.
‘En este momento de crisis, se necesita de la ayuda de los que más tenemos. Yo perdí a mi cuñado por COVID-19 y sé lo que es no poder despedir a un ser querido. Yo sé lo que es no tener para comer. Por eso estoy a su disposición presidente Alberto Fernández. Vamos Argentina’, dijo el pasado 1 de septiembre.
La mano de Dios hoy viaja a la eternidad mientras en su tierra muchos se resisten a decirle adiós, porque hombres como él se quedan siempre, son eternos.
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