Luis Armando González
Hacia finales de junio o principios de julio de 2008 –no recuerdo exactamente la fecha— recibí un correo de Francisco Elías Valencia –director del CoLatino—, en el cual me decía que esa semana no había llegado al periódico la página de Realidad Nacional. Y es que una de mis responsabilidades como director, hasta ese entonces, del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI), de la UCA, era la de hacer llegar al CoLatino dicha página, para que saliera publicada en la edición de los viernes.
Respondí a Francisco que yo ya no trabajaba en la UCA, y que no tenía idea de quién se haría cargo de la columna de los viernes. Días después, él, en una nota de respuesta, me decía que si yo quería hacerme cargo de la sección, el espacio era mío. No dudé ni por un instante en aceptar la propuesta del director del CoLatino: el viernes 1 de agosto de 2008 salió la página de Realidad Nacional firmada con mi nombre, y así ha sido desde esa fecha hasta el día de hoy. No puedo evitar transcribir las líneas de Presentación de esa nueva época de Realidad Nacional.
“La desmemoria siempre está al acecho. No hay hechos, obras, instituciones y personas que estén a salvo de la amenaza del olvido. Olvido interesado muchas veces, pero también olvido por dejadez. Olvido no solo promovido por los poderosos, sino muchas veces por quienes dicen estar comprometidos con la memoria histórica. De la amenaza del olvido queremos rescatar la página de ‘Realidad Nacional’ que vio la luz en su primera época –a iniciativa del P. Ignacio Ellacuría— en el Diario El Mundo y que clausurada en este periódico (…) fue publicada casi dos décadas después en el Diario CoLatino. En junio de 2008, con el cierre del semanario Proceso, la página de Realidad Nacional desapareció de este periódico, sin que los lectores y lectoras fueran avisados de ello. A iniciativa del director del CoLatino, a partir de ahora se publicará, todos los viernes, una página que también se llamará Realidad Nacional. Mantener el mismo nombre de la que fue promovida por el P. Ellacuría es una forma de rendir homenaje a su memoria; también es una forma de agradecer a quienes la hicieron posible –como redactores y como lectores— durante todo ese tiempo. Es también librar una pequeña batalla contra la desmemoria (1 de agosto de 2008)”.
Diez años son muchas páginas escritas semanalmente, unas con más aciertos (o desaciertos) que otras. Cuando recibí la propuesta de Francisco Elías Valencia no tenía idea de cuánto duraría esta aventura. Era un momento crítico en mi vida y saber que podía seguir escribiendo y publicando significaba mucho para mí, igual (o tanto más) que seguir dando clases y tener un empleo decente.
Que las puertas del CoLatino se me abrieran, sin condiciones de ningún tipo, fue un enorme y grato regalo de la vida. Nunca voy a agradecer lo suficiente a Chico Valencia por su generosidad que, en estos diez años, ha vencido todas las pruebas. En ese entonces, creo que no nos conocíamos en persona, salvo por algún encuentro ocasional; a estas alturas, nos une una amistad fraterna, sostenida por ideales compartidos en el propósito de trabajar por un país más justo, inclusivo y humano.
Otras puertas se me fueron abriendo en aquellos momentos críticos, en la producción escrita y en la docencia, pero la del CoLatino fue la de mayor significado. Tengo un compromiso moral con este periódico que va más allá de cualquier otra consideración.
El 1 de agosto de 2018 recién pasado se cumplieron diez años de mi vínculo con el CoLatino y Chico Valencia. Vamos, el CoLatino, Chico Valencia y yo, por otro ciclo de diez años. Ya veremos qué sorpresas nos depara este segundo ciclo de amistad y colaboración recíprocas.
En mi balance de estos diez años, me quedo con dos cosas, en lo fundamental: en primer lugar, con la solidaridad y amistad de Chico Valencia.
En situaciones de incertidumbre existencial, nada mejor que recibir una buena dosis de aquellas por parte de quienes, inesperadamente, se hacen presentes en la vida de uno. Y, en segundo lugar, con el aprendizaje de una reflexión sostenida semanalmente, con las dificultades, menores o mayores, que supone tal empeño.
Este esfuerzo semanal me abrió la posibilidad de aportar a otros periódicos e informativos: en una primera etapa, a El Independiente y a Contrapunto; y en el presente, a Insurgencia Magisterial (México) y a América Latina en Movimiento (Ecuador). Y, por lo general, lo recogido en estas publicaciones lo retomé, con ampliaciones, para la revista Teoría y Praxis, de la Universidad Don Bosco.
En fin, cuando dejé la UCA una de mis principales preocupaciones era la de seguir haciendo públicas mis ideas.
Esa preocupación tuvo una corta duración: la generosidad inmediata de personas como Chico Valencia, Walter Raudales, Juan José Dalton y Humberto Flores no se hizo esperar, y pronto tuve espacios en los que libremente pude seguir con la vocación de escribidor que aprendí a cultivar en la UCA.
Les agradezco infinitamente, lo mismo que a quienes no dudaron en abrirme espacios en los medios radiales y televisivos (ARPAS, TVO, Canal 10, Radio Clásica, Canal 8, Radio y TV Legislativa), pues ello me permitió aportar, en el marco de mis posibilidades y capacidades, ideas para el debate nacional.
Voy por otros diez años en el análisis de la realidad nacional. Sé que contaré con el apoyo de colegas de gran valía que harán menos difícil mi empeño. Gracias anticipadas por esos diez años por venir.