German Rosa, troche s.j.
El Próximo Oriente es el vértice o punto geográfico que une Europa, for sale Asia y África. Esta región está situada frente al mar Mediterráneo, al noroeste está Europa, al norte está Rusia, al este está el continente asiático, al sur está situado el Océano Índico, al suroeste está África, y en el occidente lejano está América.
En la región del Próximo Oriente se están desarrollando conflictos de importancia global porque tienen la capacidad de desatar una guerra mundial. En esa franja del mundo hay 6 países con grandes conflictos en desarrollo: en Irak sucede la confrontación bélica entre los grupos sunitas y chiitas; el conflicto entre Israel y Palestina, que se concreta en ataques contra civiles, protestas y enfrentamientos armados entre ambas partes que no dejan de causar víctimas; en Libia, que no logra estabilizarse y en donde existe una confrontación entre las autoridades del gobierno y las fuerzas de la oposición, a pesar de que el Gobierno de Libia sigue intentando mantener el orden y reconstruir las instituciones del Estado en medio de la creciente ola de violencia, tras el derrocamiento y la muerte del coronel Muammar al Gaddafi en octubre de 2011; en Siria, que tiene ya más de cuatro años en guerra desde que comenzó en 2011 como un estallido de violencia entre la oposición y el régimen del presidente sirio, Bashar al Assad, y se ha convertido en una guerra a gran escala con efectos colaterales en los estados vecinos. Desde que inició la guerra, más de 220,000 personas han muerto y hay 3,000000 millones de refugiados.
La guerra en Siria se ha intensificado por el apoyo externo a la organización yihadista del Estado Islámico. Tanto la coalición internacional liderada por EE.UU. como Rusia llevan a cabo operaciones antiterroristas en territorio sirio, destruyendo la infraestructura de los extremistas. Alemania, Francia y Reino Unido se han unido a la lucha contra los yihadistas. Pero también ahora se complica la situación por las tensiones que se dan en la confrontación de Rusia con Turquía. Además Turquía es escenario de la violencia política entre diversos grupos kurdos y las fuerzas de seguridad turcas.
El Próximo Oriente tiene una importancia histórica de gran trascendencia porque la cultura de las sociedades occidentales y sus instituciones, tienen fundamentos y pilares históricos de la cultura y aportes de estos pueblos. No se puede ignorar que la cultura hebrea – semita, la cultura judía – cristiana y también la cultura árabe-musulmana han influido grandemente en el desarrollo y la evolución de occidente. Además, el Próximo Oriente es una región vecina a Grecia, foco de la cultura greca – helenista con sus grandes aportes a la filosofía y a las ciencias para nosotros en esta región del mundo occidental.
El Próximo Oriente es también un crisol de religiones con distintas visiones de Dios y del compromiso que desencadena en quienes las practican: predomina el Islam, divididos en musulmanes chiitas y sunitas; también hay practicantes de la Fe Bahá’í (actualmente perseguida), el zoroastrismo, el judaísmo y el cristianismo. Medina y La Meca, las dos ciudades sagradas del Islam, se encuentran en Arabia Saudita. Dado que los musulmanes deben peregrinar a La Meca al menos una vez en su vida, allí cada año llegan miles de musulmanes de todo el mundo.
En este contexto amplio del Próximo Oriente, el tema religioso es fundamental y conviene que hagamos una primera reflexión sobre el quehacer de la religión y de la fe para contribuir a la paz mundial. Religión viene del latín “religare” y es todo impulso, intento y forma humana de ir hacia Dios, que incluye diversas manifestaciones, unas cúltico-litúrgicas, otras simbólicas-culturales, éticas-teológicas, así como también, políticas e ideológicas. El Próximo Oriente es una región fundamentalmente de creyentes y practicantes religiosos.
1) ¿Dónde está Dios hoy?
