Por Leonel Herrera*
La reducción de las diputaciones en la Asamblea Legislativa y de los municipios, anunciada por el presidente Nayib Bukele en su discurso del pasado 1o. de junio y retomada después por la mayoría parlamentaria oficialista, no tiene nada que ver con la modernización del sistema político ni con una reorganización territorial que favorezca el desarrollo local.
Ambas iniciativas tienen, en opinión de quien escribe, tres objetivos perversos que son contrarios a la democracia, el desarrollo del país y el bienestar de la población.
El primero es distraer a la población. Bukele hace creer a la población que la cantidad de diputados y de alcaldías son un problema de país, para desviar la atención sobre las verdaderas problemáticas estructurales, como la concentración de la riqueza, la profundización de las políticas neoliberales, la corrupción, la arremetida contra el medioambiente y otras que no mencionó en su discurso y de las cuales deriva la pobreza, el desempleo, los bajos salarios, el alto costo de la vida, la falta de agua potable, la migración forzada, etc., etc.
La demagogia y el populismo presidencial extremos buscan vender como solución la reducción de curules y de alcaldías, para que la gente se olvide de la negativa bukelista de aprobar la reforma fiscal progresiva, desprivatizar las pensiones, rendir cuentas y evitar la corrupción, prevenir la violencia de género y revertir las detenciones ilegales, torturas, desapariciones y asesinatos en las cárceles cometidos en el estado permanente de suspensión de garantías constitucionales mal llamado régimen de excepción.
Este mismo propósito tiene el show político-mediático contra el ex presidente Alfredo Cristiani. Ante la crítica de que su gobierno beneficia los intereses oligárquicos, Bukele manda falsamente el mensaje de que va contra la corrupción y los privilegios de los ricos. Si realmente tuviera ese propósito, la acción del presidente habría sido llevar a la Asamblea medidas tributarias progresivas donde paguen más quienes tienen más, así como llevó la reducción de diputados y alcaldes.
El segundo objetivo es consolidar un fraude, pues -como han advertido expertos en cuestiones electorales- reducir las diputaciones y cambiar la forma de contar los votos favorece a Nuevas Ideas y reduce las posibilidades para los partidos de oposición, sobre todo los más pequeños.
Con esto, más un Tribunal Supremo Electoral genuflexo al oficialismo, la incertidumbre en las reglas electorales, la manipulación del voto en el exterior y la posible reelección presidencial inconstitucional, el fraude en 2024 es inminente.
Y el tercero es la consolidación dictatorial. Con la reducción de las diputaciones, Bukele y sus hermanos buscan mantener el poder total, eliminar definitivamente a la oposición y crear un régimen de partido único o hegemónico. Y con la reducción de los municipios -y la posible eliminación de los consejos plurales- darán el tiro de gracia al pluralismo político, al desarrollo local y a la participación ciudadana.
Algunos críticos también advierten la necesidad de reducir el presupuesto gubernamental debido a la crisis de las finanzas públicas y ocultar (y dejar impune) posible corrupción en las alcaldías gobernadas por el oficialismo.
Distracción, fraude y dictadura son, pues -en resumen- la publicitada reducción del número de diputados y de alcaldías, así como el engañoso anuncio de combate contra la corrupción. Este último, incluso, resulta aún más patético ante tantos indicios de corrupción en el actual gobierno revelados por el periodismo investigativo.
*Periodista y activista social.