Luis Armando González
Un acontecimiento político significativo tiene que ver con la dinámica interna de ARENA, marcada en las últimas semanas por el proceso de elección de las nuevas autoridades partidarias. De los tres agrupamientos que se configuraron para disputar la conducción del COENA, una de ellas –la comandada por Mauricio Interiano— ha sido proclamada como la ganadora.
Hacia dentro del partido, el mensaje de Interiano apunta hacia la “unidad”, mientras que, hacia afuera, la apuesta es la recuperación del Ejecutivo, en 2019, pasando por un repunte exitoso en las elecciones de 2018.
El ambiente de optimismo que prevalece en los círculos areneros no debe hacer perder de vista lo difícil que le ha sido al partido contar –tras la muerte del ex mayor Roberto D’Aubuisson y la pérdida de protagonismo de Alfredo Cristiani y de Armando Calderón Sol— con liderazgos carismáticos capaces de asegurar precisamente la unidad del partido.
Ni los grandes empresarios ni los jóvenes, llamados a filas no sólo para aglutinar a las diferentes corrientes del partido, sino para modernizarlo fueron capaces de salir adelante con la tarea.
Queda la duda acerca de si Interiano y su grupo van a lograr integrar al redil institucional –y de buena gana– a las fracciones derrotadas y a quienes ni siquiera fueron considerados para competir.
Varias condiciones se requieren para ello: a) capital ideológico, que permita a Interiano ser el portavoz respetado de los ideales areneros, como en su día lo fueron D’Abuisson, Cristiani y Calderón Sol; b) capital institucional partidario, es decir, que las bases areneras –cuyo aporte al proceso de elección interna ha sido pobre (alrededor de 13 mil militantes)— sintonicen con el rumbo que la nueva dirigencia imprima al partido; c) capital económico, o sea, que los ricos más ricos de El Salvador apuesten por ARENA de manera incondicional, cediendo a la tentación de seguir haciendo política a través de la ANEP, de FUSADES o de otras instancias empresariales o aliados externos; d) capital mediático (simbólico), que sume sus elaboraciones a la estrategia partidaria, si es que esta emana del partido y logra su aceptación en los círculos mediáticos de derecha.
Visto lo anterior, Interiano y los suyos no la tienen fácil. No se ve que tenga el capital ideológico ni el carisma que en ARENA, partido autoritario, son claves para un liderazgo firme y que se imponga sobre las fracciones y grupos que medran en su interior.
No está claro si los ricos más ricos apostarán incondicionalmente, como antaño, por el “nuevo” ARENA. Y, por último, no se ve cómo las grandes empresas mediáticas van a renunciar a hacer política (de derecha) propia, y se van a ceñir a los lineamientos de ARENA.
Por otra parte, hay desafíos nacionales de envergadura a los que ARENA no puede dar la espalda, como la necesidad de diseñar e implementar un nuevo sistema fiscal, que permita al Estado contar con los recursos financieros para cumplir con sus responsabilidades ante la sociedad salvadoreña.
Asimismo, también es ineludible el tema de la redefinición del modelo económico, pues la terciarización ha dejado de ser una opción viable para el desarrollo nacional en el mediano y largo plazo.
Por último, se tienen obligaciones constitucionales con la sociedad, en materia de bienestar social, que pasan por la sostenibilidad de las políticas de salud, educación y vivienda; la sustentabilidad ambiental y los recursos hídricos; las pensiones y el salario mínimo.
Estos son compromisos del Estado con la sociedad, y no meramente acciones de gobierno que pueden obviarse, dependiendo de la voluntad, las ganas o el credo ideológico que se profesa.
Si ARENA quiere ser un partido con una vocación y proyección distinta de la oligárquica, deberá asumir una visión de país, lo cual supone ofrecer a la sociedad algo distinto a lo que siempre se le ha ofrecido desde la derecha.
También supone perfilar un comportamiento político que vaya más allá de los afanes por debilitar al gobierno del Presidente Sánchez Cerén. La estrategia de ataques permanentes al gobierno, la estrategia antigubernamental de cerco financiero, político y mediático, deberá ser reemplazada por una estrategia que permita llegar a los consensos que permitan resolver los problemas nacionales más acuciantes.
Mientras en ARENA prevalezca la idea del “todo vale” en su oposición al gobierno y al FMLN, los problemas nacionales no serán abordados con el concurso de todos los que pueden aportar para su solución. Mientras ARENA persista en la idea de que la solución de los problemas del país es responsabilidad exclusiva del gobierno y del FMLN, en esa medida seguirá torpedeando los esfuerzos de quienes hacen lo que está a su alcance para resolverlos.
El asunto de fondo es si los nuevos conductores del partido darán el viraje que la realidad nacional exige.
Es posible que no.
Es posible que en ARENA todo siga siendo como hasta ahora, es decir, que ARENA siga siendo un partido fraccionado internamente por las pugnas que se dan en su interior, con una ideología trasnochada, dispuesto a atacar permanentemente al gobierno, sin capacidad de aportar lo que le corresponde a la solución de los graves problemas de El Salvador.