Esta es una pregunta provocativa en un mundo que quiere arreglárselas sin Dios. Sin embargo, paradójicamente, existen diversas expresiones religiosas. Algunas son privadas y otras públicas, unas institucionales y otras más de carácter espontáneo. Obviamente, hay una necesidad en el ser humano cuasi natural-existencial de religarse a la trascendencia, a lo que resulta ser misterioso, a los diversos dioses imaginarios o ídolos que construimos personal o socialmente; o bien, en el mejor de los casos, emerge la auténtica búsqueda del Dios de Jesucristo, del gran proyecto de su Reinado justicia y de amor por los empobrecidos, los excluidos y las víctimas de la historia. El Dios de Jesucristo es el Dios de amor, de la fraternidad, de la justicia y la solidaridad que nos muestran los cuatro evangelios.
En un mundo donde se quiere vivir sin Dios, nos damos cuenta que el espíritu religioso, reaparece en una forma posmoderna plasmada en todo lugar. La arquitectura en muchos centros comerciales está diseñada al modo de las catedrales góticas clásicas; el ayuno y la abstinencia se practica haciendo grandes procesiones para contemplar vitrinas de tiendas y establecimientos comerciales siendo partícipes de la revolución del consumo. La posmodernidad tiene sus propios himnos de alabanza en los conciertos de Beyoncé, Madona, Whitney Houston, Britney Spears, Justin Bieber, Mick Jagger, etc.; las confesiones, oraciones y preces se hacen a través de facebook, chateando y usando el teléfono celular; la celebración de la palabra se realiza viendo en familia los plasmas de última generación, el internet, la computadora y la tableta. Las comunidades son los grupos “emo”, “punk”, los “metaleros”, las pandillas, los fanáticos del Barcelona y el Real Madrid, etc. En toda esta celebración litúrgica vamos “en paz”, sin darnos cuenta de la miseria, el hambre y el desenlace trágico de los jóvenes alienados en el consumo de la droga; sin detenernos a tomar en serio los grandes conflictos del mundo, y vivimos en muchos contextos, en la isla de la fantasía.
Pero también nos damos cuenta que el tema de Dios está presente en todo lugar. Dios está en medio de crisis política militar actual, en medio de los conflictos del Próximo Oriente, además en otros sitios donde hay confrontación bélica y violencia. En el corazón de los conflictos del Próximo Oriente, se confrontan visiones diversas de Dios o de los dioses que dan aliento a los distintos dioses de las diferentes religiones. Al parecer, en nuestra sociedad occidental Dios ha sido en muchos ambientes excluido o ignorado por la creciente secularización. Es decir, la sociedad se ha ido organizando de tal manera que la experiencia de Dios y la fe se vive privadamente o en lugares cúlticos específicos, y si se cree en Dios o no se cree, aparentemente no causa ningún problema. Pero al percatarnos de lo que ocurre en el Próximo Oriente, sin pretenderlo ni buscarlo, nos damos cuenta que el conflicto también tiene un componente religioso que juega un rol determinante para lograr la paz. Dicho brevemente, Dios es más que necesario en el contexto actual del Próximo Oriente para poder encontrar un camino de encuentro y esperanza para quienes sufren la pasión y el sufrimiento de las guerras y los conflictos. Dios se hace presente en el rostro de las víctimas de estos conflictos y no se puede encontrar una solución política prescindiendo de Él en el contexto del Próximo Oriente. El diálogo entre las religiones universales es fundamental para contribuir a la paz en el Próximo Oriente.
Históricamente, las víctimas en estos conflictos bélicos históricamente son muchas. Muchas personas civiles mueren, otros quedan mutilados, hay personas que sufren la pasión por la pérdida de sus seres queridos y sus bienes, migrantes que se ven forzados a huir por la destrucción causada por la guerra, etc. La pasión de todas estas personas es la pasión y el sufrimiento de Dios en ese contexto.
2) El Oriente Próximo, lugar de encuentro de las religiones universales
En el Próximo Oriente confluyen el judaísmo, el cristianismo y el islamismo que son consideradas religiones universales. Estas son tres religiones monoteístas que tienen la fe de Abraham como tronco común en sus fundamentos teológicos y religiosos. Estas tres religiones son llamadas religiones abrahámicas, a las cuales pertenecen un poco más de la mitad de la población de creyentes del mundo, es decir que cuentan con unos 3.800 millones de fieles en conjunto.
