Por: Rolando Alvarenga
Debido a que en todos los países del mundo el tenis es un deporte de familias con alto poder adquisitivo, difícilmente el tenis salvadoreño llegue a ser algún día un deporte de práctica popular con proyección hacia la alta competencia internacional.
De acuerdo a los entendidos en el negocio del “deporte blanco”, tras un brillante desempeño infanto-juvenil —ganando los principales torneos internacionales— el jugador de tenis tiene que saltar al profesionalismo. Algo que es obligatorio para desarrollar trayectoria y escalar posiciones hasta llegar al top 100 de los ricos y famosos. O sea, el ranking mundial en donde están los cheques de cinco dígitos en adelante.
Pero, para el desarrollo integral de su preparación física, técnica, táctica, ofensiva y defensiva —además de talento y una buena alimentación— debe dedicar muchas horas al entrenamiento y disponer de los mejores implementos deportivos como raquetas, calzado, cancha y acceso a un gimnasio profesional. También, mantenerse activo en los principales torneos internacionales.
No obstante, para lo anterior se requiere de una buena inversión económica que ronda los 40 o 50 mil dólares. Pero, ¿dónde se conseguirá ese dinero?
Es que parece una misión imposible, ya que por estos lares no existen “generosos patrocinios” y el dinero que el INDES aporta a la federación (150 mil dólares anuales, por citar una cifra extraoficial) es para tenistas amateurs infanto-juveniles que juegan por medallitas, trofeos y diplomas.
Caso contrario los “profesionales”, quienes deben rebuscarse, ya que a ese nivel la cosa se vuelve un negocio y cada quien debe ver cómo paga su carrera. Por ello, no veo por dónde el tenis local pueda producir tenistas de altos vuelos. Tal vez sí pueda seguir generando tenis de canteras y recreativo-comunal. Lo demás es paja.
Por cierto, sería bueno que ahora, que anda volando alto, Marcelo nos contara cómo le hace para sobrevivir jugando tanto torneo punteable mundialista. ¿Cómo hará?
*Los conceptos vertidos en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quien los presenta.