Caralvá
Fundador
Suplemento Tres mil
Es el momento de citar a Jorge Luis Borges y Hans Urs von Balthasar (teólogo suizo) del cual he tomado el título de éste artícuålo, cialis pero referido de una larga serie de capítulos del libro: Últimas inquisiciones: Borges y Von Balthasar /Ignacio Navarro – Buenos Aires: Bonum, drugstore 2009… Jorge Luis Borges anota: “A mí siempre me acompañó la tendencia a estimar las ideas teológicas o filosófica por su valor estético y aun por lo que encierran de singular y maravilloso. Esto es, pharmacy quizás, indicio de un escepticismo esencial. La doble afirmación de mi escepticismo y de mi afición por la teología no debe extrañar al lector. Por lo que he podido comprobar en diversas conversaciones con personas que declaran tener fe, no es la teología el ámbito del que proceden sus sentimientos religiosos. No siempre fue así, pues hubo épocas en que la teología era una pasión popular (como el teatro, que no se representaba en salas, sino en las calles y en las plazas con la participación de la gente) y los hombres discutían problemas teológicos porque les preocupaba sinceramente la predestinación, o el libre albedrío, o la salvación por las obras. Debo decir que mis pocos acercamientos a las teologías de hoy me han revelado una ciencia impenetrable y melancólica.” (Últimas… pág 34).
En mi caso como estos grandes autores, no niego las fatigas que produce leer, pero en ella al menos podemos encontrar mucho más tranquilidad que los actuales medios de comunicación. Hans Urs von Balthasar es un teólogo fascinante, luego de recorrer el Antiguo Testamento y describir el sufrimiento de Job, destaca la importancia de la ausencia de Jesucristo en ese relato, pero destaca la acción de Dios, la lectura de esa historia es conmovedora, Job es sometido a una extrema condición humana y llega a límites dramáticos; no obstante Jesucristo supera con su vida esta condición del Antiguo Testamento, un fragmento de Borges citando a Von Balthasar: “ Por eso Dios no parece preocuparlo demasiado el hecho de que se pueda escupir contra el cielo, como ocurre en el caso (no superado por otras figuras) de Job. En el fondo, es Dios mismo el que escupe contra ese cielo vacío o, lo que es igual, lleno de caricaturas de la divinidad, de las que Él es el principal ateo. Es Dios en realidad el que quiere que Job sea más fuerte, porque es esa precisamente la respuesta: así es Dios; esa completa impotencia será, precisamente, la fuerza del Hijo, al que Job prefigura. ¡Muy otra cosa sería escupir al crucificado!: no sólo se estaría blasfemando contra Dios y su única respuesta, sino contra el propio dolor y la propia y única pregunta. (Ningún ateísmo con pretensión de seriedad puede prescindir de la figura de Cristo, no importa si para afirmarla o rechazarla, ya que en ella se agotan las formas de descalificación de las imágenes de la “divinidad”. No es de extrañar que la principal acusación levantada por los romanos contra los primero cristianos fuera de ateísmo)” (Últimas… pág. 178). Cualquiera que sea nuestra condición, existe en la lectura de estos modelos, muchas respuestas para comprender al mundo, al final el teólogo suizo repite la esencia del Amor en el Nuevo Testamento: “amar a nuestro enemigos”… de solo imaginarlo me invade una dimensión no humana.
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