En ese contexto se confrontan grupos religiosos con diversas concepciones de Dios, en los distintos países en conflicto. No es extraño escuchar que ha ocurrido una confrontación entre musulmanes y cristianos o viceversa; entre judíos y musulmanes, o viceversa. Desde hace algunas décadas se viene hablando de la necesidad de establecer un diálogo entre las religiones. El teólogo Hans Küng, al tratar el tema parte de la siguiente base: no puede haber paz entre las naciones sin paz entre las religiones; no puede haber paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones; no puede haber diálogo entre las religiones sin unas normas éticas universales; y no puede haber supervivencia para nuestro planeta sin una ética de carácter universal, mundial.
En 1993, en el II Parlamento de las Religiones del Mundo celebrado en Chicago, elaboró la Declaración hacia una ética mundial, donde se formuló un catálogo de normas éticas universales, basado en los preceptos básicos de las grandes religiones y sistemas éticos no religiosos.
Ante la complejidad de los retos a afrontar y la necesidad de hacer efectiva la corresponsabilidad desde los diferentes frentes, la Declaración reconoce la capacidad de movilización y motivación de las religiones para ofrecer una gran esperanza para el mundo. Esto gracias a una cooperación mundial de todas ellas, concretada en criterios que constituyan la base de una “ética mundial”. Existen criterios de comportamiento humano presentes en las diferentes tradiciones religiosas que son los que darían la cohesión necesaria y uniría a todos los pueblos y culturas para afrontar los actuales retos planetarios y, a la vez, que serían la condición de posibilidad de un orden mundial en paz perdurable en el tiempo.
Así, Hans Küng transforma la Religión, o de forma más precisa, el indispensable diálogo interreligioso en un ethos universal de constante búsqueda de la paz, lo que no quiere decir, que ello sea una ética uniforme para todos.
3) Dios más que necesario para encontrar los caminos de la paz en el mundo
Hoy necesitamos una ética mundial que exprese un consenso social básico en relación con determinados valores, derechos y deberes fundamentales; consenso que debe ser compartido por todos los grupos sociales, por creyentes y no creyentes, por los miembros de las diferentes naciones, religiones, filosofías y concepciones del mundo. En otras palabras, este consenso social no consiste en un sistema ético común, sino en una actitud ética común, o sea, un ethos –manera de comportarse– de la humanidad, que no es una nueva ideología o superestructura. Es una manera de comportantes que enlaza entre sí los recursos religioso-filosóficos comunes ya existentes de la humanidad, sin imponerlos por ley desde fuera sino interiorizándolos de manera consciente.
Un punto de partida fundamental es que todo ser humano debe ser tratado de manera humana: debe respetarse la vida y la dignidad humana, la individualidad y la diferencia. Es la puesta en práctica de la llamada “regla de oro” que es parte de la ética de las religiones universales y se formula así: “lo que no quieres que te hagan los otros, no se lo hagas tú a ellos”. Todos somos responsables de lo que realizamos, de todas nuestras decisiones, actuaciones y negligencias, porque todas ellas tienen sus consecuencias. Este punto de partida, y esta regla de oro, tienen que constituir una norma inamovible e incondicional para todos: familia, agrupaciones sociales, toda clase de razas, naciones y religiones. Sobre esta base deben garantizarse cuatro normas indiscutibles: el compromiso en favor de una cultura de la no violencia y del respecto a toda vida («no matarás»); el compromiso en favor de una cultura de la solidaridad y de un orden económico justo («no robarás»); el compromiso en favor de una cultura de la tolerancia, de convivencia fraterna y de una vida veraz y un estilo de vida honrado («no mentirás»); y el compromiso en favor de una cultura de igualdad, de compañerismo y amistad entre hombre y mujer («no cometerás adulterio»).
Antes de concluir esta primera reflexión sobre el tema, queremos expresar que Dios es más que necesario para practicar una religión auténtica que se despoja de toda forma de manipulación y de instrumentalización del ser humano y de Dios mismo. También Dios es más que necesario para desenmascarar los intereses políticos que justifican la guerra en nombre de los valores occidentales o de quienes quieren justificar la conquista de las culturas por la imposición del terror y de la guerra. No podemos ignorar que las guerras son motivadas muchas veces por intereses económicos y financieros, sea de los que lideran la industria militar o de los agentes políticos que buscan sus propios beneficios.