Carlos Girón S.
-¡Miren, pue, esa gente! De la manera más sin pena o mejor dicho, sin vergüenza, la mayoría de funcionarios de mediano y alto nivel, que se dice laboran por la población, para atender nuestras necesidades de todo orden, tiran por allá ese disfraz y se lanzan a robarse los dineros que nosotros aportamos con los impuestos que pagamos trabajando de sol a sombra y que agarran para darse vida de reyes… Amaneció diciendo María la pupusera del loroco, en los recintos del Ágora Cuscatleca.
-Cierto, horroriza ver que esos funcionarios que elegimos directa e indirectamente, con la más buena voluntad en cada cita electoral, resultan, con rarísimas excepciones, siendo unos cacos, sin mayor diferencia con los que asaltan y roban en las calles –respaldó Ruperto, el sorbetero de carretón.
-Y es una desgracia que muchos de esos funcionarios sean alta categoría, como presidente o vice de la República, magistrados de la cúpula o de niveles intermedios; ministros y directores de instituciones del servicio público –apoyó por su parte Tomás, el fontanero.
-Filadelfo, el de los hot dogs al 2×1, a mitad de precio el segundo (como en los súper), abundó diciendo: en estos últimos días, el galardón de los cacos se lo han puesto los magistrados de la Corte Suprema de la República, al aprobar unánimemente –y óigase bien, unánimemente— el nuevo contrato con el sindicato y venir a meter hasta el fondo las manos en el erario nacional, para favorecerse pródigamente todos ellos, los empleados del Órgano Judicial.
-“Es pasmoso ver cómo demuestran no tener el menor escrúpulo para apropiarse de los bienes ajenos, como lo es el tesoro nacional, sin el menor temor de ser llamados por la justicia e ir a parar tras los barrotes” -asomó a decir Fidelina, la canastera de la bisutería…
-¿Y no son ellos los administradores de la justicia (que no tiene nada de pronta ni cumplida), pues?, se adelantó a comentar Joaquín, vendedor de carteras y cinchos de cuero.
-El taxista de la acera, Filiberto, acotó diciendo que tal vez lo que se están “güeviando” esos magistrados y sus compañeros, no sea la gran cosa para escandalizarse.
-¿Y le parecen una pirria a usted esos once millones y medio de dólares que están robándonos solo en beneficios, regalías, viáticos cuando viajan, dígame usted, no es una forma de enriquecimiento “lícito”, por estar sancionado por los padres de la justicia guanaca?, preguntó Rubenia, la señora de los mercados.
-Y los del sindicato quieren –bueno, ellos siempre exigen —nada menos que aumentos de doscientos cincuenta dólares mensuales para cada uno –acotó el señor bien vestido, que también gusta de atravesarse por aquel estrado de los filosofitos del pueblo.
La pupusera María, señaló que tal vez piden esa grosería porque no son muchas las gentes que (se) sirven allí en la Corte de Justicia.
-Adivine, usted, cuántos cree que suman, asomó diciendo el carpintero Federico…
-Unos 350 – dijo la Juana, del café con pan en su mochila a las espaldas…
-No, dijo Walter, el lustrador de botines
-500 o 700, afirmó el fontanero.
-No, volvió a decir Federico…
-Vaya, que sean 1000 o 1500, señaló el sorbetero, evidentemente sin tener noción, como los otros, de cuántos viven de los impuestos del pueblo con los que se alimenta el presupuesto de la Corte.
-¡Nooo!, dijo de nuevo el carpintero.
-Antes de seguir con las adivinanzas mejor mencionen las regalías que se están agarrando esos campeones justicieros?, apuró la Juana.
-Agárrense de sus bancos, para no caerse al oír algunos de los favoritismos que se están otorgando, anunció Federico: Para empezar, 1) se van a agarrar un mes completo de asueto, descanso o vacaciones, para cada trabajador, a lo que se agregan tiempos para “pausas activas” (ja, ja), que les sirven para “estiramientos”, “relajación (ir al baño) y evitarles así el “estrés” por el mucho, quizá excesivo trabajo; 2) 115 días (casi 4 meses) de licencia para las parturientas, agregándose una hora diaria para amamantar a sus crías, y un premio de 300 dólares por cada parto (bonito negocio tendrán con esto las mujeres); 3) Viáticos de $29.50 diarios en el interior del país, por alimentación y alojamiento. Seguimos después, dijo Federico, luego que adivinemos cuántos son los que succionan las tetas de la vaca, digo, la Corte. Sigamos, pues: ¿cuántos dicen ustedes que son?
-Exagerando un poco, digamos que son entre 4 y 5 mil… -Anotó Julián, el vendedor de billetes de lotería.
-Federico: no, ni cerca todavía…
-Abultemos la cifra y lleguemos hasta 7 mil o 7 mil 500… Dijo el taxista.
-Le falta, le falta un poco bastante, afirmó el carpintero, agregando que seguiría ahora con las prebendas de los ajusticiadores. 4) se están afianzando seguros de vida particulares por 25 mil dólares cada uno…
-¡Ya, ya, ya no siga, por favor! nos da vértigo y náuseas seguir oyendo todos las gangas que se hacen esos señores con nuestros dineros-, refunfuño Tomasa, la vendedora de mango verde embolsado con limón, alguashte y chile. Mejor desengáñenos ya aclarando cuántos son esos zánganos sin vergüenza.
-Pero, antes–¡oigan, y ¿dónde dejan los grandes bonos de medio año y aguinaldos de finales, además de las canastas, botellas de guaro y otros regalos que se intercambian o mandan a sus amigotes?
-Federico: bueno, ahí les va: ¡Son más de 10 mil 600! –los que se agarran más de 285 millones y medio de dólares del presupuesto de la Nación, aclaró por fin el carpintero.
-Groseros, agarran ese presupuesto como si fuera piñata que pueden apalear y abalanzarse, sobre todo lo que le sacan como si fueran muertos de hambre —farfulló el señor bien vestido pidiendo que se cerrara ya esa triste reunión, a lo que la concurrencia accedió unánimemente.