Orlando de Sola W.
He observado con admiración el esfuerzo que hacen Alejandro Gutman y Fundación Forever para fomentar la integración en El Salvador, tan dividido por juicios, prejuicios y nimiedades.
Su esfuerzo me recuerda mi llegada a Estados Unidos, en 1959, para completar mi educación secundaria, cuando en aquel país se agudizaba el conflicto integración-segregación.
Recuerdo a Rosa Parks, reprimida por las autoridades locales por osar sentarse en la sección de blancos, en un bus segregado. Creo que fue en Selma, Alabama. Yo estaba en California, donde no había tanto prejuicio, pero recuerdo que era común la expresión “spig”, que venía de “spanish nigger”, utilizada para denigrar a los “braceros”, o “mojados” mexicanos, que llegaban a California para colaborar en la cosecha de frutas de temporada. Se decía que en una ciudad del Sur del estado había un bar, con un rótulo en inglés que decía: “prohibida la entrada a negros, perros y mexicanos”.
Un gobernador de Alabama fue baleado y quedó paralizado. El gobierno federal inició un programa de integración que consistía, entre otras cosas, en llevar niños negros a escuelas públicas en barrios blancos y vise-versa, para integrar la sociedad norteamericana, entonces más segregada. A eso le llamaron “busing”, o “buseo”, pero no dio resultado porque era incómodo, caro e ineficiente. Recuerdo que mataron a Martin Luther King por sus prédicas integracionistas y a favor de los derechos humanos.
También pude observar la integración desde el punto de vista judío, cuyo dilema en la diáspora es demasiada asimilación, conducente a la extinción. Lo mismo sucede a musulmanes, que por preservar sus costumbres y creencias no se integran de lleno a la vida europea, antes cristiana. El resultado es segregación, aislamiento, desconfianza y prejuicio.
Me impactaron en esa época la xenofobia, el prejuicio y la segregación en Estados Unidos, sin darme cuenta que venía de una sociedad igualmente dividida. Creo, como Gutman, que es posible integrarla, pero necesitamos revisar nuestros sistema de organización social, económico y cultural, incluyendo sus regímenes e instituciones.
Se supone que mediante soplo divino fuimos creados a su imagen y semejanza. Por eso reclamamos igual dignidad. Pero no actuamos como si fuera cierto. Por eso hay personas que se sienten superiores y otras inferiores. Y por eso hay dominación de unos sobre otros, llegando a la explotación, servidumbre y esclavitud, abolida en Estados Unidos en 1865, después de una cruenta Guerra Civil.
En El Salvador fue abolida antes, en 1821, pero actuamos como si no fuera así, por lo que hay mucha segregación y poca integración social. Vivimos en mundos separados, no solo por costumbres y creencias, sino por condición y posición socio-económica, aunque pretendemos ser iguales ante la ley y la religión.
Para ser igualmente dignos necesitamos comprender la ética y la estética, que nos permiten distinguir entre lo bueno y lo malo; lo bello y lo feo. Tanto en los altos estamentos sociales, como en los medianos y bajos, necesitamos asumir la ética y la estética, fortaleciendo nuestra unidad y reduciendo la segregación, el resentimiento y la polaridad.
Bien dice Alejandro Gutman que el futbol, aunque importante, no es suficiente para superar esos muros que nos separan. Debemos recurrir a la educación, una de las misiones mas importantes del estado, cuando fallan la familia y otros cuerpos intermedios.
Pero, ¿a que se refiere con educación? Algunos creen que es un trampolín para obtener títulos y posibilitar el escalamiento, o movilidad social. Otros creen que es para obtener mejores ingresos. Y otros que para abastecer de empleados a las empresas. Para mi la educación es aprender a pensar y a sentir, bajo el entendido que eso no garantiza ingresos suficientes para una vida digna. La ética y la estética, sin embargo, pueden acercarnos a esa meta.
La palabra ética viene del griego “ethos”, que significa costumbres, igual que “mores” en latín, de donde viene la moral. Nuestras costumbres, sin embargo, no consideran la igual dignidad, por lo que debemos intentar cambiarlas.
La estética proviene de otra palabra griega que significa sentidos, o sentimientos, por lo que aprendemos a apreciar lo bello, o sublime, evitando otras culturas donde lo aberrante se vuelve moda. Y eso se convierte en costumbre.